A sus 34 años, Isaac Hernández vuelve a brillar. Seis años después de obtener el reconocimiento a Mejor Bailarín en los Prix Benois de la Danse –los Óscar de la danza–, se incorporará al American Ballet Theatre de Nueva York, la compañía de danza más importante de Estados Unidos.
La casa en la que vivía Isaac Hernández de niño tenía un patio especial. Además de los tendederos donde su mamá extendía la ropa al sol, había una barra improvisada de ballet en la pared y dos tablas de triplay en el piso. Todos los días dedicaba cuatro horas a prepararse: en ese pequeño “salón” de Zapopan, Jalisco, su papá lo formó como bailarín. ´
Sus padres, Laura Fernández y Héctor Hernández, fueron también figuras destacadas de la danza mexicana del siglo XX. Así que Isaac nació en abril de 1990 con la vocación en las venas. Del patio de su casa, salió becado hacia Filadelfia con apenas 11 años. Aprendió en las mejores escuelas hasta ser el bailarín principal del Ballet Nacional de Holanda, una de las mayores compañías de danza de Europa. Después, nada lo frenó.
Con apenas tres lustros de vida se convirtió en el único mexicano en ganar la medalla de oro en las Olimpiadas del Ballet que, cada cuatro años, se realizan en la Ciudad de Jackson, Misisipi. A esa edad, vivió otro gran momento: debutó en el ballet de la Ópera de París, como figura principal y fue el primer bailarín mexicano en lograrlo.
Su talento también lo llevó a convertirse en el único artista connacional en pisar una de las cunas del ballet: el Teatro Mariinsky de San Petersburgo, Rusia; en ese escenario se estrenaron las obras maestras de danza clásica, como El lago de los cisnes, Cascanuces y La bella durmiente.

En el camino, Isaac Hernández ha trabajado bajo la dirección del bailarín Vladimir Vasiliev quien es considerado parte de la tríada de estrellas en la historia del ballet ruso, junto a Rudolf Nuréyev y Mijaíl Barýshnikov. Después, cuando estuvo en el ballet de la Ópera de Roma fue guiado por Barýshnikov, considerado el mejor bailarín vivo del mundo.
Hace seis años, como primera figura del English National Ballet, a Isaac le ocurrió algo sin precedentes para un artista mexicano: fue galardonado como “Mejor bailarín” en los Prix Benois de la Danse, la competencia internacional más relevante realizada en el Teatro Bolshoi de Moscú, uno de los máximos escenarios del arte.
Los Prix Benois de la Danse son considerados como los “Premios Oscar” de la danza. Al obtenerlo, el nombre de Isaac Hernández quedó grabado en la historia universal del ballet.
También le gusta el cine. Formó parte del elenco de las películas El rey de todo el mundo, de Carlos Saura, y Dreams, de Michel Franco; también apareció en la serie Alguien tiene que Morir, de Manolo Cano.
A sus 34 años, vuelve a brillar. Después de permanecer dos años en el San Francisco Ballet, Isaac Hernández se ha incorporado al American Ballet Theatre de Nueva York, la compañía de danza más importante de Estados Unidos. Estará, primero, como artista invitado en la temporada otoño-invierno; se convertirá en el bailarín principal a partir de enero de 2025.
¿Te has convertido en un bailarín nómada?
Disfruto recorrer el mundo porque cada ciudad tiene su historia y es interesante conocer sus costumbres, su gente, ver la cultura que se genera en torno al ballet. Por ejemplo, Londres tiene una tradición mucho más arraigada a la danza clásica, a ese repertorio inglés de narrativas antiguas, hermosas. En cambio, en Estados Unidos todo es más abstracto.
Al ser la figura principal del English National Ballet bailé todo el repertorio clásico tradicional inglés. Cuando me cambié al Ballet de San Francisco, California, me encontré un ambiente muy diferente. No hay una cultura de ballet clásico, se puede decir. El año pasado bailamos una obra creada con inteligencia artificial que incluía un DJ y grandes diseñadores. Trabajamos un repertorio más variado, sin dejar de incluir obras como El lago de los cisnes.
¿Esa apertura da oportunidad a las nuevas generaciones de coreógrafos?
Esa es otra de las razones que me atrajo del English National Ballet: la intención de su directora, Tamara Rojo, por reinventar los clásicos y crear nuevos. En Londres participé en dos producciones: interpreté al Príncipe Guillaume en La Cenicienta, con una nueva versión de Christopher Wheeldon; y fui Albrecht en la obra Giselle, un clásico reinventado por el coreógrafo Akram Khan. Se trata de una conversación entre una pieza de ballet creada hace más de 200 años, como Giselle, y una versión que te lleva al tiempo presente.

Para que las industrias creativas de México sean competitivas y aporten al Producto Interno Bruto, necesitamos cambios legales. en el Reino Unido la industria cultural aporta a la economía 200 mil millones de libras al año.
Ese también es el espíritu de la gala de danza “Despertares” que presentas cada verano en el Auditorio Nacional.
“Despertares” es la fiesta de danza más importante del mundo. Pocas veces se puede compartir una gala artística con 10 mil personas reunidas en el Auditorio para vivir un momento irrepetible. Es un suceso que contagia a los artistas y a la gente. No he puesto ningún tipo de barreras para el contenido artístico. Este año hay hip-hop, jazz, danza contemporánea y ballet. Me interesa que los artistas invitados de diez países ofrezcan su mejor versión.
Como fundador y director artístico de Soul Arts Productions, ¿es difícil tener una empresa cultural en México?
Para que estas industrias creativas sean competitivas a nivel global y logren aportar al Producto Interno Bruto (PIB) del país, necesitamos cambios legales que lo permitan. Por ejemplo, en el Reino Unido las industrias culturales aportan a la economía 200 mil millones de libras esterlinas al año.
Ese modelo me gusta porque aplica una estructura mixta: 30 por ciento de los recursos viene del subsidio gubernamental, que garantizan el pago de los trabajadores de planta, por ejemplo, del Ballet Nacional; después, la compañía debe recaudar el resto de los fondos para desarrollar nuevas propuestas. Con la venta de boletos en taquilla se logran subsidiar otros proyectos el resto del año.
Pero la Secretaría de Hacienda en México trata igual a las industrias culturales que a las empresas cerveceras.
México tiene mucho trabajo legislativo por hacer para impulsar las industrias culturales. Necesita establecer incentivos fiscales que potencien este sector. En Estados Unidos, por ejemplo, el subsidio del gobierno es simbólico para las artes. Si el American Ballet Theatre de Nueva York tiene 100 millones de dólares de presupuesto al año, se debe a sus patrocinadores, a la venta de boletos en taquilla y a individuos que utilizan los incentivos fiscales para donar al ballet, museos, escuelas de danza y todo eso.
Tenemos ejemplos de industrias creativas en el mundo que pueden ser útiles. Claro, ninguno se puede copiar en un país como el nuestro, con una variedad de especialidades tanto en la producción escénica como en la interpretación. Por eso, se necesitan leyes fiscales. De otra manera, se mantendrá el famoso dicho: “Ser artista en México significa morirse de hambre”.
¿Qué otros problemas te preocupan del país?
Hay ciertos temas que me inquietan. Me siento orgulloso de mi país y siempre he tratado de luchar porque su reputación sea representativa de la realidad que vivimos: grandes talentos, diversos proyectos culturales, empresarios con enormes planes… Pero también me preocupa que se le vea como un país secundario, a pesar del potencial que tiene en sus jóvenes, en la riqueza de sus culturas y en sus recursos naturales. Nos ven como un país en desarrollo.
También me inquieta la violencia y la inseguridad. Aún no logramos entender cómo solucionarlos. Hay múltiples realidades en nuestro territorio que nos impiden encontrar un espacio en común para construir un futuro mejor. La desigualdad es grave y existen poblaciones con muchísimas necesidades.

Me encanta Romeo. Nos muestra la vida en plenitud, su inocencia, su vitalidad y esa extraña libertad que disfruta en un periodo tan corto de su vida. celebro esa ingenuidad.
¿Cómo se forma un bailarín, además de su disciplina coreográfica y corporal?
Nos nutrimos de todas las artes. Es algo que, muchas veces, los bailarines jóvenes no captan a tiempo. Estamos dentro de una industria del entretenimiento y tratamos de conectar con un público al que quizás le quedan muy distantes las historias que contamos en el ballet, aunque son temas universales. Si no eres curioso y no te enteras de lo que sucede en la vida diaria de las personas, en las historias que le interesan al público, te vas quedando rezagado. También creo importante estar enterado de lo que hacen los artistas que están cambiando la historia del arte contemporáneo, de la música, de la pintura. En lo personal, yo creo que la vida es la mejor caja de herramientas para un artista.
También has manifestado gusto por la lectura, ¿tienes algún libro predilecto?
Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez. Ese libro me generó una fuerte reacción emocional. De niño leí Juan Salvador Gaviota, de Richard Bach, y también fue algo muy especial sentir empatía por un personaje que diseñaba en la imaginación. Pero el de García Márquez fue un viaje fantástico. Lo que más me gustó fue el final porque resume la historia de la familia de Aureliano Buendía hasta llegar a la decadencia, con esa imagen de las hormigas llevándose al bebé.
Leí otros libros de Gabo, pero también las novelas de Ernest Hemingway y de los clásicos rusos. Aquí me pasó algo especial. Cuando interpreté a Lensky en la obra Onegin (un ballet basado en la novela de Pushkin) entendí de inmediato al personaje, la ciudad en la que habita, el clima, los aromas y hasta su estado de ánimo porque había leído todo eso en los libros de Dostoievski.
De los personajes que has interpretado, ¿con cuál te quedarías?
Me encanta Romeo. Nos muestra la vida en plenitud, su inocencia, su vitalidad y esa extraña libertad que disfruta en tan corto periodo de su vida. No te das cuenta que tan corto puede ser un momento hasta que pasó. Celebro esa ingenuidad y el ímpetu que tienes como adolescente para entregarte a ese momento, sin importar las consecuencias. Romeo me permite revivir esa ingenuidad.
Pero los jóvenes de ahora están más atrapados en la tecnología que en vivir su realidad.
Las nuevas generaciones se han acostumbrado a otro tipo de entretenimiento. Pero mientras maduran y van creciendo, buscan un poco más de sustancia en los contenidos que consumen. Los avances tecnológicos son otro cambio social, aunque tengo esperanza de que los jóvenes buscarán cierto refugio ante el ruido cibernético.
¿Te interesaría dirigir una compañía de ballet en México?
Probablemente no. Ahora, porque me fascina bailar. Y después de dejar los escenarios, me imagino haciendo algo completamente diferente. Aunque siempre relacionado con el arte porque creo que es una de las mejores herramientas de movilidad que tenemos como sociedad.
Me gustaría, por ejemplo, tener una posición en la que pueda defender las industrias culturales: impulsar su desarrollo. Pero, si en algún momento, alguna organización pasa por un periodo difícil y cree que le puedo ayudar, contribuiré. Y ahí es donde, tal vez, sí termine dirigiendo algo.