Relanzamiento del PAN y divorcio en el PRIAN
Con su “relanzamiento”, el PAN anuncia la ruptura de la alianza electoral con el PRI, una afiliación masiva de militantes, el uso de encuestas para elegir candidatos y un nuevo logotipo. Su estrategia implica, además, un desplazamiento hacia la derecha y el conservadurismo.
Su matrimonio duró cinco años y dos elecciones federales; el divorcio es inminente: los líderes del PRIAN han decidido dejar de competir en alianza en las próximas elecciones, conscientes de que su coalición fue contraproducente.
El “relanzamiento” del Partido Acción Nacional, protagonizado por Jorge Romero y la cúpula del blanquiazul, tuvo como nota principal el anuncio del divorcio. Una separación light, sin críticas ni reproches.
Ni siquiera hubo una mención directa al PRI, aunque todos sabían a lo que se refería su líder cuando anunció que el PAN pone punto final a una era e inicia otra en la que “no dependerá de ninguna alianza partidista, ni pasada, ni presente, ni futura”.
No expuso Romero los números de los estudios de opinión que la dirigencia ha mandado a hacer en los últimos meses, pero éstos señalan un claro rechazo de sus votantes a las alianzas con el PRI y señalan que la estrategia de aliarse con ese partido y el PRD constituye una de las principales causas de sus derrotas recientes.
La estrategia de alianzas comenzó, en realidad, en 2018, cuando Ricardo Anaya fue postulado por el PAN y dos partidos supuestamente de izquierda: el PRD de “Los Chuchos” y el partido naranja de Dante Delgado (Movimiento Ciudadano).
La profundizó Marko Cortés en 2021, con el apoyo, por cierto, por Jorge Romero, quien desde entonces era un influyente “padronero” en el PAN; es decir, un dirigente de estructuras que usaba el padrón de militantes para controlar asambleas y consejos panistas, y así conseguir dirigencias locales y candidaturas.
La alianza PRI-PAN-PRD, que debutó en las elecciones federales intermedias y estatales de 2021, fue idea de Claudio X. González y Gustavo de Hoyos, dirigentes de organizaciones empresariales y de la sociedad civil, que en 2020 convencieron a Marko Cortés, Alejandro Moreno y Jesús Zambrano de aliarse para tratar de detener a Morena.
Aunque en 2021 lograron crear un bloque legislativo que le quitó a la coalición oficialista (Morena-PVEM-PT) la mayoría calificada en la Cámara de Diputados, en realidad la alianza fue un fiasco.
El acuerdo sólo fraguó en las cúpulas partidistas y no entre las bases militantes, que nunca entendieron cómo sus dirigentes se aliaban con el partido al que sus fundadores y dirigentes históricos les enseñaron a odiar durante décadas.
Entre 2021 y 2024, la alianza bautizada como “Va por México” hizo que PRI, PAN y PRD perdieran estados que gobernaban solos, como Michoacán, Baja California Sur, Campeche, Colima, Guerrero, Nayarit, San Luis Potosí, Sinaloa, Sonora, Tlaxcala, Zacatecas, Estado de México y Yucatán.
El PRD desapareció en 2024, al no conseguir el tres por ciento de votación en ninguna de las elecciones federales (Presidencia, Senado o Cámara de Diputados).
En las presidenciales, el PAN obtuvo su votación más baja desde 1994, con 9.6 millones de votos.
Y el PRI no postuló candidato propio a la Presidencia por primera vez en 90 años; obtuvo sólo 5.7 millones de votos y se colocó medio millón de votos abajo de Movimiento Ciudadano.
Las bancadas del PRI-PAN en el Congreso quedaron reducidas a una mínima expresión, endebles ante el embate de Morena, que terminó encontrando en los legisladores del PRIAN y del PRD a los traidores que necesitaba para conseguir la mayoría calificada en el Senado de la República y avanzar en sus reformas constitucionales del Plan C.
Su presencia territorial quedó reducida a dos estados con gobernadores priistas (Coahuila y Durango), y cuatro con gobernadoras panistas (Aguascalientes, Chihuahua, Guanajuato y Querétaro).
Queda claro que la alianza era un mal negocio electoral. Por ello se entiende que ahora Jorge Romero reniegue de la estrategia de Marko Cortés y plantee, como dijera Carlos Castillo en los años 90, la apuesta por sí mismos.
Quiere evitar un nuevo descalabro en 2027, cuando se renovarán no sólo la Cámara de Diputados federal, sino 16 gubernaturas (entre ellas dos que gobiernan actualmente: Chihuahua y Querétaro), 30 congresos locales y los ayuntamientos de 31 entidades.
“Hace 86 años no nacimos para ver con quién nos aliábamos”, afirmó Romero en el Frontón México, el lugar en el que Manuel Gómez Morin y Efraín González Luna fundaron Acción Nacional en septiembre de 1939.
Es buena frase, pero ahora habrá que esperar la reacción de Alejandro Alito Moreno, que no es precisamente un líder prudente y mesurado. Y también está por verse si PRI y PAN mantienen la alianza en el Poder Legislativo, hoy más o menos inútil, pues los números ya no les dan para declarar “moratorias constitucionales” ni para bloquearle absolutamente nada al oficialismo.


Un relanzamiento artificial del PAN
Pero no sólo se trató de alianzas el “relanzamiento” sabatino del PAN. También se anunció una reforma de estatutos y un cambio de imagen.
La reforma busca abrir Acción Nacional a la sociedad, flexibilizando la afiliación y quitando los candados y trámites burocráticos que daban a los padroneros, como Jorge Romero, un inmenso poder al interior del partido.
Es decir, hoy que es dirigente nacional, Romero busca abrir el PAN a una afiliación masiva, que en principio le quitaría el poder a los dueños del padrón, a quienes llamó “cadeneros”, por aquello de las personas que suelen filtrar la entrada a los antros.
El hecho de que el PAN emprenda una campaña de afiliación masiva también obedece al adelgazamiento de su padrón de militantes, que lo ha colocado en los últimos años en una situación crítica, con riesgo de perder el registro como partido político nacional.
En 2023, el PAN tenía apenas 277 mil 665 militantes, y la ley electoral establece que los partidos políticos deben mantener una membresía de al menos 0.26 por ciento del padrón electoral nacional (actualmente, 101 millones de ciudadanos); esto es, alrededor de 262 mil militantes. Es decir, Acción Nacional estaría a 15 mil militantes de perder su registro.
La reforma también buscaría crear métodos de elección de candidaturas que le quiten a la cúpula la prerrogativa de decidir quién llegará a los cargos públicos.
Romero habló de encuestas —al estilo de Morena, partido al que le ha funcionado muy bien este método de selección de candidaturas— y de elecciones primarias abiertas a toda la sociedad.
Es decir, el PAN regresa 20 años en el tiempo: volverá a tener esa agria discusión que enfrentó a los panistas antes de las elecciones de 2006, cuando Vicente Fox y Santiago Creel proponían elecciones de candidatos abiertas a cualquier ciudadano, pero Felipe Calderón y su grupo proponían una elección primaria sólo con miembros del PAN (activos y adherentes).
En esa ocasión se impuso Calderón, cuya corriente controlaba los órganos partidistas; logró una reforma estatutaria que privilegiaba a la membresía de abolengo, derrotó a Creel en la interna panista, pero llegó debilitado a la campaña presidencial, que ganó tras una polémica elección calificada por muchos como fraudulenta.
Dos décadas después, Romero plantea métodos que involucren a la sociedad en la decisión de las candidaturas, que impidan escenas penosas, como la de Marko Cortés usando su dirigencia para colocarse como número 1 de la lista nacional al Senado, o los pactos de candidaturas como los que hicieron Marko y Alito en el Estado de México (Alejandra del Moral) y Ciudad de México (Santiago Taboada).
Es sintomático que, en primera fila, en el Frontón México, estuvieran Xóchitl Gálvez y Claudio X. González aplaudiendo la apertura de los candados panistas.
El PAN, dijo Romero, se abrirá a la sociedad para nutrir sus filas y para elegir candidatos. Piensa que con ello podrán, también, ganar elecciones.
Nueva imagen
Finalmente, los panistas presentaron un nuevo logotipo (“refleja modernidad, cercanía y orgullo por su historia”, pero que en realidad es el mismo PAN blanquiazul con una nueva tipografía.
La imagen se presentó con un video realizado con inteligencia artificial, que muestra al fundador, Manuel Gómez Morín, repitiendo la frase “no se rindan”.
El video presenta escenas de un país devastado y a un grupo de panistas luchando con una especie de espectros —se entiende que militantes morenistas— en una violenta batalla campal, cuerpo a cuerpo, que exalta la confrontación entre mexicanos, como si eso fuera algo positivo.
Sólo ellos entienden qué querían decir con esas imágenes violentas, pero lo cierto es que el discurso de Jorge Romero estuvo plagado de referencias a “diosito”, a la familia, a “los hermanos y hermanas panistas”, y cerró con la advertencia de que están dispuestos a “ofrendar la vida misma”, en caso de que Morena quiera perpetuarse en el poder.
En resumen, el relanzamiento tuvo sus tonos mesiánicos y referencias a valores de un rancio conservadurismo, que anuncian un corrimiento del PAN hacia la derecha, el espectro en el que buscará afianzarse para mantenerse como segunda fuerza política nacional.
Eso también explica su ruptura con el PRI, partido que le estorbaba en ese reposicionamiento ideológico.