Ocurrió de sorpresa. Citlalli “Bellatrix” Ortiz no imaginaba que después de ese sparring en Rosarito, Baja California, en el que mandó a la lona a dos boxeadores, tomaría una decisión que la llevaría a obtener un pase para los Juegos Olímpicos de París 2024.
Estaba de vacaciones. Era 2016. Ese día se había peinado el cabello chino, maquilló sus ojos cafés y se vistió para ir con su padre a un stand up de Franco Escamilla, cuando él le dijo “cámbiate de ropa porque antes vas a hacer sparring con unos muchachos”. Del puro coraje, Citlalli los despachó en el primer round con sus potentes volados de derecha.
Le apodaban La Manitas de Piedra. Para su suerte, una representante de la Asociación de Box de Baja California lo presenció todo. Hizo unas llamadas y esa misma tarde le ofreció representar a Baja California en las próximas competencias nacionales.
La decisión era complicada. Con el tiempo, Citlalli Ortiz dejaría de representar a Estados Unidos, país en el que nació y con el que se convirtió en campeona mundial amateur, para representar a México: el país en el que nacieron sus padres.
“No soy fanática, sólo peleadora”
Nunca he tenido a nadie contento. Que porque soy profesional y me regresé al amateur, que porque soy americana y me vine a boxear a México.
–¿De dónde vienen esas críticas?
–De todos lados, incluso de los propios mexicanos y de personas también que son de allá, aunque son méxico-americanos.
Citlalli Ortiz juega con sus manos mientras habla. En el antebrazo derecho tiene tatuado unos guantes de box. Un guante tiene la bandera de Estados Unidos y el otro, la de México. En la muñeca tiene otro tatuaje, es el símbolo mexica de su nombre “Citlalli”, que significa “estrella”. Muchos le dicen que parece una bola Pokémon.
Tiene piel morena, cabello chino y sonríe casi siempre que está abajo del ring. Arriba, no; intimida, su mirada impone. Compite en 75 kilos y mide 1.60: siempre le han tocado rivales mucho más altas. Su apodo de peleadora es “Bellatrix”, la estrella más brillante de la constelación de Orión. En latín significa “guerrera”.
Hoy viste ropa deportiva negra y lleva el cabello amarrado en un chongo. Nuestra conversación transcurre por la mañana, en un camellón habilitado como parque. Vino corriendo después de su entrenamiento matutino en el Centro Nacional de Desarrollo de Talentos Deportivos y Alto Rendimiento, donde vive desde hace dos años.

El sueño de Citlalli de ir a unos JO comenzó en su lugar de nacimiento: Valle de Coachella, California, una ciudad en medio del desierto a 168 kilómetros de Los Ángeles. En Coachella más del 97% de la población es de origen latino.
–Ahí, la verdad, pues la raza hispana es muy dominante. No puedes diferenciarte de que “ah, yo soy americano y tú mexicano” porque somos muchos hispanos. Los primeros que llegaron fueron mis abuelitos. Mi abuelo llegó con una carta de trabajo. Mi papá nació en la Ciudad de México y se fue de ahí a los 11 años. Siempre me dice que ya soy yo más mexicana que él. Mi mamá es de Guanajuato, pero ella se fue primero a Mexicali.
Es una historia que no me han compartido muy a detalle. Mi mamá trabaja en una tienda de productos coreanos y mi papá es maestro. Él fue mi maestro del kínder. Me molestaba mucho que mis compañeros de clase no podían pronunciar mi nombre azteca. Siempre lo decían bien feo, decían “Sis-ali”, “Cis-tlali”. No sé qué tanto. Es algo que me pasa hasta en mis competencias internacionales.
–¿Cómo fue que empezaste a entrenar box?
–Tengo una hermana mayor que me gana con seis años. A ella le interesó al principio. A mí me llevaron a la fuerza porque yo era una niña con sobrepeso. Pesaba como 86 kilos. No me gustaba el box y al principio sólo fue para bajar de peso. Yo básicamente era su costal. Así aprendí. Me salté todo lo del principiante. Fui directo al ring, a los madrazos.
Pero nadie me quería entrenar por tener sobrepeso, me decían que no iba a encontrar peleadoras de mi categoría, decían que me iban a regalar trofeos. A los ocho años empecé en el box. A los 14 tuve mi primer pelea. Pero de los 8 a los 14 años nadie me quería entrenar. Mi papá me dijo “pues hay que aprender juntos”. A mi papá le gusta mucho el box y la verdad no lo practicó ni nada. O sea, no tenía conocimiento del box más que de vista. Luego me hacen burla porque hay peleadores de tiempos de antes o cosas así que no conozco. Me dicen “¿Quién te entrenó o por qué no sabes de box?”. Les digo “es que no soy fanática, solo peleadora”.
El boxeo femenil fue incluido en los Juegos Olímpicos en 2012. Hasta ahora, ninguna boxeadora mexicana ha obtenido una medalla. Citlalli Ortiz ganó su pase cuando, en junio de 2024, quedó campeona de un torneo clasificatorio en Bangkok, Tailandia. Este fue su tercer intento por clasificar. Para lograrlo tuvo que cambiar de país, quedar fuera en las eliminatorias de Tokio 2020, debutar como boxeadora profesional y, finalmente, volver al boxeo amateur. Fue un camino largo y lleno de incertidumbre, como el de tantos deportistas.
La tradición pugilística de California es amplia. Es allí a donde van la mayoría de boxeadores latinos para desarrollar su carrera.
–Es la meca del box profesional. El gimnasio en el que empecé es uno de los mejores en todo el Valle. De ahí salieron los hermanos Díaz, Joel y Antonio. También Randy Caballero. A ese gimnasio suelen ir boxeadores de muchas nacionalidades a prepararse. De ese gimnasio la boxeadora amateur que más ha logrado algo he sido yo.
Entre dos patrias
No es exagerado decir que su carrera empezó como un terremoto: en ese Campeonato Nacional de 2016 devastó a las grandes figuras del boxeo amateur estadunidense.
–Tenía 16 años. Una cosa que me gusta recalcar es que desde que empecé a competir, todas mis peleas habían sido con campeonas nacionales o internacionales. Y nunca sabía hasta que ya bajaba de pelear. Siempre le decían a mi papá “oye, baja a tu hija, ¿qué estás haciendo?”, “La van a lastimar”. Y él respondía “pues si pierde, que pierda en el ring”. Y nunca fue así. De hecho, seis años de mi carrera estuve invicta. Legué hasta las 36 peleas sin haber perdido.
Mi primer pelea en el Campeonato Nacional fue contra una muchacha que había regresado de un Mundial, y le gané. Después me enfrenté a la que quedó Campeona Mundial en 2015, y le gané. Me fui a otro, volví a ganar. Con Estados Unidos junté siete campeonatos nacionales. Me llamaron a la selección de Estados Unidos desde el primer nacional que gané.
Quería foguearse, ganar confianza. Así que siguió compitiendo porque en California, además, no hay demasiadas mujeres contra quién pelear. Alguna vez condujo 16 horas hasta San Francisco sólo para encontrarse con una rival. Y fue acumulando logros: el Campeonato Mundial de 2017, por ejemplo.
–Allí tuve cuatro peleas. La primera fue contra la Campeona Mundial de 2015, que era de Kazajistán. Después me tocó contra Irlanda. Le gané a la de Irlanda. Después la semi final fue contra Alemania y la final fue contra Rusia. Esa final la gané por decisión dividida. Fue muy impresionante para mí llegar tan lejos. En 2016 fue mi primer Nacional y ya para el próximo año era Campeona Mundial.
–Estuviste peleando al mismo tiempo por México y por Estados Unidos. ¿Cómo fue eso y en qué momento decidiste sólo pelear por México?
–Dos años o tres años estuve peleando por los dos países. Hasta que en 2018 me entero que iban a hacer unos Juegos Olímpicos de la Juventud: un mini olímpico para personas de 17 y 18 años. Y pues ¿quién no va a querer ir a unos Juegos Olímpicos, aunque sean de la juventud? Ya había ganado el Campeonato Mundial. Fui la única muchacha de ocho que ganó medalla de oro. Llegamos del Mundial y hubo otro campeonato nacional que volví a ganar. Pensé que tenía asegurado mi lugar ir a esos Juegos Olímpicos de la Juventud representando a Estados Unidos. Por México, nada más había peleado los nacionales.
Ahí cambió todo. Los dirigentes de USA Boxing le anunciaron que ya habían elegido a los cuatro boxeadores que irían. A ella ni siquiera la tomaron en cuenta, a pesar de que las y los seleccionados no habían ganado, ni de lejos, los mismos combates que Citlalli.

–Yo les peleé por esa decisión –dice Citlalli–. No me iba a quedar con las manos cruzadas. Me comuniqué con la IBA , que en ese entonces estaba encargada del boxeo olímpico. Y ellos me dijeron: “bueno, puedes pelear en un Campeonato Continental y si ganas, te pueden llevar a los Olímpicos de la Juventud”. Le comenté eso a USA Boxing, pero me dijeron que no. Fue cuando me llegó una carta de convocatoria de la Federación Mexicana de Boxeo: me estaban contemplando para el Continental. Entonces vi una salida. Les comenté eso a USA Boxing: “No me están dando solución y no voy a volver a cumplir 18 años”. Me respondieron que si yo iba con México no podría volver a competir con Estados Unidos en dos años, como castigo. Mientras México me estaba peleando para que yo pudiera ir a esos juegos, en Estados Unidos amenazaban con castigarme y luego ni siquiera quisieron firmarme mi baja.
–¿Por qué no querían darte de baja?
–Me dijeron: “Mira, Citlalli, la verdad no te vamos a tener peleando contra nosotros. Preferimos tenerte peleando con nosotros que contra nosotros, así que no te vamos a firmar”. Me quitaron un sueño. Haber podido competir en esos Juegos Olímpicos hubiera sido un cambio de historia bien drástico. Fue cuando dije: “¿Sabes qué? Gracias por todo, empecé con ustedes, pero yo me decido ir con México: quiero evitar que en otro ciclo olímpico me vayan a salir con algo así”. Y empecé a competir 100% por México.
–¿En ese momento empezaron las críticas?
–En ese momento muchas personas empezaron a juzgarme de que yo me fui de allá porque no la hice, y la verdad es todo lo contrario. No tiene mucho que lo comprobé porque yo en Panamericanos tuve tres peleas, una de ellas fue contra Estados Unidos y le gané unánime. Era su seleccionada. Esa muchacha lleva ahí años… Y ese es el tema. O sea, aunque yo le ganara una o dos peleas, nunca me iban a seleccionar para Juegos Olímpicos.
–¿Y qué sientes al representar a México?
–Me da más orgullo y como que hay más apreciación de la gente cuando es por México. Y es por eso que empezaron a salir otras metas. Ok, unos Juegos Olímpicos, pero representando a México. Imagínate.
Citlalli Ortiz: un orgullo pocho
–¿Cómo financiaste tu carrera? ¿Buscaste patrocinios?
–Yo soy muy mala pidiendo patrocinios y pidiendo ayuda. Soy pésima . O sea, no me no me nace. Me da pena y aparte prefiero no deberle a nadie. Tuve cuatro diferentes trabajos. Vengo de familia de meseros. De hecho, mi abuelita fue mesera, mi papá fue mesero, mi hermana fue mesera. Entré de mesera y después trabajé en una gasolinera de troqueros, de tráilers.
A veces me tenía que quedar de 12 de la madrugada hasta las nueve de la mañana. En ese tiempo interrumpía mucho mis entrenamientos y eso afectó mucho mi nivel, mi calidad de boxeo. Todo eso juega parte en la vida de un boxeador. Y sí, la verdad, cuando estaba más joven estaba más filosa; hacía sparring todos los días de hasta 12, 13, 15 rounds. Pero mis jefes siempre fueron muy comprensivos con el tema del box. Yo les decía mira, es que antes de que me contraten hay veces que me voy a tener que ir una semana, un mes, tengo que ir a unas competencias y el trabajo no es mi enfoque ahorita; es el box, hago esto para el box.
–Antes de quedar clasificada para los Olímpicos debutaste como boxeadora profesional. ¿Por qué decidiste regresar al amateur?
–Debuté como profesional después de haber quedado eliminada para los Olímpicos de Tokio. Pero mi carrera no avanzó como pensé. Es muy complicado cuando no tienes conexiones, como una promotora. Lo que suelen ofrecerte es todo para el promotor y nada para el boxeador. Hubo un tiempo en el que yo firmé con un promotor de Nueva York y siempre me decía que tenía peleas para mí y al final me quedaba mal. Y ya mejor trabajé como agente libre, no quería volver pasar por eso. Hasta tuve que pagar para pelear; o sea, para que aceptaran pelear conmigo y avanzar mi récord de profesional, tuve que poner dinero de mi parte. Todo eso me hizo preguntarme: “Ay, ¿de qué me sirve?”. Y luego todavía me cobraban el espacio. Por eso la idea era ir a unos Juegos Olímpicos, porque se te abren puertas.
–Parece un camino lleno de frustración
–Hasta la fecha. Aquí en la delegación de México también hay muchos que son nacidos en Estados Unidos y se vienen para acá. Por eso es muy triste a veces escuchar todas las críticas cuando no soy la única.
–En los últimos Juegos Panamericanos, después de ganar la final contra Nigeria, dedicaste tu pelea a todos los pochos. ¿Qué significa eso para ti?
–Lo dije pensando en las personas mexicanas que se van a vivir a Estados Unidos y hacen su vida allá. Por nuestros papás y abuelos que se consideran pochos o chicanos. La intención es representarlos y darles esa satisfacción y orgullo de que una pocha lo logró. También para que acepten a las personas que como yo son americanas, pero también son mexicanas. Tanto como de allá como de acá. Y eso lo quise reforzar porque es algo bonito, es algo que no cualquiera puede darse ese lujo: poder representar a dos países. Y si en algún momento alguien se anima, que vea y diga “ah, pues yo también tengo papás mexicanos” y poder seguir su sueño. Y obviamente que la gente los acepte ¿verdad? Quiero poder seguir abriendo ese camino, pues.