Fábrica de Periodismo
Entrevistas
Apoyar a la Fábrica
“Los demonios”, un thriller de mineras que “vampirizan” donde sea que llegan
Una vista de Los Filos, en Guerrero, complejo minero operado por la empresa canadiense Equinox Gold. Veinte años de explotación ha acabado con los cerros y ha dejado una secuela de degradación ambiental de su territorio, contaminación de manantiales con arsénico y metales pesados, que ha dejado las parcelas estériles. Foto: Adolfo Vladimir | Cuartoscuro.com

Tryno Maldonado, escritor

“Los demonios”, un thriller de mineras que “vampirizan” donde sea que llegan

Como una “anti Babel” en el inframundo, define el autor a su novela en tres tomos, cuya promoción ha retomado tras una pausa. Es “una metáfora de la sangre, de un cuerpo, con el oro y la plata y el agua, al que le extraen todo hasta que lo dejan moribundo”, dice.

Las mineras saquean a los pueblos, “se llevan toda la riqueza y la naturaleza también; no reparten nada”. En el universo cerrado que recrea Tryno Maldonado a partir de su propia experiencia, un feminicidio detona la trama, que avanza entre trabajadores en labores extremas sometidos a mucha violencia, patrones gringos y marinos y narcos a su servicio


Tryno Maldonado regresa en busca de lectores para su más reciente novela que, si bien se empezó a cocinar hace más de una década, se sigue cociendo a fuego lento. Lentísimo. Primero, fue juntando los ingredientes, creó los personajes, le dio coherencia a una trama no lineal, añadió suspenso, intriga, y acomodó todo en forma de thriller antes de imprimir a mano –literalmente– los tres volúmenes que integran la obra.

Luego, hace casi dos años, mientras él mismo ayudaba a coser las páginas y a encuadernar, había que promocionar esa primera edición artesanal en una plataforma donde conseguía patrocinadores que obtendrían el producto meses después de haberlo apartado. Y una vez entregados esos ejemplares, había que promover la venta en una de las plataformas de comercio electrónico más grande del mundo, donde la obra se puede comprar al gusto del cliente, en versión digital o impresa, con tapa blanda o dura.

En eso está. Pero no tiene prisa, entiende que Los demonios necesita tiempo, como quien desciende al averno y debe aprender a vivir ese destino de calor y oscuridad.

Ahora, su objetivo es acercar al público a un libro de dimensiones poco usuales, que dificilmente sería acogido por una editorial comercial o independiente, porque “es caro, técnicamente complejo de producir, de almacenar y de distribuir”, reconoce el autor de la celebrada Temporada de caza para el león negro (Anagrama, 2009) en entrevista con El Sur, medio donde publica su columna Metales pesados desde hace más de ocho años.

En la imagen, el escrito Tryno Maldonado
Tryno Maldonado, encuadernando Los demonios. Foto: cortesía

Trama en tres tomos, mil páginas

En realidad, el germen de la historia que se cuenta en Los demonios tiene 20 años, si contamos desde el principio, cuando el joven Tryno –nacido en Zacatecas en 1977– trabajaba en una mina, hasta la fecha, cuando presentó por segunda vez su obra más ambiciosa, el pasado noviembre en la ciudad de Oaxaca, a donde se mudó en 2006.

–Para empezar, recordemos que son tres tomos, ¡tres! ¿Cuántas páginas tiene cada uno? –le pregunto a través de la pantalla, al inicio de la conversación vía Zoom.
–El primero es de 470 páginas.

–¿Y el segundo?
–El dos es de 402. Y el 3, de 371.

–Estamos hablando de una novela de mil 200 páginas repartidas en tres volúmenes. Uf… Suena a mucho.
–Pues sí, técnicamente tiene sus complejidades –sonríe y levanta las cejas.

–¿Es un solo tema, una sola trama?
–Es una sola trama de principio a fin que tiene en el centro a Ismael, su protagonista, un médico de Oaxaca. Los tres tomos están englobados bajo el título de Los demonios. Esta novela la tengo ideada desde los 28 años, cuando entré a trabajar a una mina de oro y plata para hacer la investigación. Ya tenía claro que quería hablar de este universo, esta reducción del entorno de explotación capitalista y violenta, de mucha violencia patriarcal. Y de mucha violencia contra los cuerpos de las personas que trabajan ahí, hombres y mujeres y menores –explica Tryno, oriundo de un estado que ha vivido de la minería prácticamente desde el tiempo de la Colonia–.

La estuve postergando, postergando, llevé mi diario en dos, tres libretitas con apuntes del funcionamiento de la mina, el organigrama, cómo son los procesos de extracción de los minerales, los tipos de trabajos que hay, de dónde vienen las personas que están alrededor, el pueblo y cómo se organiza en torno la mina, la historia del pueblo.

En el ínter, cuenta, publicó una novela sobre Oaxaca, Teoría de las catástrofes (Alfaguara, 2012), un libro de cuentos “y cuando sentí que ya estaba listo, también técnicamente, para abordar este tema de las minas, pues se nos atravesó Ayotzinapa”. Y se dedicó a ese libro, Ayotzinapa. El rostro de los desaparecidos (Planeta, 2015).

“Entonces, Los demonios es una novela que ha atravesado muchos momentos de mi vida, de mi escritura. Se fue… no quedando, pero sí se estuvo cocinando, madurando, un ritmo más lento, sí, pero todo el tiempo estuve avanzando. Cuando llegó la pandemia de covid 19, me fui a la caravana del Congreso Nacional Indígena con Marichuy, con su vocera. La pandemia, no sé si te acuerdas, nos cortó el ritmo a todos. Yo estaba todo el tiempo fuera, tomando fotos, haciendo entrevistas, escribiendo, y a lo mejor ese encierro me dio chance ya de cerrar la novela, de ahora sí terminarla. Fueron en total 10 años para los tres tomos”.


Una historia universal “traducida a Oaxaca”

Los demonios es la historia de una mina, “es como una especie de anti-Babel –describe Tryno–, como en Moby Dick, estos entornos reducidos de trabajadores en labores extremas donde los cuerpos son sometidos a esfuerzos extraordinarios, a mucha violencia, donde los cuerpos son desechados también: la vida de los mineros es muy corta, se retiran muy jóvenes por las enfermedades o los accidentes. Y quería contar esa historia. La traduje a Oaxaca, donde vivo desde hace casi 20 años. Se sitúa en la Sierra Norte, pero funciona si tú llevas la minería, si la transportas a cualquier lado: vampirizan casi exactamente igual a cualquier pueblo”.

Como parte de su investigación, Tryno leyó textos sobre el tema, por ejemplo Germinal, de Émile Zola. “Es una novela del siglo XIX y ahí te das cuenta de que las condiciones de las minas en las que trabajan hombres, mujeres y niños no han cambiado mucho”.

–Nada más la tecnología.
–Pues sí, ahora usan máquinas que cuestan más que un coche de Fórmula 1, pero siguen explotando igual a las personas.

–Y siguen teniendo grandes riesgos, sobre todo de salud.
–Sí. Y siguen sufriendo durante el resto de su vida las consecuencias. Y eso lo traduces a la comunidad, porque los pueblos donde se instalan las mineras también son vampirizados. Una vez que extraen lo que iban a extraer, la tierra se muere, el agua, acaban con todos los recursos del entorno y para muchos de los pueblos en Oaxaca eso es una forma de injusticia, un crimen, porque ellos consideran al cerro, a los árboles, a la montaña, al río, seres vivos también, son parte de la comunidad.

–Y hoy hay que añadir el elemento del narco.
–Y la militarización también. Coincidió con todos estos temas que llevo trabajando en crónicas, columnas y en mi… pues no me gusta decir activismo… mi acompañamiento a las luchas. Los demonios fue como un un crisol que atraía a todos esos temas y en lo literario también, porque me daba chance de experimentar mucho con el lenguaje. Ahí en la novela está el habla zapoteca del Istmo. Hay algunos mineros zapotecos de la Sierra Norte, hay chontales, hay ingenieros que vienen de Estados Unidos, y en ese sentido también es un crisol a nivel de lenguajes, que constituía otro tipo de reto literario.

Tryno Maldonado escribe en Los Demonios un retrato de cómo las mineras vampirizan a las comunidades donde llegan
Toma áerea de la mina Los Filos, en el municipio de Eduardo Neri, Guerrero, en donde la minera canadiense Equinox Gold ha extraído todo lo que ha podido de los cerros y ha dejado devastaciñon ambiental. Foto: Adolfo Vladimir | Cuartoscuro.

–Usas el término vampirizar. ¿Por qué?
–Es la imagen de un cuerpo, de un organismo, en este caso de una montaña, a la que le son extraídos sus recursos. Si fuera una metáfora de la sangre, de un cuerpo, con el oro y la plata y el agua, sobre todo, pues le están extrayendo todo hasta que la dejan moribunda. En la novela hay una metáfora sobre la montaña y la importancia que para muchos pueblos tiene. El mito de la montaña sagrada y de cómo si alguien se atreve a profanarlas puede haber castigos o consecuencias. Puedes verlo como el lado mágico o tradicional, pero también del lado material, de que no puedes extraer los recursos hasta las últimas consecuencias y esperar que no pase nada. Por eso, esa imagen fue lo primero que se me vino a la cabeza, porque sí es como un organismo del que se extrae toda la fuerza vital y se le deja hecho un cascajo.

“Vampirizar”, según lo aplica el autor en Los demonios, a los cuerpos humanos, a la comunidad, al entorno, sucede en el plano colectivo e individual. Y en el plano laboral, de extracción, pues las mineras “dejan sin nada al pueblo y luego se van, lo dejan sin recursos, pobre. Se llevan toda la riqueza y la naturaleza también; no reparten nada”.


No glamuricemos la revuelta

Otro elemento presente en Los demonios es lo comunitario. Las mineras “trabajan mucho para dividir. Como esta noción de ¿cómo se llamaba?… el taller de verano: entraba a los pueblos a evangelizar, pero en realidad promovía valores como el individualismo, la propiedad privada y terminaba desuniendo a las comunidades. Ah, era el Taller Lingüístico de Verano”, recuerda Tryno.

“Ahora sumas a la ecuación a la Guardia Nacional, que está allí cuidando los intereses de las mineras. Así, tal cual. Para la novela se me ocurrió que hubiera personajes de la Marina, que entran a cuidar los intereses de la mina ficticia. Y está el otro brazo armado, el del narco, que también protege, eso sí llegué a verlo, los intereses de las empresas canadienses o estadunidenses”.

Todo eso es un caldo de cultivo para la revuelta, enfatiza el escritor. “Es spoiler, pero en algún momento de la novela se empieza a organizar la gente contra estas fuerzas que están coludidas ahí, en simbiosis. Se podría decir que es una novela muy realista en ese aspecto”.

–¿En tu libro hay una revuelta? Está el retrato de la situación en la mina y luego ¿hay algo que desencadene la reacción de la gente?
–Sin dar pistas ni spoilers, digamos que hay un intento. Para decirlo como alguien que no conozco y que hizo una reseña en internet: “en la novela de Tryno no se no se romantiza la revuelta. Creo que las hemos llegado a mirar muy de cerca como para saber que no es algo que se sea romantizable”, dice ese lector.

Es bien complicado pensar que pueda haber un esfuerzo de levantamiento ahora, contra esta fuerza hipermilitarizada, con armamento que usa el ejército de Estados Unidos y, por el otro lado, contra los grupos paramilitares, el narco. Es bien complicado pensar en eso.

Lo que sí hay, revela Tryno, es “organización a partir de la fiesta, de la inconformidad de los trabajadores de la mina, del propio pueblo, que comienza en la trama a partir de un feminicidio. El libro empieza con un feminicidio: hay una cazadora, una minera rasa de la que encuentran su cuerpo agonizante. Y empiezan a ocultarse intereses. Por un lado están los jefes gringos, que no quieren que salga de allí el asunto. Son muy herméticos, el mundo de la mina es muy hermético para cualquier tipo de accidentes o de crímenes”.

En la novela, “la tensión crece entre la inconformidad de los trabajadores y el interés de las autoridades y de los jefes, de los ingenieros de Estados Unidos, para que no se sepa. Pero se da una serie de asesinatos adentro de la mina; son trabajadoras, mujeres que han mostrado su disconformidad con las condiciones laborales, y va escalanado el conflicto. Quien narra es un médico llamado Ismael, que entra en la mina de forma muy idealista. Es un poco la mirada que tenía yo en esa época. Al lector, lectora, le sirve como una especie de testigo que se va asombrando de este mundo y tiene la posibilidad de ir explicando cómo se organiza, cómo funciona, qué papel juega cada quién en ese entorno cerrado, esa anti-Babel con todos sus niveles, estratos y castas que operan en la mina”.

“Y hay una especie de despertar de conciencia. Muchas experiencias que, sin ánimo de comparar, son similares a los testimonios que pude escuchar en la caravana del Congreso Nacional Indígena con Marichuy por todo el país. Testimonios de resistencia locales. A lo mejor no tienen que ver geográficamente, pero pienso en Cherán (Michoacán). Aquí mismo en la Chinantla (Oaxaca) se llegaron a organizar los pueblos contra las mineras. De estos ejemplos de luchas y resistencias aparecen los ecos en Los demonios.


De la primera a la segunda presentación

–Cuéntanos cómo es que presentaste esta novela otra vez. ¿Es una versión diferente?
–No, es la mismita edición, sólo que no había habido una presentación oficial, por decir. Hace año y medio hicimos prensa (difusión). Todo fue en línea, pero el evento de presentación en Oaxaca –a fines de noviembre– fue como el oficial. La presentación en físico.

La diferencia respecto al primer lanzamiento, menciona, es que “cubría solamente los ejemplares de los patrocinadores de la plataforma Kickstarter, pero fue limitado, porque no podíamos darle salida comercial todavía de forma normal, hasta que cubriera ese proceso de entrega de patrocinios”.

–¿De cuántos ejemplares fue ese primer tiraje?
–De alrededor de 120 juegos de tres, es decir, por multiplicado por tres. Otra característica de esta edición es que fue hecha a mano. Un amigo, Alfonso, de Energía Visual, y yo, entre los dos estuvimos cosiendo, empastando, cortando; y antes hicimos la selección de tipografías. Todo es artesanal. Esta sí que es edición de autor –presume con una sonrisa tímida.

Pero esta manera de editar la novela hizo los procesos de publicación y difusión “todavía más lentos, por eso han pasado muchos meses, y cada vez que queremos reimprimir nos tardamos otro rato. Lo bueno es que también existe la versión impresa de Amazon, que hacen bajo demanda y te la entregan rápido. Claro, con una calidad diferente”.

Como ha cumplido con los ejemplares prepagados, Tryno ya puede hacer la promoción comercial del libro de tres volúmenes que es Los demonios. De ahí la presentación en Oaxaca a fines de noviembre. Su objetivo es que la gente sepa que el libro está disponible, también, en Amazon. Esta fórmula híbrida de edición artesanal, edición digital o edición on demand “es la que vamos a promover” en adelante.

–¿Es negocio vender libros a través de plataformas de comercio electrónico?
–Ya sé… firmar con Jeff Bezos es como firmar con el diablo. Pero el trato que te ofrece Amazon, si respetas la exclusividad, es que te da hasta 75 por ciento de cada ejemplar vendido. Me pareció más justo que con otras editoriales de las que yo venía. Y sí: si el libro se mueve. Ahí la dificultad es la promoción, la gente aún no está acostumbrada a comprar libros en Amazon. La pregunta que más me hacen es dónde, en qué librería consiguen el libro, si yo se los puedo vender. Como que falta ese eslabón todavía. No sé si tienen desconfianza. O gente como yo mismo, que prefiere ir a las librerías a ver las novedades, poder ojear los libros, ver si algo les llama la atención. Y pues esa conexión no la tienes con Amazon. Entonces, no, no es negocio, respondiendo muy sinceramente tu pregunta.

Es un tema de costos, dice. “Es difícil que alguien compre los tres volúmenes de un solo tirón y Amazon… ¡híjole, ya parece comercial! –admite entre risas–, pero si tienes Kindle, Amazon te da chance de rentar el primer volumen, como si fuera una plataforma tipo Netflix: descargas un mes el primer volumen, como si fuera una serie; después te puedes leer el segundo volumen y al final el tercero, por ejemplo.

–Y también tienes la opción de imprimirlo en pasta blanda o con tapas duras.
–Sí. Yo mismo me encargué de la edición. O sea, viene muy bien cuidada.

La idea de Tryno es mover lo que queda de la edición de autor y en Amazon, “con miras a que tenga algún otro tipo de salida, como una traducción”.

–¿Y sí has vendido fuera de México?
–Sí. A mí como autor me dan las estadísticas y veo que hay gente que ha comprado el libro en Sudamérica y en España, pero en México y EU es donde más se ha vendido.

Esta parte técnica-comercial de ser escritor hoy “es compleja y nunca me había tocado –admite atribulado–. Bueno, desde mi primer libro de cuentos, como a los 21 años, que fue una edición punk. Pero ese aprendizaje lo apliqué ahora, porque las editoriales demandan libros que les rindan más, que sean más redituables; libros delgaditos y que sean garantía de venta.


Libertad a cambio de responsabilidad

–Has estado con Alfaguara, Anagrama, Planeta, las grandes editoriales. ¿Por qué decides ahora sacar tu edición en lo individual?
–Por libertad. Ese sería el resumen. Gané muchas libertades. Pero al mismo tiempo, eso implica muchas responsabilidades. Tuve la suerte de empezar a escribir joven. Mi primera novela salió en Planeta. A los 25 años la escribí y a los 27 ya había publicado en la colección El volador, donde empezaron José Emilio Pacheco, Carlos Fuentes, Carlos Monsiváis…

Para alguien que está empezando, es muy benéfico tener esa súperventana de distribución, de difusión y, claro, de prestigio, porque te acompaña un catálogo de autores y autoras con una obra que hemos leído casi todos en México. Después, con Anagrama fue una muy buena experiencia, fue… no sé cómo decirle, como el salto internacional. Porque ese libro de Anagrama, Temporada de caza para el león negro, consiguió lectores en otros países.

Con el tiempo, reflexiona Tryno, te das cuenta de que “aunque publicas en editoriales multinacionales, cuando eres joven firmas casi cualquier cosa. Hay contratos leoninos con que secuestran tu obra por siete años. O se quedan con los derechos para cine, para audiolibros, para el formato electrónico, y pues al principio se te hace bien, lo que quieres es que te lean. Pero luego, si quieres dedicarte más o menos a escribir y tener algún ingreso de eso, ya ves que a lo mejor no es lo más idóneo trabajar en ese circuito. Y está el tema de los agentes (literarios), que te ven como una mercancía que pueden ofrecer a las editoriales y su prioridad no son ni tus temas ni tus intereses, sino lo económico, lo pecuniario”.

Tryno menciona que tuvo que detenerse a pensar en su futuro. “Si eres un autor, como considero es mi caso, que no va a ser best seller ni que trabaja en los temas de moda, pues no le voy a significar grandes ganancias a ninguna agencia ni a ninguna editorial. Perdí eso: la oportunidad de tener mis libros en los estantes de las librerías, en la mesa de novedades, pero gané al escribir esta obra que yo siempre quise hacer, como esas a las que les decían las ‘grandes novelas latinoamericanas’, digo, sin ánimo de compararme, pero me refiero a esa ambición de retratar un tema o una época completa en una sola novela”.

Además, la carrera literaria del zacatecano coincidió con su “caminar” con los zapatistas, con las familias de desaparecidos y otras luchas de Oaxaca. “Como que iban también causando ruido o tensión a las editoriales, porque estos no son los temas más cómodos para ellos y pues fue muy natural la decisión de editar mis propios libros”.

A pesar de sus objeciones, Tryno precisa: “No estoy diciendo ‘no publiquen en editoriales multinacionales’. Yo se lo recomiendo a la gente que empieza a escribir, porque ahí tienen tienen la oportunidad de trabajar con editores muy buenos, con mucha experiencia. Yo tuve chance de trabajar con Jorge Herralde en Anagrama, por ejemplo; con Ramón Córdoba en Alfaguara. O sea, tampoco satanizo ese medio ni cerraría la posibilidad, para nada”.

Justamente, el haber trabajado con editores experimentados le dio a Tryno la seguridad de que sí podía sacar por su cuenta Los demonios. “Me decían que si le quitaba 500 páginas, entonces lo podrían considerar. Pero era como mutilar el trabajo de, no sé, cinco años, solamente para encajar en el molde comercial”.

Tryno da asesorías a escritores y escritoras con libros ya terminados, así que “ese ejercicio” le dio la confianza necesaria. “Fue como ser productor de mi propio disco”.


Del zapoteco al español, pasando por el inglés

–Aparte de la extensión –más de mil páginas en tres volúmenes–, ¿hay propuestas nuevas en el formato de la novela, en la escritura, en la estructura?
–Pues no sé si la innovación, pero sí la disrupción o la atención que crea la novela. Aparte de que me gusta tener mi estilo muy marcado en la puntuación, aquí está la inclusión del zapoteco. Eso me costó mucho, sobre todo a nivel ético, porque mi duda al final era si no estaba suplantando la voz de una lengua que no me tocaba a mí. Fue todo un dilema. Utilicé un método de un poeta zapoteco, son partes en zapoteco del Itsmo. Con Natalia Toledo –poeta oaxaqueña– platicamos y me ayudó en varios fragmentos, porque hay mineros de todos lados, de Oaxaca y de otras zonas del país. Esa hibridación de lenguas que están en el texto, creo que es lo que genera más tensión. Y no hay glosarios, decidí no traducir esos diálogos.

Es decir que Tryno no traduce en Los demonios ni a los ingenieros gringos ni a los trabajadores zapotecos, mixes o hablantes de otras lenguas indígenas. Le deja esa tarea a la curiosidad de lectoras y lectores.

“Y también decidí llevar hasta sus últimas consecuencias el lenguaje hablado al escrito, con oraciones a veces no tan simples o tan coordinadas, que son subordinadas, líricas y a veces muy imaginativas.

–O sea, escribir como hablamos.
–Ándale. Por ejemplo, la forma que tienen en los pueblos de decir las cosas en su lengua. No te dicen “¿Cómo estás?”, “Hola”, te dicen “¿Cómo se encuentra tu corazón?”. Es muy metafórico, no tan literal. Y aquí sí lo llevé a sus últimas consecuencias, por lo menos de lo que considero mi estilo, que también es un lenguaje muy expansivo.


Tiempo que va y viene, en forma de caracol

Durante la investigación para la novela, el autor se sumergió en tradiciones y lenguas para crear personajes sólidos, verosímiles. “Muchos son parte del imaginario zapoteco y palabras, frases que fui construyendo así de a poquito –cuenta–. Y la estructura no es lineal. Podríamos compararla con un caracol: es una estructura que se repite. Tiene que ver con la noción no occidental del tiempo. Muchos de los pueblos en Oaxaca tienen una idea del tiempo no solamente en espiral, porque es bien diferente de como la ven los ayuches (mixes) y como la ven los zapotecos. En la novela, el tiempo avanza y retrocede. Como si fuera un un caracol. Ahí hay, de hecho, escenas que se repiten desde varios puntos de vista.

–Eso hace el cine, ¿no?
–Sí. Es parte de la propuesta a nivel técnico. Me costó mantener esta estructura así tan grande y que siguiera funcionando, que no se cayera, porque no avanza del punto A al punto B, es como… pues sí, una espiral gigante.

–Al ver los tres tomos de Los demonios, cualquiera pensaría que hay que tener una disciplina grande para terminar de leerlos. ¿Pensaste en tus lectores y lectoras? ¿Qué van a hacer?
–Ahí sí estoy muy consciente, porque hoy nuestra competencia son las plataformas. Entiendo muy bien si alguien se quiere ir a ver la nueva serie de Netflix o la de HBO en lugar de leer. Yo mismo haría eso, porque sí estoy viendo ahorita varias series –ríe–. Pero también creo que la literatura te da una recompensa diferente. Yo no le pediría a alguien que hiciera un esfuerzo que no estuviera a la altura de de esa recompensa.

Como lector siento que es injusto tener a alguien ahí sufriendo. Traté de que la trama fuera muy atractiva, muy atrayente. Los demonios está escrito en forma de thriller. Eso es lo que hace avanzar todo, es como un río –como en Los detectives salvajes, apunta– que fluye; la acción, la búsqueda de ese misterio, de ese enigma, es lo que mueve a la novela del capítulo 1 al final.

Fue difícil, reconoce, “pero como a mí no me gusta leer cosas aburridas, tampoco quiero darle cosas aburridas a la gente”. Aunque hay que “invertirle tiempo, la literatura nos abre oasis, esos espacios de imaginación que no te puede dar otro medio. No te lo van a dar el cine o los podcasts o Netflix. Es un lenguaje distinto que tiene su propio placer, su propio goce. Eso sí creo: que lo van a disfrutar”.

Los demonios, dice Tryno, “es un libro para llegar hasta el final”.

*Esta es una versión extendida de la entrevista publicada originalmente en El Sur de Guerrero.

Síguenos en google-news

Síguenos en Google Noticias

Por: Viétnika Batres | El Sur

La actualidad de la fábrica directo a tu buzón.

Suscríbete a nuestra newsletter vía correo electrónico o a nuestro canal de WhatsApp y te enviaremos lo más relevante de Fábrica de Periodismo.


Unirse al canal
Fábrica de Periodismo

Síguenos:

Fábrica de:

  • Reportajes
  • Investigaciones
  • Entrevistas
  • Noticias
  • Cómo aportar
  • Nosotros
  • Contáctanos
  • Aviso de privacidad
Fábrica de Periodismo

Fábrica de:

  • Inicio
  • Reportajes
  • Investigaciones
  • Entrevistas
  • Noticias

Explorar por tema:

  • Cultura
  • Derechos Humanos
  • Internacional
  • México
  • Seguridad
  • Sociedad
  • Nosotros
  • Contáctanos
  • Cómo aportar
  • Aviso de privacidad