El último
vaquero de Dios

En la jerarquía de la Iglesia católica mexicana escasean ya las personas con la madera de Raúl Vera López, ese estudiante que se sacudió con el movimiento de 1968, se formó después en la ortodoxia teológica vaticana y luego se “reeducó”, por ejemplo, con las comunidades indígenas de Chiapas y el obispo Samuel Ruiz. 

Por eso, cuando aterrizó en el desierto del norte del país, él ya había optado por practicar una teología por los derechos humanos y acompañar a los disidentes, a los excluidos. Desde la Diócesis de Saltillo, a donde lo enviaron en castigo por no haber “sometido” a Samuel Ruiz, ha caminado junto a madres de desaparecidos, la comunidad LGBT, migrantes, maestros, familiares de los mineros de Pasta de Conchos.