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La lucha de las mujeres<br> traileras en el 8M
Clara Fragoso, en representación de las traileras en el 8M. Foto: Lucía Flores, ObturadorMX
México

La lucha de las mujeres
traileras en el 8M

Este camión no tiene marcha atrás

Publicado el 8 de marzo 2024
  • Derechos Humanos
  • México
  • Seguridad

La Colectiva de Mujeres Traileras se dio cita este viernes en la jornada de protestas del 8M. Y aunque esta colectiva recién creada cuenta apenas con una integrante, Clara Fragoso confía en que pronto más conductoras como ella buscarán condiciones de seguridad para circular por las carreteras del país y ejercer su trabajo en igualdad de condiciones que sus colegas varones.


Aún no ha amanecido pero las luces de la noche destellan contra el metal de la caja de un imponente tráiler que serpentea entre el tráfico habitual de la autopista de Querétaro hacia la Ciudad de México. Es un tráiler violeta que destaca por sí solo de entre el resto de vehículos que circulan a estas horas. 

Su conductora, Clara Fragoso, una mujer que recoge su cabello con una pañoleta color violeta, tiene prisa y no despega el pie del acelerador. Quiere llegar lo antes posible a la avenida Reforma y, en específico, a la Glorieta de las Mujeres que Luchan.

Fragoso está lejos de ser una novata. Ya son 18 años de conducir estas enormes máquinas a través de las arterias que conectan el país de sur a norte. Y aunque ahora trabaja en una compañía estadounidense, con sede en Nuevo Laredo, le preocupa la situación de sus compañeras traileras. Ella sabe bien lo que significa tener que abrirse paso a codazo limpio entre el machismo que caracteriza el universo del transporte de carga en México. 

Por eso, esta tarde buscará desafiar la inmovilidad impuesta por las autoridades capitalinas, quienes le han negado el permiso de circular con su tráiler en la jornada de protestas que esta tarde de viernes –8 de marzo de 2024, Día Internacional de la Mujer–, tomarán la calles de la capital del país. 


Afinar detalles: sacar brillo a los birlos

Antes de partir a cualquier viaje, Fragoso debe revisar sistemáticamente 52 detalles de su máquina:  niveles de aceite, anticongelante y otros fluidos necesarios para que el motor no se atasque; el estado de las llantas, mangueras, limpiadores, luces, alarmas, bolsas de suspensión, amortiguadores. Es parte de su trabajo mantener en todo momento protocolos de seguridad.

De alguna manera, Fragoso se considera una mujer máquina. Su vehículo y ella conforman una sola entidad. Por eso tomó esta decisión. Hace una semana todavía lo estaba pensando: la idea había dado vueltas en su cabeza pero no estaba segura de querer ponerla en práctica. Quería participar en la manifestación del 8M, sí, pero no quería hacerlo otra vez a pie. La única manera de sumarse a la marea violeta este 2024 sería a bordo de un tractocamión.

Había participado más de una vez en las manifestaciones del 8 de marzo, pero esta vez quería marchar en representación de sus compañeras: el gremio de camioneras mexicanas y su lucha por mejores condiciones laborales y de seguridad en las carreteras del país.

Fragoso suele llevar cada decisión suya hasta sus últimas consecuencias. Es una mujer determinada y acostumbrada a seguir rutas, itinerarios y a manejar hasta el final. Decidida, contactó a Karla Valencia, una colega camionera, para compartirle su idea y pedirle en préstamo uno de sus tractocamiones: un Kenworth 1007 color violeta inmejorable para la ocasión.

Clara Fragoso intenta reparar las mangueras de aire de su tractocamión
Fragoso busca representar a las mujeres traileras en el 8M

La sola idea le parecía bella. Aquella unidad destacaría como un monstruo con glitter entre el resto de contingentes feministas y, con un millón 400 mil kilómetros recorridos, sería el símbolo perfecto de la recién creada Colectiva de Mujeres Traileras en el 8M.

En la Coordinación de la marcha del 8M recibieron la idea con asombro. Al término de una asamblea llevada a cabo el martes por la tarde, sumaron a la colectiva cartel oficial de contingentes y solicitaron a las oficinas del gobierno capitalino no sólo acceso a la avenida sino el avance del tráiler hasta la plancha del Zócalo, en la retaguardia de la marcha y cerrando los contingentes.

Las autoridades respondieron con una negativa “por cuestiones de seguridad”. Quedó abierta la posibilidad de estacionar la unidad cerca de la Glorieta de las Mujeres que Luchan pero incluso eso era incierto.

La tarde del jueves mantuve una charla telefónica con Clara, quería entrevistarla sobre los detalles de su plan.

–¿Dónde estás?

–Metiendo los piecitos en el mar, en Mazatlán –respondió distraída, ajena a las preocupaciones de las colectivas, como si ya no le interesara participar en las manifestaciones–. Vuelo a Cdmx en la noche, dejo las maletas en mi casa y en la madrugada corro a recoger la unidad a Zempoala, Hidalgo. Quiero amanecer en territorios chilangos dentro del tráiler.

Clara Fragoso acostumbra dormir poco. Le gusta ver el amanecer desde la carretera.


“Puro veneno”


Así es como decían en la ciudad de Durango, refiriéndose a la letalidad de los alacranes que acechaban en cualquier rincón. Su picadura, según los rumores que escuchaba en aquel entonces, era una de las principales causas de muerte entre los habitantes. Leyenda o no, la ponzoña de estos pequeños depredadores era la menor de las preocupaciones en la familia Fragoso.

–Nací en un pueblito que se llama Colonia Hidalgo, a unos 20 kilómetros de la ciudad de Durango –recuerda–. Las condiciones de la familia eran muy precarias. Mi papá comenzó vendiendo carnitas sobre la carretera, después tuvo autobuses de transporte de pasajeros urbanos y la situación económica fue mejorando para todos nosotros.

Su padre levantó un pequeño local de mariscos que pronto se convirtió en un restaurante exitoso. La familia prosperó gracias a ello y Clara se acostumbró desde pequeña a limpiar camarones junto a sus nueve hermanos, a lavar platos y arreglar mesas.

“La principal demanda es la seguridad en las carreteras: estamos viviendo niveles insólitos de asaltos que ponen en riesgo nuestra vida”.

A principios del milenio, Durango era entonces una urbe que crecía sin tregua. Y con la expansión de la ciudad, también florecía el crimen. 

–Llegó una época en que ya no podías salir a divertirte. Había balaceras, secuestros, sobre todo de los jefes de familia –recuerda Clara–. Con la llegada de los Zetas a la zona, la violencia aumentó. Pueblos enteros desaparecieron, la gente migró por miedo.

Fragoso se acostumbró pronto a vivir en ese ambiente tenso: la guerra contra el narcotráfico que ya acumulaba entonces miles de víctimas. La familia también se disgregó con los años, sus padres se separaron; su padre y su hermano mayor se mudaron al municipio de Guadalupe Victoria, huyendo de la violencia. Hasta allá los alcanzó el veneno.

–Mi hermano se dedicaba a vender tortas –cuenta Clara–. Un día, mientras sostenía a su hijo recién nacido en brazos, un grupo de hombres entró al local: “Llama a tu esposa para que venga por su niño” y se los llevaron. A mi cuñada le pidieron una cantidad de dinero para liberarlos. Ella vendió la modesta casa donde vivían, su única propiedad, con la promesa de que liberarían a su esposo. Esa promesa nunca se cumplió.

Era 2008. Apenas unos meses después, otro comando armado irrumpió en la casa de la nueva familia de su padre mientras todos dormían. Se llevaron muebles, electrodomésticos, dinero, la camioneta y a su padre, “como garantía”.

–Todos pensamos que lo iban a liberar porque ya era una persona mayor, tenía 72 años. Pensamos que lo soltarían porque ya habían tomado todo lo material. Mi padre nunca regresó.


Escapar de la violencia

La cabina de un tráiler es un espacio amplio, cómodo. En el caso del Kenworth 1007 color violeta que Clara conduce esta mañana, su cabina está decorada con mariposas de vinil estampadas en los espejos laterales. Un rosario cuelga del retrovisor y una pequeñita figura de San Judas Tadeo sonríe desde una de las puertas. Hay que encomendarse a ciertos santos; por más precauciones que se tomen, a veces ésa es la única manera de atravesar las carreteras del país, reventadas por los asaltos y los secuestros. 

La ola de desapariciones no solo afectó a la familia Fragoso. Clara hace un rápido cálculo y asegura que en la localidad de Guadalupe Victoria desaparecieron al menos 500 personas entre 2008 y 2015. Parecía que la disputa por la plaza la ganaba quien impusiera más miedo.

­­­–A mi mamá le pesó mucho el secuestro de mi hermano y luego el de mi padre. Sumado a un daño renal que arrastraba desde hace tiempo, el decaimiento fue letal.

La muerte de su madre se sumó a la pérdida de su hermano y su papá. Seis meses después, en 2010, levantaron a su hermana, empleada de un juzgado federal. No volvió a saber de ella.

Las carreteras del país están reventadas por la violencia
Las carreteras del país están reventadas por la violencia
Las carreteras del país están reventadas por la violencia

–Mi hermana acababa de dar a luz –lamenta–. Ni siquiera había completado la cuarentena cuando se la llevaron. Dejó atrás un bebé de un mes, una niña de 10 años y un jovencito. La buscamos por todos lados, levantamos una denuncia. Después nos avisaron que en la misma ciudad encontraron una fosa con los cuerpos de tres mujeres.

Para ese entonces la fiscalía ya había comprado tráilers dotados con sistemas de refrigeración, que permanecían estacionados afuera de las instalaciones de los Servicio Médicos Forenses. Allí conservaban los cadáveres y restos humanos resctado de la fosas clandestinas. Y las familias que esperaban pruebas de ADN para identificar esos cuerpos se contaban por cientos, miles.

–Cuando nos llamaron para que fuéramos a hacer las pruebas correspondientes, me sorprendió ver que no estábamos solos. Empezó a llegar gente de manera masiva que también querían identificar a sus familiares desaparecidos.

Sólo entonces dimensionó el tamaño de la tragedia. Tres años después confirmaron la identidad de su hermana. Les entregaron una bolsa de plástico negra con huesos que nunca pudieron ver.


“Me dí dos cachetadas”

Para entonces Clara estaba comenzando a trabajar para una compañía de transporte de carga en la Ciudad de México, la cual le brindó su primera oportunidad como trailera. Cada vez que la violencia le arrebataba un familiar, ella solicitaba permiso para viajar a Durango y buscar entre los cuerpos, hacer los trámites necesarios, enfrentar el duelo.

Entre el vaivén de la carretera y el rugido del motor, Clara fue cultivando cada vez más el apego por la cabina de su tráiler. Era su desafío diario pero también su refugio; su santuario sobre ruedas pero también una celda donde sus emociones no cabían.  

–Me tenía que mantener entera, porque yo era la que estaba más disponible de mi familia para hacer los procesos legales –confiesa–. Pero en realidad estaba muy, muy triste. 

En medio del murmullo de la carretera, encontraba resquicios de calma. Pero la soledad de la cabina se convertía en una cámara de eco de su tristeza, implacable. No podía llorar y tomar el volante de un tráiler al mismo tiempo.

Se aferró a la carretera y a sus responsabilidades. Tenía cuatro hijos que mantener sola y un trabajo donde enfocó toda su energía. 

El tráiler de Clara es leído como una amenaza por las autoridades
Pocas mujeres traileras pueden asistir al 8M: la fecha la sorprende casi siempre en la carretera

–Lamento mucho lo que pasó, pero tuve que seguir viviendo a favor de los que quedaron. Me dí dos cachetadas y dije: “hasta aquí”. 

Han transcurrido 15 años desde que Fragoso dio ese volantazo para superar el obstáculo de sus malos recuerdos. Piensa que el dolor le ayudó a forjarse ese carácter tan suyo, esa determinación necesaria para atravesar el país a bordo de un tráiler, pasando las noches en vela y lejos de casa.

–El dolor fue fundamental.

Ese carácter le ayudó a abrirse paso en el gremio trailero. Un gremio en donde hay solidaridad y camaradería, pero también hostigamiento, acoso y rechazo al trabajo de las mujeres. “Váyase usted a cocinar y atienda a su marido” llegaron a decirle en más de una empresa. Le negaban el acceso al baño, se reían de ella.

 –Antes, cuando mi familia estaba viva, todo eso me pesaba muchísimo. Después dejaron de importarme las burlas. Estoy viva. Yo podría haber sido mi hermana. No me iba a permitir no cumplir un sueño sólo por lo que dijera la gente.

Fue después de la muerte de su hermana que empezó a notar a las familias y, sobre todo, a las madres que buscaban a sus hijos. Escuchaba los relatos de otras mujeres que enfrentaban situaciones difíciles, las víctimas de feminicidios, de violaciones. Y entendió que ella no podía quedar atrapada en esos mismos vicios.

–Yo vivía con una pareja violenta que puso en peligro mi integridad y la de mis hijos –dice, con sequedad–. Salí corriendo. Desde entonces asumí como una misión personal ayudar a otras mujeres. Intentar que no existan más víctimas de hombres violentos.


“Yo también lo quise hacer“

Al principio pensó que sería suficiente llegar al mediodía o poco antes de la marcha. Tomar Insurgentes para estar a las tres y media de la tarde en la Glorieta de las Mujeres que Luchan. Pero la madrugada del viernes, Fragoso no durmió monitoreando los anuncios de cierre de vialidades.

Decidió olvidarse de su plan y, apenas aterrizó de Mazatlán en el Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles, corrió a recoger el tráiler y manejar hacia la Ciudad de México para estacionarse lo más cerca posible de la Glorieta antes del amanecer.  Ya tendría tiempo de dormir en la cabina.

A las tres de la madrugada logró estacionarse a un costado del Hotel Fiesta Americana, en la calle Versalles, casi enfrente de la Glorieta. Le sorprendió encontrar a los trabajadores del gobierno de la ciudad trabajando tan temprano, a los hoteles tapizando de vallas metálicas los muros de los hoteles, a los granaderos y policías tomando posición en las calles cercanas.

Colectiva de Mujeres Traileras en el 8M
Clara Fragoso, en representación de las traileras en el 8M. Foto: Lucía Flores, ObturadorMX

–¿Cuándo fue la primera vez que viniste a la marcha del 8M? –le pregunto.

Son las nueve de la mañana y ella ha logrado dormir un par de horas. Ahora peina su larga cabellera negra. Dice que, por el momento, la Colectiva de Mujeres Traileras está conformada sólo por ella y su camión. Hace unos días llamó a muchas de sus compañeras para invitarlas a la marcha, pero la mayoría están trabajando y el margen de tiempo fue poco: muchas mujeres no pueden parar.

–Primero veía la marcha en las noticias. Debido a mi trabajo, no podía asistir, pero siempre estaba pendiente de lo que sucedía. Hace seis años, una reportera me contactó y me animó a asistir a la marcha. Como ese año no estaba trabajando por estas fechas, decidí ir sola. Quería saber qué estaba sucediendo, quería gritar por lo de mi hermana.

Si antes ya había presenciado la magnitud de la violencia criminal y su impacto en las mujeres, esta vez escuchó con atención las consignas sobre la falta de oportunidades laborales, leyó las pancartas que repudiaban el acoso. Se sintió, otra vez, acompañada.

–Yo pensaba que esas situaciones las vivía sola. ¡Nos está pasando a millones! Cuando compartía imágenes de la marcha en mis redes sociales recibía comentarios que descalificaban la marcha. “Esa no es la forma”, me decían. Cuando se llevaron a mi hermana yo quería matar a todo el mundo. No sabía contra quién iba a ir, pero quería que me la regresaran: a ella y a mi hermano y a mi papá. Quería matar a quien se los llevó. Cuando vi a otras mujeres pintando muros, gritando, rompiendo vidrios… yo también lo quise hacer.


Las demandas de las traileras en el 8M

Desde entonces, Clara suele acudir a las manifestaciones del 8 de marzo con su nuera y, últimamente, con su nieta.  Quería traer también a sus colegas traileras al 8M, aunque fuera simbólicamente, y manifestar las necesidades de las mujeres en el gremio.

Hace dos años que comenzó a coquetear con la idea de traer un tráiler a las marchas del 8M. Un maquinón como estos, pensaba, llamaría la atención fácilmente y podría redirigir la mirada. Y en ese guiño se podrían también empezar a tejer alianzas con otras colectivas, con los medios de comunicación, con otras conductoras y transportistas.

–Un tráiler es un monstruo  –me dijo en la madrugada mientras manejaba hacia la ciudad–: es una máquina que puede manejar tanto un hombre como una mujer. Pero la gente sigue estando acostumbrada a la figura del varón en el tráiler. Quiero llegar ahí en unas horas y demostrar que las mujeres estamos manejando estos monstruos y que lo estamos haciendo bien. Yo sé que, además, muchas pueden ver esto también como una oportunidad de trabajo. 

Colectiva de Mujeres Traileras en el 8M
Clara Fragoso intenta reparar las mangueras de aire de su tractocamión

Pone de ejemplo a la dueña del tráiler, su amiga Karla Valencia: una emprendedora que ya es dueña de una línea de transporte. Se conocen desde  hace varios años, cuando trabajó para ella durante algunos meses. Cuando le comentó su idea, Valencia no lo dudó: preparó la máquina para que saliera a rodar e incluso lo mandó lavar para que estuviera limpia y brillante la mañana del viernes.

–La principal demanda es la seguridad en las carreteras: estamos viviendo niveles insólitos de asaltos –dice Clara–. Tanto operadoras como operadores estamos expuestos a la violencia, incluso a la muerte, por la falta de seguridad. Realmente necesitamos acciones efectivas de prevención y detención, no nada más que pongan unas cuantas patrullas.

Además, piden paraderos seguros. No es posible que no existan regaderas exclusivas para mujeres en las carreteras de México y que no exista vigilancia en las instalaciones de descanso para reducir cualquier riesgo. Para quien vive de manejar durante largas jornadas por las autopistas del país, un descanso adecuado puede significar la vida. Pero ninguna mujer puede conciliar el sueño si no se siente segura. 

Fragoso también señala a las empresas transportistas, en donde el acoso laboral suele ser frecuente y los sueldos no siempre son equitativos:

–Hay empresas que nos están pagando menos, solo por ser mujeres.

Exige otras demandas, quizá menos urgentes pero que le parecen de sentido común. Los procesos de logística de las empresas, por ejemplo, que obligan a sus trabajadoras y trabajadores a esperar durante horas y horas para cargar y descargar las mercancías. Largos tiempos muertos después de largas jornadas de conducir sin descanso por autopistas y carreteras.

Desde hace años trabaja casi exclusivamente en Estados Unidos, en la ruta Nuevo Laredo-California. Viene a México sólo por cuestiones personales, a visitar a su familia o a descansar. La diferencia es abismal: en las autopistas estadounidenses se siente segura y el sueldo en dólares, además de las prestaciones laborales, la mantienen tranquila. Pero le preocupa la situación de sus compañeras en México. Por eso quiere que las traileras tengan algún tipo de presencia en el 8M de este año.

–Es una diferencia muy grande: aquí no se puede manejar tranquilamente, ni siquiera se puede dormir tranquilamente.


“Vamos a tomar las carreteras“

A las 10 de la mañana, Clara Fragoso notó algo extraño en su tráiler: mientras ella dormía, alguien había cortado las mangueras de aire que sirven para frenar o liberar los frenos de su tráiler. Después de desayunar un poco, logró correr a una refaccionaria, comprar unas mangueras de repuesto. Si no la dejaban avanzar hacia el Zócalo, quería al menos intentar colocar su máquina en uno de los carriles laterales de Reforma.

La presencia del monstruo metálico, de todas formas, no pasa inadvertido: las mujeres se detienen a tomarle fotos, hablan con Clara, conocen su historia. Les seduce la idea de una máquina tan grande estacionada allí, de cara a los contingentes.

–La verdad me da mucha emoción, siento super chingón estar aquí –dice sentada detrás del volante, mirando desde las alturas a las batucadas que avanzan–. Lo emocionante es que veo mujeres de todas las edades y todos los ámbitos. Es fácil identificarse con ellas porque todas hemos vivido algo parecido: violencia, acoso, falta de oportunidades, pérdida de alguna mujer en su familia. Y todas están buscando nada más que una vida digna, tranquila, en paz. No deberíamos ni siquiera estar pidiendo esto, no deberíamos tener necesidad de exigir lo básico. Esto no es una fiesta.

Y aunque logra reparar las mangueras de su tráiler, entiende que no servirá de mucho. Las autoridades no le permitirán avanzar más allá de la Glorieta. En algún momento, intenta tomar un lugar que se desocupa justo enfrente de ella, pero enseguida una grúa de la Secretaría de Control de Tránsito le corta el paso y amenaza con llevarse su vehículo.

Le habían advertido que la presencia de su vehículo seguramente causaría temor: un par de días antes, un grupo de normalistas de Ayotzinapa derribó una de las puertas de Palacio Nacional utilizando una camioneta de la CFE. Después de ese incidente, resulta natural que la presencia de un tractocamión como el suyo sea leído como una amenaza. 

Un tráiler violeta en el 8M

De todas formas, le complace mirar la marcha desde ahí. “Qué chingón mirar una marcha de mujeres desde arriba de un tráiler”, dice y no duda en brindar entrevistas a las reporteras de uno y otro medio que la buscan, curiosas. “Sé que esto me puede traer repercusiones negativas en mi trabajo”, advierte. Estar aquí, que su rostro aparezca en los medios, que sea su voz la que exprese las preocupaciones laborales de su gremio, significa también una confrontación a las empresas que, asegura, aprovechan la necesidad de las mujeres para pagarles menos que a sus colegas varones. 

–Yo estoy segura que muchas de las mujeres que me ven aquí, las que se me acercan a platicar o a tomar fotos, van a querer tomar un tráiler. Y qué chingón, de veras. Qué chingón va a ser ponernos a trabajar en lugar de andarle rogándoles por equidad o por igualdad a los hombres. Vamos a tomar las carreteras, vamos a generar dinero y autonomía para nosotras.

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Por Montserrat Bustos | Fotos: Lucía Flores, ObturadorMX

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