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El estilo personal de gobernar<br> de Claudia Sheinbaum
La presidenta Claudia Sheinbaum preside el desfile militar del 16 de septiembre. Foto: Presidencia.
Opinión

El estilo personal de gobernar
de Claudia Sheinbaum

Publicado el 29 de septiembre 2025
  • Opinión

Serenidad, discreción, prudencia, trabajo, exigencia, firmeza son algunos de los atributos que definen el estilo personal de gobernar de Claudia Sheinbaum en el primer año de su sexenio. Pero también su irritación ante las críticas, su austeridad thatcheriana en áreas como la ciencia, la cultura y la educación, así como su frialdad ante las madres buscadoras y las víctimas de la violencia.


Es difícil definir el estilo personal de gobernar de la presidenta Claudia Sheinbaum sin caer en lugares comunes: analizarla desde el hecho de ser la primera mujer presidenta o desde la simplicidad chabacana de la oposición, que insiste en verla como la ejecutora de las decisiones de Andrés Manuel López Obrador.

Ni una ni otra alcanzan a desentrañar el complejo estilo de una presidenta que ha sido ella y su circunstancia.

Escribía Daniel Cosío Villegas, en su famoso pero poco leído ensayo publicado a la mitad del sexenio de Luis Echeverría, que “el estilo personal de gobernar” está dado por la personalidad del primer mandatario, una mezcla de temperamento, carácter, simpatías, diferencias, educación y experiencia personales.

“Puesto que el presidente tiene un poder inmenso, es inevitable que lo ejerza personal y no institucionalmente”, advertía Cosío Villegas. “O sea que resulta fatal que la persona del presidente le dé a su gobierno un sello peculiar, hasta inconfundible”.

A un año de que comenzó su gobierno, la pregunta aún es ¿cuál es el sello peculiar de Claudia Sheinbaum? ¿Cuál es el estilo derivado de su temperamento, carácter, educación y experiencia?

Cuando se observa a la presidenta —con el inevitable referente de su antecesor— se vienen a la mente varias palabras: serenidad, discreción, prudencia, contención, trabajo, exigencia, firmeza.

Una mezcla de esos atributos es lo que ha dejado ver Claudia Sheinbaum en su primer año al enfrentar momentos críticos: desde la llegada de Donald Trump por segunda ocasión a la Casa Blanca y la amenaza de imponer una cascada de aranceles a México, hasta el desafío permanente del crimen organizado y el recrudecimiento de la violencia en Sinaloa y otros estados, pasando por la revelación de casos de corrupción en el gobierno y de los excesos de personajes encumbrados del partido-movimiento (Morena) y los problemas cotidianos de un país complejo y diverso.

En la balanza de su primer año de gobieno, quizá hayan sido más los logros y las buenas noticias que las calamidades, pero el primer año no ha sido un día de campo.

La disciplina es el sello de la casa

Partamos de una obviedad: a estas alturas, ya sólo los opositores más trasnochados creen en la idea de que es una mujer dominada por los designios de un hombre que opera desde Palenque, Chiapas.

Claudia Sheinbaum gobierna, y gobierna distinto.

Quienes conocen la vida cotidiana del Palacio Nacional aseguran que, a pesar de la rutina heredada de López Obrador (los honores a la bandera en la madrugada, la reunión de seguridad y la conferencia mañanera), la vida ha cambiado mucho en la sede del gobierno desde el 1 de octubre de 2024, cuando Sheinbaum asumió la Presidencia.

Las reuniones son menos emotivas y las decisiones menos impulsivas. Se pasó de la simple voluntad presidencial y la ejecución basada en los prejuicios, los reflejos y los instintos del primer mandatario, a una toma de decisiones basada en evidencia y mucho cálculo político.

Las respuestas de la presidenta en la conferencia mañanera se calculan, no se improvisan. Sheinbaum no se extravía en soliloquios y, por lo general, no pierde la compostura ante preguntas que le incomoden, aunque ha habido momentos en que ha mostrado arrebatos de intolerancia y arrogancia frente a periodistas que la cuestionan. 

A la importancia de los datos y la evidencia, se suma la presión a colaboradores y todas las áreas de gobierno, que siempre que reciben una orden o petición de la oficina presidencial, viene acompañada con una instrucción: “era para ayer”.

Esta exigencia ha descolocado a algunos miembros de la nueva clase gobernante, pues alteró los ritmos de la “Cuarta Transformación”. Si la orden de AMLO era hacer dos sexenios en uno, trabajando el doble que en gobiernos anteriores, con Claudia Sheinbaum se aspira a que todos circulen al triple de velocidad y sin margen de error.

Si la presidenta empieza a trabajar a las 5:00 de la mañana y sigue atendiendo asuntos a las 10:00 de la noche, espera que todo su equipo esté alerta y le siga el paso. Si ella duerme con un ojo abierto, ¿por qué un subsecretario o un jefe de departamento habrían de roncar a pierna suelta?

Los mensajes a sus colaboradores pueden llegar en fin de semana, a altas horas de la noche, de madrugada o en día festivo, y eso no es por copiarle a AMLO, como insinúan algunos ingenuos detractores, sino porque ella tiene un ritmo de trabajo aún más exigente que el de su antecesor.

Sheinbaum en el desfile militar del 16 de septiembre y su estilo personal

La presidenta Claudia Sheinbaum Pardo preside el desfile militar del 16 de septiembre. Foto: Presidencia

Claudia Sheinbaum y su estilo personal de gobernar
Dia de la Presidenta Sheinbaum

La presidenta Claudia Sheinbaum en la ceremonia de los primeros 100 días de su gobierno. Foto: Cuartoscuro

La presidenta Claudia Sheinbaum Pardo en la conferencia mañanera. Foto: Victoria Valtierra | Cuartoscuro

foto de claudia sheinbaum para nota sobre el análisis de citibanamex

Claudia Sheinbaum. Foto: Daniel Augusto | Cuartoscuro.com

AMLO y el estilo personal de gobernar Claudia Sheinbaum

AMLO y Sheimbaum, frente común. Foto: Mario Jasso | Cuartoscuro

Los datos de la biografía de la presidenta —su estilo de ser y gobernar– lo confirman: fue una estudiante de excelencia, una académica rigurosa, una jefa de Gobierno meticulosa y una candidata que no cometió errores.

En 2024 fue notorio que, frente al caos de la campaña de Xóchitl, en la de Claudia se tocaba por nota. Y esa disciplina, aparentemente, sigue siendo el sello distintivo de Palacio.

Pero también destaca, en su primer año de gobierno, una tendencia casi tatcheriana a la austeridad en ámbitos como la cultura, la ciencia, la educación superior y algunos rubros del sector salud.

Los recortes presupuestales en áreas como la atención a personas con discapacidad o los institutos de especialidad en salud contrastan con el gasto a manos llenas en los programas del Bienestar y en las obras emblemáticas de la 4T; tanto las heredadas del anterior presidente, como el Tren Maya, como las que ella se ha propuesto, como la red ferroviaria en el centro y norte del país.

En el lado menos luminoso de su primer año como presidenta, habría que agregar la frialdad hacia los colectivos de madres buscadoras y las víctimas de la violencia, y la tendencia a descalificar a todo aquel que señale, critique o disienta de las políticas de la 4T.

Con un estilo distinto al de AMLO, pero Sheinbaum también ha decidido ignorar a la oposición formal y buscar a su némesis entre periodistas, especialistas o miembros de la sociedad civil, buscando en ellos una intención perversa antes de reparar en los argumentos de la crítica.

El partido-movimiento

Antes de El estilo personal de gobernar, Daniel Cosío Villegas publicó un ensayo titulado El sistema político mexicano, que de hecho dio pie a que le dedicara su atención a los rasgos peculiares del presidente y su influencia en el gobierno.

En ese ensayo, Cosío concluye que las dos piezas fundamentales del sistema político mexicano son una Presidencia de la República con facultades de una amplitud excepcional, y un partido político oficial hegemónico.

En tiempos de restauración del presidencialismo basado en un partido dominante y en expansión, la relectura de Cosío Villegas también puede ayudar a Sheinbaum a entender la realidad, como cabeza de un partido-movimiento que posee condiciones, características y ventajas similares a las que tuvo el PRI.

Es ahí donde Sheinbaum, o el denominado “claudismo”, han encontrado las principales resistencias a su estilo personal de gobernar.

La disciplina férrea, la serenidad, la discreción y la templanza no son atributos de los líderes parlamentarios, algunos dirigentes del partido y los partidos aliados (Verde y PT).

La cabeza fría con la que Sheinbaum ha enfrentado el desafío de Donald Trump contrasta con los arrebatos de personajes como Gerardo Fernández Noroña, hasta hace poco presidente del Senado, o Layda Sansores, gobernadora de Campeche.

La austeridad y discreción con las que la presidenta se ha conducido en su primer año no son atributos seguidos por el líder de los diputados, Ricardo Monreal; por su secretario de Educación, Mario Delgado, o por el secretario de Organización de Morena, Andrés López Beltrán.

Aun así, la presidenta contó con sus bancadas para ejecutar el Plan C de reformas constitucionales que le heredó López Obrador y pudo operar con Morena las elecciones del Poder Judicial, en donde ganaron las candidaturas beneficiadas con la Operación Acordeón.

La política no ha sido un problema para Sheinbaum, que ahora se apresta a hacer una reforma político-electoral de alcances aún no conocidos.

Las únicas dos reformas políticas que ha pedido la presidenta al Congreso —para frenar el nepotismo y la reelección— han sido combatidas por personajes de Morena y aliados, que aún mantienen viva la esperanza de repartirse los cargos que estarán en disputa en 2027.

Así, la impresión de que en el “partido-movimiento” no se obedece a Sheinbaum como se atendían las instrucciones de AMLO, no sólo es una narrativa alentada por la oposición, sino una versión alimentada por insignes miembros de la cúpula de Morena.

En el análisis del primer año, quedará asentado el hecho de que “Andy” López Beltrán, Adán Augusto y Fernández Noroña hayan provocado más dolores de cabeza a la presidenta que Alejandro Moreno, Jorge Romero o Jorge Álvarez Máynez, líderes de una oposición irrelevante.   

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Por Ernesto Núñez Albarrán | X: @chamanesco

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