Jane Fonda, actriz, productora y activista ganadora de dos premios Óscar, anunció recientemente la reactivación del Comité por la Primera Enmienda. Hace unos días escribió este artículo de opinión en The Ankler, un medio dedicado a la industria del entretenimiento, poco antes de que se anunciara oficialmente que Netflix compraría Warner Bros. A sus 87 años, Jane Fonda ha sido una voz activa en defensa de los derechos civiles y políticos en Estados Unidos.
Mientras escribo esto, el futuro de la industria del entretenimiento se negocia a puerta cerrada. Warner Bros. Discovery se prepara para su venta, y los artistas que conozco —actores, guionistas, periodistas— siguen de cerca la información especializada, murmurando en los pasillos, preguntándose: ¿qué empresa va a comprar Warner Bros? ¿Netflix? ¿Paramount Skydance? ¿Comcast NBCUniversal? ¿Algún fondo soberano de Medio Oriente? ¿Otro interesado aún no identificado? Las consecuencias para el sector son motivo de creciente preocupación.
No sabemos quiién adquirirá Warner Bros. Discovery como nuevo dueño. No sabemos cuánto pagarán ni quién quedará en pie después. Pero no necesitamos conocer el desenlace para entender el peligro. Cualquier variante de esta fusión representa una escalada alarmante en una crisis de concentración que amenaza a toda la industria, al público al que sirve y —potencialmente— a la Primera Enmienda.
Independientemente de quién termine adquiriendo Warner Bros. Discovery o partes de la empresa, el impacto es evidente: una consolidación de este tamaño sería devastadora para una industria que depende de la libertad de expresión, para los trabajadores creativos que la sostienen y para los consumidores que dependen de un ecosistema mediático libre e independiente para comprender el mundo.
Se traducirá en menos empleos, menos oportunidades para vender proyectos, menos disposición a asumir riesgos creativos, menos fuentes informativas y una mucho menor diversidad en las historias para la audiencia estadunidense.
Para actores, guionistas, directores, editores, diseñadores, animadores y personal técnico que ya batallan por conseguir trabajo, la concentración empresarial reducirá aún más la demanda de sus habilidades. Y cuando solo un puñado de megacorporaciones controla toda la cadena de producción, adquieren el poder de aplastar a todos los gremios —SAG-AFTRA, WGA, PGA, DGA, IATSE, todos—, debilitando su capacidad de negociación, de defensa de sus derechos y, en última instancia, de ganarse la vida.
Sin embargo, por graves que sean las afectaciones económicas, eso no es lo que más me asusta. Lo que realmente me aterra —y debería aterrar a cualquiera que crea en una sociedad libre— es cómo el gobierno de Estados Unidos ha usado las fusiones empresariales como herramientas de presión política y de censura.
Ya lo hemos visto ocurrir. Durante las negociaciones de la fusión entre Skydance y Paramount, el presidente de la FCC abrió una investigación contra el programa 60 Minutes por la edición habitual de una entrevista con la entonces vicepresidenta Kamala Harris —una acción que su propio antecesor calificó como “fundamentalmente opuesta a la Primera Enmienda”.
Paramount terminó pagando 16 millones de dólares al presidente para zanjar una demanda que era ampliamente considerada infundada; colocó a un exembajador como “monitor de sesgos” para supervisar el contenido editorial de CBS; y eliminó todos sus programas de diversidad, equidad e inclusión. Poco tiempo después de que Stephen Colbert criticara la sumisión política de la empresa, fue despedido. Le siguieron casi 2 mil despidos y la desaparición de la Unidad de Raza y Cultura de CBS.
“Lo que realmente me aterra -y debería aterrar a todos- es cómo el gobierno de EU ha usado las fusiones empresariales como
herramientas de presión política y de censura”JANE FONDA
Esta no es la manera en que se comporta una empresa mediática en una democracia saludable. Así ocurre cuando el poder político mete las manos en las decisiones editoriales. Es parte del manual del autoritarismo.
El mismo patrón se repitió en el caso de Nexstar, que busca adquirir Tegna. Tras las críticas públicas del presidente de la FCC contra Jimmy Kimmel, Nexstar —que necesita el visto bueno de la FCC para completar la operación— se convirtió en la primera cadena en retirar el programa de Kimmel de sus estaciones afiliadas a ABC. De nuevo: no es coincidencia. Es servilismo.
Quiero dejar algo muy claro: la Primera Enmienda no pertenece a un partido y defenderla tampoco es un acto partidista. Incluso líderes conservadores han advertido que el gobierno actúa fuera de los límites legales y éticos.
Cuando el presidente de la FCC amenazó a Kimmel, varios aliados prominentes de Trump se opusieron. El senador Ted Cruz señaló que usar las revisiones de fusiones para presionar a los medios “crea un precedente peligroso”, uno que podría usarse igual de fácilmente para silenciar a los conservadores bajo una futura administración demócrata. “Nos van a silenciar”, advirtió.
Su preocupación era válida. Todos deberíamos estar preocupados. Sin la protección que otorga la Primera Enmienda a los ciudadanos, todos los demás pilares de una sociedad democrática —incluida la libertad de vivir como cada quien elija— quedan comprometidos.
Sé que mucha gente de nuestra industria está aterrorizada y tiene miedo de hablar porque implicaría criticar a las mismas compañías de las cuales depende, o podría depender en el futuro, su sustento.
Y todo esto ocurre justo cuando la industria ya está arrodillada: recuperándose de huelgas históricas, de incendios forestales que frenaron producciones, de los constantes despidos y preparándose para los efectos del avance de la IA. Las oportunidades se esfuman. Las carreras de clase media desaparecen. La gente pelea por migajas.
“Si no alzamos la voz ahora, es posible que pronto no tengamos industria ni democracia que defender”
JANE FONDA
El momento exige mucho. Pero cuando actuamos unidos, tenemos fuerza. Podemos insistir —juntos— en que la Primera Enmienda no es una moneda de cambio que se pueda intercambiar en un proceso de fusión o de demandas sin fundamento.
Y debemos exigir que el Departamento de Justicia y los fiscales evalúen cada fusión propuesta en el sector del entretenimiento bajo estrictos criterios antimonopolio. Estas revisiones no pueden verse como meros trámites ni herramientas de presión política; son la última línea de defensa contra la concentración mediática que amenaza la competencia, la libertad creativa y la conversación democrática.
Mi padre, Henry Fonda, y otros artistas formaron el Committee for the First Amendment (Comité por la Primera Enmienda) en una época en que, durante la “caza de brujas” del macartismo, se encarcelaba, censuraba y vetaba a artistas. Entendían que el único antídoto contra el miedo es la solidaridad. Recién relanzamos el Comité, que ya cuenta con más de 2 mil miembros en toda la industria del entretenimiento, porque es claro que la resistencia sólo puede ser colectiva.
Si no alzamos la voz ahora, es posible que pronto no tengamos industria ni democracia que defender.
Todavía no sabemos quién comprará Warner Bros. Discovery. Pero sí sabemos lo que está en juego: nuestros empleos, nuestra libertad creativa y la promesa constitucional de que cada persona tiene el derecho de hablar, informar, criticar, satirizar, investigar e imaginar sin miedo.
Esta no es una batalla partidista. Es una pelea por nuestra creatividad, por nuestro sustento y por nuestros derechos fundamentales.
Yo elijo levantarme y alzar la voz. Espero que tú también y que te unas a mí.
