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“No estamos vivos ya, <br>estamos muertos”
Umm Muhammad Al-Masry, madre palestina desesperada por conseguir comida. Foto: Ahmed Abu Kamil
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“No estamos vivos ya,
estamos muertos”

MENSAJES DESDE LA FRANJA DE GAZA

Publicado el 27 de agosto 2025
  • Derechos Humanos
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El reportero palestino Ahmed Abu Kamil quedó atrapado, junto con su esposa y cuatro hijos, en la Franja de Gaza. Desde ahí, mantiene contacto con periodistas de varias partes del mundo. Con ayuda de un colega mexicano, hace el recuento de escenas que hoy forman parte su cotidianidad: bombardeos, falta de agua, alimentos, luz, más bombardeos del ejército israelí. La vida entre escombros de quienes tienen “suerte” para contarlo. Con este tipo de despachos informativos consigue recursos para pagar comida a su familia


Gaza / Ciudad de México. En este campamento viven poco más de 60 familias, unas 250 personas. Estamos en Al-Azhar, en Gaza, a una media hora caminando de las playas del Mediterráneo y cerca de la universidad que fue destruida por las bombas en noviembre de 2023, un mes después de que el grupo armado Hamas atacó a civiles israelíes en un concierto y de que Israel invadió Palestina. De lo que alguna vez fue una ciudad, quedan sólo montañas de escombros y estos cientos de personas que duermen bajo toldos.  

Muhammad Al-Siqali trabaja como administrador. Su tarea es distribuir comida y bebida a los desplazados que han llegado al campamento desde distintos puntos de Gaza, sobre todo del oriente, en donde los bombardeos del ejército israelí han sido más intensos.

–Nuestro papel es gestionar los recursos del campamento: es un servicio público a los desplazados. Sobre todo, tenemos que proporcionar comida –cuenta Muhammad–. Aunque aquí hay hambruna extrema, todavía, muy a veces, entran alimentos a la ciudad. Nosotros los traemos y los cocinamos.

Las cifras hablan de más de 62 mil muertos en Gaza, mujeres y niños en su mayoría, a causa de las bombas israelíes. Lo más probable es que sean muchos más. Hay 156 mil heridos y por lo menos 11 mil desaparecidos. A estos números se deben sumar los más de 100 menores de edad que han fallecido por inanición: por hambre, por sed.

–No tenemos frutas o verduras, tampoco algún tipo de carne: ni blanca, ni negra, ni roja –dice Muhammad–. La mayoría de los alimentos disponibles son legumbres: lentejas, frijoles o garbanzos.

La mayor parte de la semana, Muhammad no puede cumplir con su trabajo. No hay ingredientes para cocinar. Él y su pequeño equipo se empeñan en proporcionar, al menos, tres comidas a la semana para el campamento, pero casi nunca es suficiente para alimentar a todas las familias. Ahora la desnutrición es notoria en muchos de ellos.

Cerca de la cocina, por ejemplo, hay una tienda acondicionada como clínica para atender a los enfermos. Dos mujeres de la tercera edad, explica Muhammad, están siendo atendidas por una médica a causa de desnutrición severa. Las personas ancianas son las más vulnerables a la desnutrición y en el campamento hay un número considerable de ellas.

–También están los niños, cada vez más afectados –añade–. Intentamos cubrir las necesidades básicas con suplementos al menos una vez a la semana, pero no lo conseguimos: los suplementos son caros y sólo hay uno o dos donantes que envían dinero desde fuera de la Franja de Gaza, desde países árabes. Envían ayuda financiera muy básica.

Pero el dinero también es un problema. Muhammed menciona que los pocos recursos monetarios que llegan a Gaza del exterior lo hacen a través de transferencias bancarias. Cuando se intenta convertir estos recursos en papel moneda, se cobra una comisión de cerca de 50 por ciento. La mayor parte de las donaciones que llegan desde fuera de Palestina se pierde así.

A la escasez aguda de alimentos hay que añadir la ausencia de fuego, pues no hay combustible para las cocinas. Y el agua: los tanques llegan una vez por semana. A veces los desplazados del campamento deben salir para acarrear agua desde fuera, agua salada y no apta para beber.

A Muhammed le cuesta ver que muchas mujeres y ancianos han perdido ya buena parte de su grasa corporal. Le duele especialmente ver los estragos del insomnio en los ojos de la gente: el hambre y el estrés de los bombardeos se devoran las horas de sueño.

–Tenemos casos de niños que han contraído infecciones estomacales, tienen gusanos intestinales y otras enfermedades. Los desplazados saben que la única agua disponible en el campamento no es apta para el consumo y, sin embargo, esta es la realidad de Gaza. El número de desplazados ha aumentado en el campamento. En este punto, lamentablemente no hay prioridades; no podemos alimentar dos veces a los enfermos o a las mujeres embarazadas o a los niños o a los ancianos. Estamos hablando de tres comidas a la semana, casi 90 por ciento de las personas dentro del campamento de desplazados carece de alimentos.

Hambre en Gaza
Gaza estamos muertos
“Tengo ocho hijos y una anciana a mi cuidado y no podemos encontrar un plato de lentejas; llevamos tres meses sin comer pan”. Fotos: Ahmed Abu Kamil

De los bombardeos al hambre, la peor arma letal

La anterior entrevista fue registrada por Ahmed Abu Kamil, un reportero palestino que quedó atrapado, junto con su esposa y cuatro hijos, en la misma zona de Gaza donde trabaja Muhammad Al-Siqali.

Desde hace semanas he mantenido contacto con él, pues intenta conseguir algún trabajo como corresponsal en los medios internacionales para, con ello, pagar la comida a su familia.

Escenas similares han sido difundidas por medios de todo el mundo: docenas de personas apretujadas en las vallas de madera que rodean las cocinas calleras; niños, mujeres, jóvenes y adultos que esperan con sus recipientes de metal en mano la ración semanal de comida.

Ahmed me envía fotos, videos, testimonios con la intención de que sean publicadas en El Sur o en algún otro medio mexicano. Quiere que se sepa lo que ocurre en Gaza. Pero, también, necesita dinero con qué pagar algo de comida para sus hijos. Las entrevistas fueron enviadas a través de archivos de audio. Se trata de personas desplazadas que esperan una ración en las alborotadas cocinas callejeras, que cocinan en ellas o las administran.

“Eran las seis de la mañana cuando llegué aquí”, dice una de las mujeres que entrevistó Ahmed. “Vi que tenían agua: ‘¡Agua, denme agua!’, les dije y no esperé a que me respondieran. Sólo tomé agua inconscientemente y con mis propias manos. ¿Es eso un pecado? Tengo ocho hijos y una anciana a mi cuidado y no podemos encontrar un plato de lentejas; llevamos tres meses sin comer pan. Además, yo sufro hipertensión y cardiopatía. No sé dónde está mi esposo ni cómo alimentar a mis hijos, no sé cómo cuidarlos ahora. Mis hijos lloran todos los días, pedimos misericordia”.

“No estamos vivos ya, estamos muertos; todos los días arde este lugar”.

El propio Ahmed está desesperado también. Su hija más pequeña ha estado enferma a causa de la falta de comida y agua adecuada.

Hace unas semanas intentó ir a los centros de ayuda controlados por la Fundación Humanitaria de Gaza (GHF, por sus siglas en inglés), una organización controlada por Estados Unidos y los militares de Israel.

Estos centros son la única forma de conseguir comida y han sido denunciados por cientos de organizaciones e instituciones internacionales por ser, en realidad, trampas ubicadas en sitios de difícil acceso, a fin de obligar a los palestinos a cruzar zonas en donde son vulnerables a bombardeos y francotiradores israelís o a accidentes en el difícil terreno desértico. Muchos son asesinados a tiros en los mismos centros. Al menos mil 500 palestinos han muerto al intentar conseguir ayuda allí.

–En mi camino hubo disparos y bombardeos –relata Ahmed–.  En una ocasión tuve que esconderme entre la arena para salvarme. Tuve miedo. Al regresar a casa encontré a mis hijos buscando ayuda.

El domingo 10 de agosto, cuatro reporteros e integrantes del equipo de la agencia de noticias Al-Jazeera fueron asesinados por un ataque directo de Israel: Al Sharif, Mohammed Qreiqeh, Ibrahim Zahfer y Moamen Aliwa. Ahmed documentó el funeral. El martes 12 se realizó una velada en Ciudad de México en honor a los cuatro reporteros caídos en Gaza.

Israel mató al equipo de Al Jazeera en Gaza

“¿Cómo es posible que nos combatan con hambre y pobreza?”, dice Umm Ahmed Awda, una de las mujeres que espera en una de las cocinas comunitarias en Gaza. “¿En serio están usando el hambre como arma? No hay peor guerra psicológica que esta. Se supone que está prohibida. Ningún Dios guía en la duda o en la envidia”.

Hambre en Gaza
Hambre en Gaza
Míranos: seguimos viviendo, así vivimos. ¿No ven lo que qué está pasando? ¿Quieren que ardamos aquí todos los días? ¿Les gusta que tengamos a nuestros hijos hambrientos y moribundos? ¿Dónde está el temor a Dios en ese tipo de actos? ¡Ya basta!”. Umm Ahmed Awda, madre palestina desesperada por conseguir comida. Fotos: Ahmed Abu Kamil

“Ha pasado un mes desde la última vez que vi un pan”

El domingo pasado hubo otra manifestación, ésta en Tel Aviv, con miles de ciudadanos israelíes que tomaron las calles de la capital de Israel, y también se inició una huelga nacional que paralizó buena parte del país.

Las movilizaciones buscan presionar al primer ministro Benjamín Netanyahu quien, en los últimos días, anunció que comenzaría una expansión de la ocupación de las fuerzas israelíes sobre Gaza; además, le exigen negociar un alto al fuego que permita el intercambio de rehenes y prisioneros de ambos bandos.

Al menos medio millón de personas participó en las movilizaciones, además de empresas, municipios y servicios públicos. Se han sumado celebridades, deportistas, sindicatos de médicos y abogados, universidades. Por otro lado, el Movimiento de Resistencia Islámica (Hamas) anunció el lunes 18 de agosto que aceptó la propuesta de alto al fuego presentada por Qatar y Egipto como mediadores.

“Confirmamos el rechazo categórico a la reocupación militar de la Franja de Gaza y a cualquier intento de desplazar a los palestinos de su territorio”, indicó el Servicio de información del gobierno de Egipto.

En la cocina de Al-Azhar la gente está preocupada por estas noticias. Se sabe que en otros campamentos ya han comenzado los desplazamientos. Encima, escribe Ahmed, no hay electricidad: no hay ventiladores disponibles para disipar el calor. El mercado tiene cada vez menos productos y escasea el dinero para comprarlos.

En uno de los audios que envía Ahmed desde Gaza se escucha a una mujer. Es una voz enojada y rápida, parece que tuviera prisa por decirlo todo: “No estamos vivos ya, estamos muertos; todos los días arde este lugar. Tengo la espalda completamente quemada. Llegué a las ocho de la mañana y ha pasado un mes desde la última vez que vi un pan”, dice.

“He estado recorriendo las tiendas, ya no hay. Han pasado unos días desde la última vez que nos vimos, ¿no es verdad? Míranos: seguimos viviendo, así vivimos. ¿No ven lo que qué está pasando con el pueblo árabe? ¿Quieren que ardamos aquí todos los días? ¿Cómo y qué se supone que debemos cocinar? ¿Les gusta que tengamos a nuestros hijos hambrientos y moribundos? ¿Dónde está el temor a Dios en ese tipo de actos?  Estamos cansados, estamos cansadas. ¡Ya basta! La gente dice que es cuestión de tiempo para que pare esto. Pero ya no hay tiempo, ojalá tuviéramos tiempo”.

“Gaza está en una hambruna construida, deliberada”: UNRWA

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Por Carlos Acuña y Ahmed Abu Kamil | El Sur

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