Tan rotundo fue el fracaso del intento de llevar al cine Pedro Páramo, la emblemática novela de Juan Rulfo, que casi 60 años después alguien se atrevió a realizar apenas la tercera versión cinematográfica de la obra del escritor jaliscience.
Pocos conocen qué ocurrió para que se concretara el proyecto de hacer Pedro Páramo, la película dirigida por Carlos Velo, cuyo guión fue realizado por Carlos Fuentes y para cuya producción el Estado mexicano destinó más de 3 millones de pesos, una fortuna en ese entonces.
Con la participación de Ignacio López Tarso y el papel protagónico entregado a John Gavin, un mediocre actor gringo que luego se convirtió en el embajador de Ronald Reagan en México, el film fue un rotundo fracaso.
A unos días de que la película se exhiba durante la semana del 12 al 19 de septiembre únicamente en el Cine Tonalá de la CDMX, y antes de que Netflix realice el 6 de noviembre el estreno mundial de la cinta dirigida por Rodrigo Prieto, te contamos la historia de ese fiasco, celosamente guardada en el Archivo General de la Nación.
Ya habría tiempo de las explicaciones a detalle, del análisis, de la evaluación de las causas del fracaso. Lo que importaba ese 17 de mayo de 1967 era confirmar al licenciado Luis Echeverría Álvarez, secretario de Gobernación, la mala noticia: “En Cannes, Pedro Páramo fue vista sin gran entusiasmo”.
Emilio O. Rabasa trabajaba entonces como director General del Banco Nacional Cinematográfico y tenía urgencia por escribir a Luis Echeverría. Tomó un fajo de hojas del Hotel Excélsior, en Roma, y procedió a desarrollar el reporte de algo que, de acuerdo con el escrito, ya le había informado a su jefe inmediato, Mario Moya Palencia: “Tanto por conducto del Lic. Moya, cuya actividad y entusiasmo para el buen éxito de la delegación y película son dignos de encomio, como mi primera carta y conversación telefónica, ya estará enterado de lo fundamental ocurrido en Cannes”.
Rabasa trataba de suavizar el fracaso de Pedro Páramo en el Festival Internacional de Cine en Cannes, Francia, ya que, según decía el mismo, la película había sido vista sin gran entusiasmo, aunque “fue vista con respetuosa atención y cordialidad por el público y tratada contradictoriamente por la crítica periodística, como siempre acaece en estas cosas del cine”.
En sólo un párrafo de las varias páginas de su carta, Rabasa hacía la síntesis en una línea de la desgracia del filme mexicano en Cannes: “La calidad de la película fue superior al promedio e inferior a las premiadas”.
Años después, Ignacio López Tarso, uno de los actores del filme que pretendía adapta la novela de Juan Rulfo, recordaría el día de la presentación en Cannes. “La película que tenía, eso sí, una apariencia preciosa, fue a Cannes; lo pasamos de maravilla, pero la proyección fue horrible. El público salía en grandes oleadas y si no hubiera sido porque estábamos muy a la vista, creo que todos los de la delegación nos hubiéramos ido al hotel a llorar”.




¿Qué había pasado? ¿Por qué lo que prometía ser éxito rotundo terminó siendo un fracaso en uno de los festivales más importantes del mundo?
¿Quizá el público no estaba preparado para una película de esa factura, acaso al director se le fue de las manos el control de la historia, o, como algunos dijeron, fue que estaba destinada al fracaso desde que seleccionaron a John Gavin, un actor poco conocido y además gringo, como el protagonista del papel estelar?
¿Qué fue lo que pasó?
En el Archivo General de la Nación, perdidos y dispersos entre otros millones de papeles, quedó registrado el caso de la película Pedro Páramo en los expedientes del Banco Nacional Cinematográfico; y en algunos de esos papeles podrían hallarse claves para entender el fracaso de una película que había sido catalogada como “extraordinaria”, una cinta de “aliento”.
Lecciones básicas de la consulta de archivos del pasado: no todo es espionaje político, represiones, violencia y desaparecidos.
En los expedientes que resguarda el Archivo General de la Nación es posible encontrar también volúmenes relacionados con la vida interna de la cinematografía nacional, desde los mecanismos de censura hasta los aparentemente inocuos reportes administrativos. Montones de papeles con números, registros de sesiones; el mundo de la burocracia que aceita la administración pública.
Ahí reposa, discreto y en el olvido, el registro de los procesos administrativos requeridos para recibir fondos públicos destinados a la producción de películas. Y de esos procesos, los titulares de la Secretaría de Gobernación estaban siempre atentos.



El cine era uno de los medios de comunicación cuyo control resultaba del mayor interés para el sistema político mexicano. Ahí está el caso de Frank Sinatra y la decisión de Gustavo Díaz Ordaz de prohibirle su ingreso a México, ya que, según el entonces presidente, Sinatra denigraba al pueblo mexicano en su película Marriage on the Rocks (Segunda luna de miel, según su traducción al español).
Las propuestas, los guiones, el reparto, las opciones para ocupar los papeles principales, los presupuestos, todo, era evaluado en la Secretaría de Gobernación.
El caso de la película Pedro Páramo, catalogada como una cinta “extraordinaria” o de “aliento”, no fue la excepción, ni siquiera porque quienes habían hecho la adaptación de la novela de Juan Rulfo llevaban los nombres de Carlos Fuentes, Manuel Barbachano y Carlos Velo, tres “monstruos” que a mediados de los años 60 eran referencia de la literatura, la dirección, producción y comercialización cinematográfica.
Un gringo como Pedro Páramo
El primer documento que registra la solicitud para recibir financiamiento gubernamental para la “extraordinaria” película Pedro Páramo tiene la fecha del 23 de octubre de 1963.
En él se explica que se filmaría en blanco y negro, con un plan de grabación de ocho semanas y con un presupuesto de poco más de tres millones de pesos de esos años, lo que sería una enorme y desproporcionada suma hoy en día.
El reparto inicial: John Gavin, Ignacio López Tarso, Jorge Martínez de Hoyos, Narciso Busquets, Tito Junco, Carlos Ancira, Enrique Lucero, Rita Macedo, Rosenda Monteros, Jacqueline Andere, Irma González y Rosa María Vázquez.
Lo primero que llamó la atención de los funcionarios de Gobernación fue el nombre de John Gavin. En una de las sesiones de la Comisión de Operaciones, los consejeros comisionados plantearon “la necesidad de resolver si era conveniente o no acceder a que en películas de carácter ‘extraordinario’ figuren actores extranjeros en el desempeño de papeles estelares”.
Emilio O. Rabasa, quien firma la solicitud, le informa al Consejo de Administración del Banco Cinematográfico que ya había solicitado a Clasa Films Mundiales, la productora, le explicara por escrito “las razones que le impulsan para incluir en el reparto de Pedro Páramo al actor John Gavin”.
Pero más allá de la respuesta de Clasa Films Mundiales, Rabasa considera que el banco debe abstenerse, y por tanto no intervenir, en la selección de los elementos que integran la producción de una película por dos razones: “No sólo porque se coarta la libertad de quien la arma, sino también porque puede constituir un argumento futuro para responsabilizar al Banco, en caso de que se obtengan escasos rendimientos por su explotación”.
La solicitud al Consejo de Administración para que se aprobara el presupuesto para el filme ya incluía la respuesta de Clasa Films Mundiales, con los argumentos y razones del porqué había optado por asignar a John Gavin el papel protagónico.
Según Clasa Films, el personaje de Pedro Páramo requería, ante todo, una presencia física convincente, de tal modo que el espectador al verlo debe “sentir inmediatamente que ese hombre es en realidad el cacique de Comala y el dominador de mujeres sin número”.
Entre otras virtudes que debe poseer quien interprete a Páramo, dice la productora, se encuentra la de tener una capacidad dramática profesional, talento que John Gavin había demostrado notablemente en su experiencia en el cine de Hollywood.
Y también, en favor de John Gavin, sostenía que su inclusión reforzaría la popularidad comercial de la película, ya que “se trata de un actor varonil que cuenta con sin fin de admiradoras en América Latina, en Europa, en los Estados Unidos (donde actualmente estelariza la serie de televisión Convoy) y en México (según lo atestigua la lista de popularidad de Teleguía)”.
Su presencia, insiste, daría de inmediato rango internacional a la película y una mayor facilidad de distribución en los mercados europeos y norteamericanos de la novela de Juan Rulfo, que ha sido traducida a ocho idiomas y que, por consiguiente, tiene una difusión que ninguna otra obra mexicana ha alcanzado mundialmente.
Un elemento más era que la inclusión de actores internacionales en películas mexicanas corresponde a una fórmula de bien probado éxito en el cine de Europa y Estados Unidos, máxime que, dada la popularidad de John Gavin en toda Europa, pero especialmente en Italia, sería muy fácil de doblar esta película al italiano por la similitud de la vocalización de este idioma con el español
“El interés máximo de la inclusión de John Gavin en una película de promoción extraordinaria, tiende a que la calidad indiscutible que pretendemos dar a Pedro Páramo se vea respaldada por una calidad comercial que permita al Banco Nacional Cinematográfico, no solamente recuperar su inversión en la misma, sino obtener sumas importantes destinadas a seguir fomentando la filmación de películas de esta naturaleza”.
Además, “tanto los autores de la adaptación, Carlos Fuentes y Carlos Velo, como el autor de la novela original, Juan Rulfo, coinciden en que John Gavin, el actor norteamericano de ascendencia sonorense, reúne las cualidades física y dramáticas para interpretar el papel”.

Paulina Lavista escribió en El Universal que Salvador Elizondo Pani, uno de los propietarios de Clasa Films, pensaba que el éxito de Hollywood se debía, en parte, al star system y buscó implantantarlo en México. Lo importante para él, dice, eran las estrellas consagradas que aseguraban el éxito en taquilla y por ende una buena recuperación y ganancia económica.
“Su primer golpe de suerte fue el lanzamiento en grande de María Félix en la película Doña Bárbara. El propio escritor Rómulo Gallegos, autor de la novela Doña Bárbara, participó en el guión. Esto dio pie a que don Salvador incluyera a escritores mexicanos de la talla de Xavier Villaurrutia, José Rubén Romero, José Revueltas, Enrique González Martínez, entre otros, a participar en los diálogos o en los guiones de las películas, con lo que subió la calidad de las cintas, que resultaron más culteranas”.
En septiembre de 1965 el consejo acepta los argumentos presentados por Clasa Films y se aprueba el presupuesto de 3 millones y medio de pesos y por unanimidad se aprueba que John Gavin tenga el papel principal. Para ese momento, el secretario de Gobernación era Luis Echeverría Álvarez, quien sería presidente en el periodo 1970-1976, una de las épocas doradas para el grupo de intelectuales encabezado por Carlos Fuentes.
En el reparto original de Pedro Páramo se encontraba Rita Macedo, en ese momento esposa de Carlos Fuentes. Pero ni siquiera ella otorga importancia a Pedro Páramo. En su libro autobiográfico Mujer de papel, apenas dedicó unas líneas al recuerdo de esa película.
“La película Pedro Páramo (donde Carlos También colaboró como guionista), basada en la novela de Juan Rulfo, estaba preparándose. Me ofrecieron un papel en ella, pero no lo acepté. Tenía prisa por reunirme con mi familia. Nuestro director empezó a preparar a Beatriz Sheridan para que me sustituyera y yo pudiera irme a Roma”.
Según la memorias de Rita Macedo, en ese momento Carlos Fuentes vivía intensamente su fama en Europa. Exactamente se encontraba en Italia. La actriz describe uno de esos momentos en que, de acuerdo con los tiempos, estaría por grabarse Pedro Páramo.
“Carlos me contaba su ritmo de vida. No dudo que trabajara mucho, pero a veces fantaseaba. Estaba muy contento de encontrarse fuera de Tenochtitlan, codeándose con Antonioni y el novelista Ítalo Calvino… estaba enterado por Cuevas, que había sido muy criticado por llamar a México una aldea, y me pedía que dejara el teatro ya y lo alcanzara en Europa”.
En ese momento la relación de Rita Macedo con Carlos Fuentes era un péndulo que se movía entre la resignación y el hastío.
Con más tristeza que resignación, Carlos Velo, director de Pedro Páramo, confesaría en 1986 en Revista de revistas que, para su desventura y frustración, el papel principal lo llevaría John Gavin, mal actor por los cuatro costados.
En Micast o como un mito nacional se convirtió en embajador, la investigadora Graciela Martínez-Zalce cita también a Velo:
“La película era de Pedro Amendáriz. Rulfo va a decir que no, pero siento que pensaba en Pedro Armendáriz como el intérprete. Bueno, él ya había muerto, no podía ser. ¿Quién lo podía sustituir? Para mí Pedro Páramo era Anthony Quinn. Yo iba a ir a Italia a convencerlo. Pero producción [ … ] me dijo: no puede. No acepté que Pedro Páramo fuera López Tarso, quien tiene un papel importante en la película y muy bien hecho. Con John Gavin, yo luché mucho y él hizo todo lo posible, pero llegó un momento en que se vio que no podía con el personaje. Como él era el actor principal, pues es suficiente que él esté miscast para que le dé en la torre a la película”.
El mismo López Tarso, uno de los pocos actores que fueron en la comitiva oficial que viajó a Cannes, Francia, diría, según recogió Susana López Aranda en El cine de López Tarso, que el primer error grave fue contratar a John Gavin, “un actor gringo de segunda, que se vería muy bonito disfrazado de charro, pero que jamás pudo con el personaje… Él estaba entonces en una serie de televisión en Estados Unidos en la que salía de marinerito, y de seguro pensaron que eso le abriría a la película el mercado internacional, pero no fue así”.
Y aunque al final todas las voces parecían coincidir en la mala decisión de incluir a John Gavin como Pedro Páramo, al menos en el reporte que manda Clasa Films a los funcionarios de Gobernación, se asegura que Carlos Fuentes, Carlos Velo y el mismo Juan Rulfo estaban de acuerdo con el actor estadunidense, quien con el paso de los años se convertiría en embajador de Ronald Reagan en México.
Rulfo apenas habló de ese fracaso. Fiel al silencio hasta el último aliento, hizo una breve referencia en una entrevista con Elena Poniatowska: “Ninguna de las películas que se han hecho sobre mis cuentos han sido buenas, y lo acepto. Alfredo B. Crevenna hizo Talpa en película y le salió mal. John Gavin hizo con Pilar Pellicer el Pedro Páramo y es pésimo”.
El fracaso de Pedro Páramo en Cannes sólo era parte de una realidad ampliada del cine mexicano. Muchos otros documentos del Banco Nacional de Cinematografía refieren con datos y estadísticas fracaso tras fracaso en la producción de películas. De ahí que seguían apostando a las películas de baja calidad, cuyos costos totales oscilaban entre 400 mil y un millón de pesos de esos años.
El mismo Emilio O. Rabasa escribe en las hojas del lujoso Hotel Excelsior que la explotación de las películas mexicanas en Europa, con la excepción de España, “ha sido mala, por no decir nula”. A ello, explica, contribuye en buena parte, “la calidad y temas de nuestros productos, que no resulta atractiva para estos públicos”.
De todos modos, al menos para ese momento, no todo estaba perdido. En el caso de la película Pedro Páramo se abría una rendija de oportunidad, pues se estaban haciendo negociaciones para que fuera proyectada en Francia, Italia, los países socialistas de la “cortina de hierro”, Rusia y otros más. “Muchas cosas más quisiera informarle, pero sabiendo lo muy ocupado que se encuentra usted, las reservo para transmitírselas personalmente”. Y firma: E.O. Rabasa.
Los burócratas del Gobernación no estaban equivocados en esta ocasión: John Gavin era la peor elección para ser el personaje principal de Pedro Páramo.