Con José Antonio Kast la ultraderecha toma la presidencia en Chile
Con 58.1% de votos, José Antonio Kast gana la presidencia de Chile. Será el primer gobierno de extrema derecha desde el fin. dela dictadura.
La victoria contundente del ultraderechista José Antonio Kast este domingo no es solo un cambio de gobierno en Chile. Es la ruptura de un paradigma que duró 35 años. Chile, durante décadas visto como un oasis de estabilidad y consenso democrático en América Latina, eligió por primera vez a un presidente que no condena la dictadura de Augusto Pinochet y alinea su futuro con el de otros países de la región que han abrazado políticas de mano dura y conservadurismo radical.
Con el 99% de las mesas escrutadas, Kast, abogado de 59 años y líder del Partido Republicano, obtuvo un 58,1% de los votos. Su contrincante, la comunista Jeannette Jara, candidata de la coalición oficialista de izquierda, alcanzó un 41,8%. No es una derrota más: es el peor resultado del progresismo chileno desde el retorno a la democracia en 1990.
La candidata reconoció el resultado rápidamente. “La democracia habló fuerte y claro”, escribió Jara en la red social X, anunciando que había llamado al presidente electo para desearle éxito. Desde su primer discurso, en el acomodado sector de Las Condes en Santiago, Kast adoptó un tono conciliador: “Chile no avanza dividido”, aseguró, dirigiéndose incluso a su rival para reconocerle “coraje”.
El presidente saliente, el izquierdista Gabriel Boric, de 40 años, siguió el protocolo. En una llamada telefónica transmitida públicamente, felicitó a Kast por su “triunfo claro” y lo invitó a “una transición muy ordenada”. El electo agradeció y dijo que le interesará contar con las opiniones de Boric después del 11 de marzo de 2026, cuando asuma oficialmente.
Una línea histórica cruzada
El triunfo de Kast cobra sentido al mirar en retrospectiva. Desde el fin de la dictadura en 1990, todos los presidentes chilenos, incluidos los de derecha, habían mantenido una distancia crítica con el régimen de Pinochet (1973-1990). Incluso el derechista Sebastián Piñera, quien gobernó durante dos períodos, había votado en contra de la continuidad del dictador en el plebiscito de 1988.
Kast rompe esa línea. En su momento, no solo apoyó abiertamente la opción “Sí” a Pinochet en ese referéndum siendo un joven universitario, sino que durante su vida pública no ha roto con ese legado. En 2017 llegó a declarar que, si Pinochet estuviera vivo, votaría por él. Su principal referente ideológico es Jaime Guzmán, el ideólogo de la Constitución de 1980 y fundador de la derecha pinochetista.
Con su llegada a La Moneda, Chile abandona su posición singular y se integra a una tendencia continental. Kast mantiene vínculos y expresa admiración por figuras como el argentino Javier Milei, el salvadoreño Nayib Bukele y el expresidente brasileño Jair Bolsonaro. Su discurso de “mano dura”, “gobierno de emergencia” y expulsión de migrantes irregulares resuena en el sur del continente que parece inclinarse por soluciones autoritarias a problemas complejos.

Las reacciones tras su victoria son un ejemplo de esta nueva configuración geopolítica. El presidente argentino, Javier Milei, expresó su “enorme alegría” por el “aplastante triunfo” de su “amigo”. El secretario de Estado de Estados Unidos, Marco Rubio, lo felicitó y habló de “fortalecer la seguridad pública” y “poner fin a la migración ilegal”. Desde España, el líder del partido Vox, Santiago Abascal, envió su enhorabuena.
En el extremo opuesto, el presidente de Colombia, Gustavo Petro, reaccionó con palabras duras. “Jamás le daré la mano a un nazi”, escribió en X, en una referencia directa al pasado familiar de Kast –su padre, Michael, fue miembro del Partido Nazi en Alemania, según investigaciones periodísticas– y a su afinidad pinochetista.
Chile y Kast: el voto del miedo
Analistas y politólogos chilenes coinciden en que un sentimiento masivo impulsó el voto: el miedo. Kast centró su tercera campaña presidencial en un mensaje simple y efectivo. “Chile –dijo– “se cae a pedazos” por la delincuencia y la migración descontrolada.

Las cifras respaldaron la ansiedad a la cual le habló durante toda su campaña. Aunque Chile sigue siendo uno de los países más seguros de Latinoamérica, la tasa de homicidios se ha duplicado en los últimos diez años. Según el informe global de seguridad 2025 de Gallup, Chile es el sexto país del mundo con más miedo. La promesa de Kast de construir una megacárcel en el desierto de Atacama y deportar a los cerca de 330.000 migrantes irregulares (mayoritariamente venezolanos) caló en Chile ante un electorado exhausto.
El gobierno de Boric, que llegó al poder con una agenda progresista tras el estallido social de 2019, fue percibido como lento e ineficaz para atajar este problema. Kast lo acusó repetidamente de “ineptitud”.
Este resultado electoral es apenas una muestra de cómo ha cambiado el panorama político en Chile. El país ya no se explica por la fractura entre el “Sí” y el “No” a Pinochet de 1988. El nuevo mapa político se dibujó después del estallido social de octubre de 2019 y del rechazo, en septiembre de 2022, de una propuesta de nueva Constitución considerada demasiado izquierdista.
Hoy, la división es entre quienes buscan una “restauración” del orden y quienes abogan por una “refundación” del país. Kast se presentó como el campeón de la restauración: “Chile quiere un cambio y quiero decir que Chile va a tener un cambio real”, afirmó en su discurso de victoria.
Aunque Kast llega al poder con promesas ambiciosas, no tendrá mayoría absoluta en el Congreso, si bien su partido ha ganado presencia en la Cámara de Diputados. Una de sus promesas más elocuentes es un drástico recorte fiscal de 6.500 millones de dólares, aunque no ha detallado cómo lo llevará a cabo.




