Pablo Montaño, director y cofundador de Conexiones Climáticas, ha caído en cuenta que hace falta dar un paso más en la denuncia del daño al medio ambiente causado principalmente por las grandes corporaciones: pasar del discurso anclado solamente en los desastres a la acción colectiva que rescate y preserve lo que queda del planeta.
Por eso ha escrito El libro de la esperanza climática, cuya presentación se realizará este lunes 8 de septiembre, a las 19 horas, en el Centro Cultural Bella Época, en la Ciudad de México.
En medio de la tragedia medioambiental, la acción colectiva garantiza la vida en el planeta. La Tierra se ha calentado a tal punto que los ciclos naturales se han trastocado. Las sequías, incendios, tornados, huracanes cada vez más intensos e incremento del nivel del mar son cada vez más comunes por un modelo económico basado en el extractivismo, el consumo y la desigualdad.
Ante este escenario aún es posible plantear una alternativa sustentada en la resistencia, en la sabiduría de los pueblos indígenas, en la ciencia y, sobre todo, en la acción colectiva, dice Montaño, maestro en Medio Ambiente y Desarrollo Sustentable por el University College London y también productor y guionista de la serie documental El Tema, en la que se abordan los elementos clave de la crisis climática en México.
Pablo Montaño tiene tres lustros dedicado al estudio, exploración y difusión de la catástrofe climática en la que vive ya la humanidad, pero su formación como politólogo en el ITESO de Guadalajara también le ha dado las herramientas para imaginar y plantear alternativas socioculturales que permitan no frenar la crisis climática, porque eso no es posible, pero sí alentar formas de organización para preservar lo que queda del planeta.
Cofundador y director de Conexiones Climáticas, una organización dedicada a la comunicación y movimientos de resistencia ante la crisis climática en México, Montaño pretende generar con su libro una esperanza que le ayude a los ciudadanos a imaginar el mundo que quieren habitar.
Aunque para llegar a ese punto, plantea con un análisis basado en la ciencia lo que significa el deterioro del medioambiente en el que nos encontramos. En la historia de nuestro planeta han ocurrido cinco eventos geológicos que han provocado la extinción de más de 75 por ciento de las especies del planeta.
De esas cinco extinciones masivas, cuatro han sido provocadas por variaciones de CO2 (dióxido de carbono) en la atmósfera y la quinta fue por el meteorito que acabó con los dinosaurios, explica en entrevista con Fábrica de Periodismo.
“El cambio de la concentración de CO2 en la atmósfera es muy grave. Por si fuera poco, la velocidad a la que los seres humanos hemos emitido dióxido de carbono durante los últimos 150 años es 10 veces más rápida a la que produjo la extinción masiva más grande que ha habido en la historia del planeta, ocurrida hace 250 millones de años”.
–¿Cómo llegamos a una crisis de tal magnitud?
–Estamos frente a una amenaza básicamente para todo lo que nos gusta. Todo lo que amamos, todo lo que conocemos puede ser trastocado porque nada ocurre fuera del clima. En el libro documento, por ejemplo, cómo en los últimos 150 años los seres humanos hemos sumado una cantidad de gases de efecto invernadero que han provocado que la atmósfera atrape mucho más calor del que hacía hace 150 años. Lo grave es que alrededor de 75 por ciento de los combustibles fósiles son los que producen estos gases. La extracción y quema de petróleo, carbón y gas fósil (mal llamado gas natural) son las principales fuentes de aumento de estos gases en la atmósfera.
–¿Por eso el incremento en la temperatura?
–Ese cambio de temperatura implica muchas cosas: no sólo se siente más caliente el clima, sino que el nivel del mar se incrementa; hay cambios en los patrones de lluvia, llueve más en algunos lugares en pocos episodios y, luego, no llueve en algunos otros sitios y se generan sequías e incendios. Todo lo que ya estamos viendo en tiempo real.
–¿Por qué es importante que los ciudadanos conozcan estos datos?
–La información se incluye en el libro, no con el afán de deprimir a la gente, sino para comprender que esto no es mala suerte. En realidad, hay personas que está beneficiándose, teniendo ganancias, de esta crisis climática. Aquí abro la conversación al señalar, por ejemplo, a la industria fósil como el sector que ha buscado activamente impedir cualquier forma de acuerdo o cualquier acción de parte de los gobiernos para frenar este negocio.
Esa industria se ha inmiscuido en las políticas públicas, impidiendo que haya una acción climática concreta, y lo relaciono con el modelo económico que vivimos porque justamente el capitalismo depende de estos engranes de la industria extractiva, de la explotación, del “aprovechamiento” de los combustibles fósiles, que, en realidad, es la transformación y destrucción de los recursos naturales. Este planteamiento lo hago para situar de dónde tiene que surgir nuestra esperanza.
Siempre que quiero que los lectores tengan empatía por la crisis climática, recurro a esta cronología de las cinco extinciones masivas. La actividad humana ha provocado que haya una variación importante de dióxido de carbono en la atmósfera. Ahorita tenemos más de 400 partes por millón de CO2 en la atmósfera. Esa concentración no existía en el planeta desde hace tres millones de años. Y los seres humanos tenemos 150 mil, 200 mil años de existir.
Claramente tenemos un problema grave. Corremos un riesgo enorme porque todos los días se extraen y se queman combustibles fósiles, energía que estaba guardada y se libera a la atmósfera. Por eso vale la pena reflexionar sobre esta emergencia climática y, al mismo tiempo, hablar de este escenario tan crudo.
–¿Cómo funciona esa información ahora que estamos expuestos a una avalancha de catástrofes visuales y no sabemos qué es verdad y qué es mentira?
–La información, que solía ser escasa, ahora es excesiva. La gente ya no sabe qué creer y mejor se basa en las verdades más cómodas que encuentre.
Un error que hemos cometido las organizaciones ambientales al alertar sobre la crisis climática es querer que la gente se active a partir del miedo. Es normal que la gente esté espantada por lo que está ocurriendo, pero necesitamos no solo espantarla, sino decirle: “Hay rutas, hay formas en las que podemos enfrentarnos a esta crisis”. Aquí es donde es crucial la organización colectiva.
Podemos organizarnos, encontrar maneras de trabajar alrededor de esta crisis climática desde nuestros territorios y desde ejemplos que ya existen. En el cuarto capítulo del libro encontrarán ejemplos concretos de cómo nos hemos organizado para enfrentar distintos retos relacionados con la emergencia que padecemos en medio ambiente.
–Se ha dicho que el libro no es de autoayuda. Plantea una imaginación radical y colectiva ante la crisis.
–A eso aspiro. Ante tanta tragedia ambiental, también hay una salida que podría hacer un cambio. Por ejemplo, el sentido de la esperanza que propongo no es el “todo va a estar bien, no se preocupen, todo va a volver a como estaba antes”.
Hay cosas que no se van a componer, ciertas condiciones serán nuestra nueva normalidad. Pero lo que hay por salvar, las especies que quedan, las dinámicas y las posibilidades que tiene todavía este planeta herido para seguir proveyendo de vida, son enormes y valen la pena.
–¿Para qué han servido las reuniones de la Conferencia de las Partes de la ONU sobre Cambio Climático?
–Son reuniones muy estériles. Si hacemos un recuento y revisamos la COP de Madrid, ¿qué consiguió?; luego, en la COP de Glasgow prometieron un acuerdo de reforestación masiva. ¿Y alguien hizo algo? En la COP de Azerbaiyán de 2023 se mencionaron por primera vez los combustibles fósiles. ¿Y sirvió de algo? No.
Así podríamos irnos por todas las COP. A final de cuentas, son catálogos de buenas promesas. De eso hablo en el libro. No se puede negociar con los culpables de la crisis, pidiéndoles que, por favor, dejen de destruir el planeta, cuando les ha sido tan provechoso económicamente hacerlo.
Hoy tenemos cumbres que concentran más lobistas y representantes de la industria fósil que representantes de países insulares que van a desaparecer probablemente por la crisis climática. La gente de la industria fósil acude para justificar sus negocios e impedir la acción social, para engañar, para mentir, porque las rutas que señalan como posible solución en realidad están viciadas, no van a funcionar nunca, no van a dar resultado.

–En el libro se destaca el ejemplo de la transnacional Exxon y el conocimiento que tiene la empresa sobre el calentamiento global que estaría provocando.
–Tienen la necesidad de mantener el status quo y de propagar la idea de que no hay alternativa. Y lo dicen en los discursos oficiales. El presidente de la COP del año pasado nos dijo: “No hay alternativas, tenemos que seguir quemando combustibles fósiles durante los próximos 50 años”.
Y ahí es donde entra el aspecto anticapitalista del libro. Sé que para muchos científicos esto es un tabú porque el anticapitalismo es propio de estudiantes de preparatoria, no de un libro de ciencia. Pero es necesario cortar los vínculos y la influencia del capitalismo. De otra forma, no hay cómo enfrentarte a este modelo, que sigue consumiendo y consumiendo combustibles fósiles.
La alternativa es salvar mucho de lo que necesitamos de nuestros sistemas de vida y garantizar vida en este planeta para las futuras generaciones.
–¿En esto radica la idea de esperanza que propone el libro?
–No se trata de derrocar el capitalismo de un día para otro. Se trata de ir creando estos espacios de resistencia, múltiples y diversos, que pueden verse como organización comunitaria, como proyectos que promueven otras formas de intercambio y solidaridad. Hay muchos ejemplos: ferias de productores, colectivos, acciones comunitarias… A eso tendríamos que estar aspirando.
A pesar de este sistema capitalista, existen opciones, posibilidades, alternativas, formas de organización y también mucho espacio para el gozo en este planeta. Es importante también promover una idea de la posibilidad de enamorarnos y de reconocer lo que este sistema de vida todavía nos está proveyendo. Estamos tan embebidos en diagnosticar y documentar el desastre que nos faltan ocasiones para disfrutar e imaginar.
–¿Cómo lo que ustedes realizan en el Golfo de California con la campaña “Ballenas o gas”?
–Esta campaña es justamente un ejemplo de cómo la organización y la articulación colectiva puede servir para enfrentarnos a retos que, de otro modo, se antojan imposibles. Hace año y medio te hubiera dicho “no tengo ni idea de cómo vamos a buscar frenar el Proyecto Saguaro que pretende transportar gas fósil de Texas hacia Asia”.
Hoy te puedo decir que estamos plantados en una estructura organizativa muy grande, con más de 40 colectivos coordinados, 300 mil firmas en una petición ciudadana para impedir el megaproyecto y una campaña masiva que ha escuchado muchísima gente por la cobertura informativa de la prensa nacional y extranjera.
“Ballenas o gas” busca frenar la exportación de gas natural licuado de la costa del Golfo de California hacia Asia porque, además de un tremendo impacto climático por la enorme cantidad de gas que se pretende extraer y exportar, ese proyecto arriesga y pone en una “zona de sacrificio” al Golfo de California, que es el acuario del mundo, el santuario de ballenas declarado por la Unesco como Patrimonio de la Humanidad.
–¿Otro caso sería el Parque Nacional Cabo Pulmo, también en Baja California?
–Exacto, se logró frenar el desarrollo inmobiliario y de gran turismo que las transnacionales diseñaron en Cabo Pulmo. Ese es un ejemplo hermoso. Cabo Pulmo hoy existe en nuestro imaginario como un lugar lleno de biodiversidad y belleza, con especies increíbles, pero no se veía así cuando la población y las organizaciones lo salvaron. Lo que se ha logrado a partir de la declaratoria como Parque Nacional es muy relevante porque ahora es una zona que no está afectada por esas dinámicas económicas extractivas. Analizar justo esos casos donde la colectividad rescata un espacio tan importante nos lleva a mantener la esperanza.
–Su libro me recuerda al lema de las comunidades zapatistas: “Otro mundo es posible”.
–Ese pensamiento, lo complemento con una frase hermosa de la escritora y activista india Arundhati Roy: “Los otros mundos no sólo son posibles,sino que en días silenciosos puedo llegar a escuchar su respiración”. Eso me voló la cabeza porque ya están aquí esos mundos posibles, ya existen. Hay que escucharlos, hay que detectarlos, hay que protegerlos. Debemos saber cómo hacerlos crecer y propagarlos.
