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“Si me metía a la cárcel, <br>AMLO iba a volar conmigo”
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“Si me metía a la cárcel,
AMLO iba a volar conmigo”

CIRO GÓMEZ LEYVA, A TRES AÑOS DE SU ATENTADO

Publicado el 13 de diciembre 2025
  • México

El próximo lunes 15 de diciembre se cumplirán tres años del atentado, del intento de asesinato en contra del periodista Ciro Gómez Leyva. Casi mil 100 días desde que, ya avanzada la noche, un grupo de sicarios echó a andar un dispositivo para quitarle la vida. 

Pasadas las 23 horas, un auto en el que viajaba parte de la célula criminal le cerró el paso a la camioneta que Ciro conducía; desde una moto que se le emparejó, un hombre apodado El Bart le disparó directamente a la cabeza en nueve ocasiones. Nueve tiros para matar.

Ni una bala perforó, por fortuna, el blindaje de la camioneta y Ciro vivió para contar, escribir y reflexionar sobre ese momento. De esa experiencia y los largos meses que le siguieron resultó el libro No pudiste matarme, publicado hace un par de meses y en cuyas páginas uno de los periodistas con más influencia en México desarrolla la historia del intento de acabar con su vida.

El libro es un relato de lo que aconteció esa noche en esas calles del sur de la capital, pero, a la vez, una reflexión sobre una de las etapas más difíciles para el periodismo crítico en México, los seis largos años de la Presidencia de Andrés Manuel López Obrador.  

La experiencia de haber sobrevivido al ataque para asesinarlo recorre las páginas de este libro; primero, el golpe emocional y físico de las horas posteriores al atentado y, luego, el rompecabezas de vida que pudo armar en los días y meses que le siguieron. 

De estos tres años en los que ha intentado encontrar su lugar luego de pisar los límites entre la vida y la muerte, conversa Ciro Gómez Leyva con Fábrica de Periodismo


Esta es una de las múltiples ocasiones en que hemos platicado con Ciro Gómez Leyva desde que en los años 90 coincidimos y trabajamos juntos, de manera cercana, en varias redacciones –El Financiero, Reforma, Milenio–, pero es quizá la primera en que lo hacemos a través de una plataforma digital y a miles de kilómetros de distancia.

Él, Ciro, desde una sala en algún lugar de Madrid, España. Es la sala de un viajero, de alguien que no piensa echar raíces. Austero, sólo algunos objetos, la sombra de una maceta, lo estrictamente necesario para que no sea un espacio vacío por completo. Más parecida a una oficina que a una sala de hotel, mucho menos a un hogar. Para Ciro, anochece en el otoño en España; para nosotros, son las 11 de la mañana y el día llega casi a cenit.

–Leímos el libro con mucho interés. Nos llama la atención cómo has procesado todo lo que pasó. ¿Por dónde empezarías tú: por el Ciro frente al poder, Ciro frente al periodismo, o Ciro frente a sí mismo?
–La última palabra la tiene el lector, el televidente, el radioescucha. Yo digo que es un relato de hechos, pero también es el de un sentimiento ante un riesgo y una situación traumática, física y profesional. Y es la síntesis de esos dos elementos y de cómo transformaron, modificaron y reconfiguraron mi vida. Eso es el libro.

También lo pueden leer en clave política o criminal; pero, a grandes rasgos, es un relato y es la reflexión sobre los personajes, los hechos y los momentos. ¿Qué es lo que predomina? No lo sé. La respuesta más honesta es esa: no lo sé.

–Cierras el libro con una rúbrica que te distinguió los últimos años en tus espacios de radio y televisión, un mensaje optimista: “Ánimo”. Esa palabra se convirtió en tu marca personal. Podían haber sido ser jornadas durísimas, el país incendiándose, hechos terribles, y cerrabas con un “ánimo” y un par de golpecitos en el pecho. ¿Cómo andas de ánimo, Ciro?
–Bien, bien. Cierro así, pero abro con una frase de Wislawa Szymborska, de que la vida sigue y puede ser mejor. Lo digo con plena honestidad porque, primero que nada, estoy vivo, sano. A los 68 años no es poca cosa.

Estoy activo y razonablemente bien, con todos los problemas, preocupaciones; estoy razonablemente feliz, como lo estaba desde México. No es que eso me haya ocurrido ahora en Madrid.

–En el libro permea una sensación que no es ajena a la realidad: un sentimiento profundo de tristeza. ¿Qué te arrebató el atentado?
–El atentado es un episodio muy doloroso, terrible, muy violento, muy triste, pero tuve una enorme suerte y lo digo múltiples veces en el libro. Tuve mucha suerte. Entonces sí, está esa tristeza, pero esa tristeza convive con el deseo de seguir viviendo.

Sí, sí hay tristeza, por supuesto que hay tristeza; sí, de alguna manera he tenido que tomar distancia de mi país, pero también hay un deseo de seguir viviendo y de vivir, repito, con una razonable alegría, una razonable felicidad.

–En alguna parte del libro dices que el atentado te obligó a dejar México y mencionas la palabra “patria”, no con la connotación “patriotera”, sino con la más profunda, lo que nos integra como personas en un lugar y un contexto determinado. Mencionas que es dolorosísimo haber salido del país.
–Sí, lo digo. Perdí varios privilegios con el atentado: tranquilidad, concentración, el enorme privilegio de vivir en mi ciudad y en mi país, en mi patria; caminar solo y libre, como lo hacía antes del atentado. Todo eso lo perdí y no sé si lo voy a recuperar algún día. Ojalá, pero, por el momento, lo perdí.

A costa de algunas cosas, yo podía seguir viviendo bien en México, pero tomé la decisión de buscar esos espacios perdidos fuera del país. Y he recuperado esto acá (Madrid, España), donde ya cumplí un año y en donde, cuando menos, estaré un año más.

–Hace un año, caminando por las calles de Madrid, a unos días de haber llegado, dijiste: “Esto ya no lo podría hacer en México”.
–Exacto, todo eso que hacía en México, muchas cosas cambiaron después del atentado. Aunque seguí  caminando, lo hice acompañado de personal de seguridad; buenos guardias, pero te cambia completamente la perspectiva de la vida. Ojalá algún día lo pueda volver a hacer en mi país.

–En el libro lo mencionas muchas veces, pero sólo con su pronombre, “Él”. ¿Él es…?
–Sí, me refiero a López Obrador, sí.

–¿Si no lo nombras, no existe?; pero sí existe. ¿Por qué? ¿Por qué no nombrarlo?
–¿Eso fue un acierto o un error? ¿Fue una licencia o un abuso? ¿Fue afortunado o fallido? La verdad es que, en una primera corrección, cuando no sabía hacia dónde iba la escritura, modifiqué a López Obrador por “Él” y dije, bueno, él es demasiado visible, es dominante. Él es omnipresente.

En el libro hay tres personajes físicos en los que recae el mayor peso: uno es el tipo que me dispara, a quien apodan El Bart; el segundo es quien contrató a El Bart, al que le dicen El Patrón, y el tercero es López Obrador. En lugar de su nombre, me gustó “Él”, se oía mejor que López Obrador o AMLO.

Me convenció como recurso descriptivo-narrativo, fonético; le da ritmo al texto. Entiendo la connotación, pero surgió, me gustó, lo adopté y a las dos o tres personas que leyeron el texto les convenció. Cuando llegaron los editores del libro, les gustó y dije “pues que se quede así”.

–Si él te trató de anular, ¿tú por qué citarías su nombre?
–No, no es el caso. Me gustó “Él” y me seguí. No tiene esa connotación, ni un sentido despectivo. Porque está tan presente, es tan poderoso en el texto, que qué flojera, qué dolor de muelas, estar leyendo mil veces López Obrador, López Obrador; lo mismo si hubiera usado el acrónimo AMLO. Por eso opté por “Él”.


Imagen de AMLO en la conferencia en la que habló del atentado contra Ciro Gómez Leyva
Andrés Manuel López Obrador, durante la conferencia mañanera del 19 de diciembre de 2022, en la que habló sobre el atentado contra el periodista Ciro Gómez Leyva..

–Eres firme y frío cuando hablas de él, incluso cuando pides perdón por el uso excesivo de adjetivos. López Obrador pesa mucho en tu historia, en tu trabajo periodístico…
–A ver, te lo digo y te doy la razón. ¿Cuántos años llevamos en esto? ¿Treinta, 40 años hablando de los personajes del poder? Y no hay ningún personaje del poder, en mi trabajo periodístico en estos 30 y tantos años, que se equipare medianamente con López Obrador, un político al que he seguido muy de cerca desde mediados de los años 90.

De ahí el predominio del personaje López Obrador, con sus distintas etapas, en mi actividad profesional. Es absolutamente dominante. No se diga en los seis años en que fue un presidente que eligió el abuso sistemático contra ciertos periodistas y ciertos medios. Él es el personaje dominante sin un segundo lugar; no sé quién podría ser el segundo lugar: ¿Vicente Fox, el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas, Felipe Calderón, Carlos Salinas? ¿Quién?

–Salinas de Gortari quizá, pero 40 años antes.
–No, Salinas prácticamente era una figura que se extinguió después de que lo sacamos en la portada de Milenio semanal caminando por las calles de Dublín, y que tuvo una presencia y un peso mucho más simbólico y mítico que real. En cambio, López Obrador salía por todas partes o lo íbamos a buscar por todas partes.

–Luis Echeverría, aunque es muy distante.
–No, Echeverría es importante, pero no es nuestro. A Echeverría lo entrevisté una vez y editamos dos o tres trabajos sobre el 68 y el 71, pero no era un personaje de nuestro trabajo diario, no. En cambio, el López Obrador del 93, 94. Lo cubro desde mi primer encuentro con él, en el 94, hasta el día de hoy, que sigo escribiendo sobre él.

–¿Te llegaste a sentir cercano a López Obrador?
–Soy, somos de los periodistas que preferimos más bien mantener cierta distancia con los personajes del poder, pero sí me resultaba tremendamente seductor como personaje. Estoy hablando del López Obrador de 1994, del 2000, el que nos tocó conocer y trabajar juntos en aquellos años, en El Financiero, en Reforma, en Milenio. Por esas cosas que luego pasan con los personajes del poder, incluso le gustaban mis trabajos.

Entonces fue generoso conmigo; me permitió algunas cosas, como entrar a su casa alguna vez, tratar a sus hijos, viajar en su coche; yo ir en el asiento de atrás con Nico (su chofer) manejando. Pero, de eso a sentirme alguien cercano a él, nunca, porque él mismo, después de que te dejaba entrar a su casa, te expulsaba de su espacio. Siempre ha sido así.

Ya en la campaña del año 2000, cuando buscó y ganó la jefatura de gobierno del Distrito Federal, la relación empezó a ser difícil. Publicamos unas encuestas que no le gustaron; cuestionamos si cumplía las condiciones de residencia en el DF y desde ahí la relación se fue quebrando y esta distancia aumentó años después.

–¿El título del libro se puede leer como un mensaje directo a dos personas: a El Bart y a él?
–A uno, “no me pudiste matar físicamente” y, al otro, no me pudiste matar socialmente. Porque esa fue la intención. No me pudieron matar los grupos criminales, no me pudiste matar poderoso y, también, no me pudiste matar tristeza, desánimo, abandono, después de un hecho difícil, duro, como puede ser un atentado o la ofensiva de seis años de un poderoso.


Generosidad, no perdón

–Y sin embargo, hay un acto de generosidad para con quienes intentaron matarte, tanto que en algunos casos accediste a que se abreviará su proceso legal y pudieran incluso evitar la cárcel. ¿Eso fue un acto de perdón?
–No. De hecho, estoy peleado con la idea del perdón. Ahora, la situación y el marco jurídico me colocan como una especie de Dios, pero yo no hablo de perdón. El perdón siempre me ha parecido un gesto arrogante, de superioridad.

Creo en la reconciliación, en el olvido, en la distancia, en la amnistía, pero en el perdón, no. El perdón lo otorga alguien desde una posición superior; y en el libro yo soy muy cuidadoso de no hacerlo; a lo mejor no lo logro, pero nuevamente lo digo: la última palabra la tiene el lector.

–¿Ese acto de generosidad es también para López Obrador o sólo para quienes te agredieron físicamente?
–A los sicarios los veo como unos profesionales del crimen. A eso se dedican, sí, y lo reconozco. En la acción criminal me iban a ejecutar sin humillarme, sin torturarme, sin afectar a terceros. Por eso los veo como profesionales del crimen.

Eso lo aprendí del trabajo periodístico: son unos criminales que fracasaron y perdieron. No me pudieron matar, no cobraron, los persiguieron, los detuvieron y están en la cárcel. Ante eso, el marco legal jurídico nos da la posibilidad de concederles o no un beneficio.

Ellos buscan el procedimiento abreviado, que es reconocer su culpa a cambio de llevarse la sentencia más baja. Y nosotros decimos “qué vamos a hacer ante ellos, ante profesionales que me iban a matar, que además fracasaron. Los vamos a hundir por hundirlos o no”.

Es cuando digo “a mí qué más me da que El Bart, que ha dicho que no me va a pedir perdón y que me quería ver muerto –es un profesional y fracasó–, qué más me da si está 37 años o 14 años en la cárcel. Lo hablamos con la fiscalía, con los abogados y decidimos conceder el proceso abreviado. ¿Por qué? Porque sí, porque sí, y en buena medida porque no me dejaron paralítico, porque no hubo un balazo descarriado que matara a una persona por ahí. Porque, finalmente, no pasó nada; pasaron muchas cosas, pero físicamente no pasó nada.

Luis Rodríguez Bucio, entonces subsecretario de Seguridad Pública, presentó en julio de 2024 la ficha de extradición de Armando “N” , El Patrón, autor intelectual del atentado contra Ciro Gómez Leyva. Foto: Galo Cañas | Cuartoscuro.com

Muchos me veían como el buen samaritano y yo digo “no, para qué los hundimos, por qué los vamos a hundir”. Con El Patrón –quien presumiblemente ordenó el asesinato–, bueno, tenemos que decidir si le damos el procedimiento abreviado o no. Pero no es un perdón.

–Pero hay un acto de compasión –no de perdón, si quieres–, no en el sentido de poder, de omnipotencia.
–¿Y no podía ser también un poco de gratitud? “Sabes qué, cabrón, eres un asesino y cuentan cosas horribles de ti. Tú mismo has dicho que has hecho tales cosas pero tú, profesional cabrón, a mí me ibas a matar de un balazo en la cabeza”, y también se necesita cierto valor para… –como le dijo El Bart a Saskia Niño de Rivera en una entrevista–, no cualquiera se sube a la moto y te dispara. Son profesionales del crimen, nosotros de la información.


Sólo soy un crítico, no un opositor

–¿Y cuál es tu actitud hacia López Obrador?
–Si hay una conducta que me afecta, me agravia y me puede sacar de mis casillas, es el abuso, y él lo hace constantemente. El abuso en cualquier manifestación. Yo entiendo nuestro trabajo, lo duro que a veces puede ser para los personajes del poder. Entiendo el repudio que ellos, los personajes del poder, pueden tener con nuestro trabajo. Pero seis años, desde el poder, sirviéndose de los instrumentos de éste, con esa disparidad que siempre tendrá un presidente contra cualquier periodista, usando todo el poder para descalificar, para agredir, para tratar de liquidar, de minar una credibilidad… Me parece que fue un abuso y yo no soy una víctima, así que me defendí como pude.

Él me trataba como un opositor y actuaba en esa medida para acabarme; él dice que no era su enemigo, que era su adversario; sin embargo, en los hechos, en uno de los recuentos que hace Spin (plataforma de comunicación política que se encarga de traducir a datos las conferencias matutinas), registra el número de veces que me agredió y acosó desde las conferencias mañaneras. Él me trataba como un opositor y lo hacía con una ferocidad brutal.

–¿Tú te llegaste a sentir opositor?
–Yo lo que hacía era resistir a los golpes. Y hubo todo un proceso de aprendizaje, pero un opositor… ¿qué significa sentirnos opositor? Yo nunca tuve problema en concederle una serie de cosas, de avances; no, yo nunca. He sido, y lo soy hoy, un crítico. Sólo eso, no más.

No me considero una persona “anti el movimiento” que él dice haber creado, la 4T. Pero lo que hizo, abandonar la seguridad, dejar a los ciudadanos a merced de los grupos criminales, eso fue criminal. Y también dije todo el tiempo en los seis años de su gobierno: la manera en la que desmanteló nuestro medrado sistema de salud, me parece criminal.

Si me dijeran, “tú te consideras antiproyecto López Obrador”, mi respuesta es “no”. Cierto que no me gustan algunas cosas, como tampoco me gustaban de Peña Nieto, o de Felipe) Calderón, o de Vicente Fox, o de los priístas; pero lo que él hizo en materia de seguridad e inseguridad, lo que hizo con la salud pública y la manera en la que nos agredió, pues me llevaron a tomar determinada posición periodística durante la mayor parte del sexenio.

–Hay una historia que citas en tu libro, que resume cómo el expresidente te insulta, agrede, cómo quería verte sometido, y llegas a un momento en que él, según dices, “está chingue y chingue”. Entonces le haces una pregunta al aire en tu programa de Radio Fórmula: “¿Usted considera que a un amigo se le dispara a la cabeza?”.
–Fue un error mío, fue un error mío, producto del enojo y, además, pasa en el programa en vivo. Fue un error y me disculpé al día siguiente.


–En otro momento del libro, dices que había llegado a tal nivel la agresión y era tan constante que, en ese momento, estabas decidido a dar tu vida antes que dejarte someter. Y dejas, implícito, que no hiciste algo que podría haber explotado. ¿Qué fue eso que al final no hiciste? ¿Qué no explotó?
–Como digo en el libro, eso ya no ocurrió y si no ocurrió, qué importa. Eso fue cuando Adán Augusto López, secretario de Gobernación, me enseñó y me dio dos fotocopias que reproduje en el libro. Me dijo que una auditoría fiscal que estaba concluyendo con el SAT, la acababan de remitir a la Procuraduría Fiscal. Entonces me preparé. Dije: “bueno, pues viene por mí”; me preparé mental, familiar, económica, anímicamente para ir a la cárcel.

Y sí, hay dos o tres amigos míos que saben cómo lo planeamos, los documentos que tienen, lo que iba a hacer. No iba a decir que soy un perseguido político para que todos se mofaran. Dije: “Si vienen por mí, voy a volar con ellos”. No sé si me hubiera atrevido a hacerlo. Sí sé que estaba decidido si ellos daban el paso de llevarme a la cárcel.

–¿Se quedó la bomba sin prender la mecha?
–¿Me hubiera atrevido…? No lo sé. Pero no ocurrió. Todavía a veces, cuando voy caminando, me pregunto: “¿lo hubiera hecho…?”. Pues no sé, ahora sí que no sé.

–En otro momento quizá lo cuentes.
–No me lo van a creer. Es que esas cosas que no ocurrieron, entre que uno las compone, para que suenen más bonitas, pues luego no te las creen, pero en una de esas sí.


Los medios y el poder

–Hay cuando menos dos momentos de tensión que viviste en el gobierno de López Obrador. Uno de ellos es cuando decides no salir en pantalla en Imagen Televisión durante un par de días; y dos, cuando decides incorporar a un vocero del poder, a Epigmenio Ibarra, al programa de Radio Fórmula. A partir de esos dos momentos, nos podrías decir cómo viviste la relación de los medios y el poder en el gobierno de Andrés Manuel y si esos momentos ocurrieron en el marco de la presión del régimen hacia los medios donde colaborabas.
–Respondo con dos premisas. Uno, tú sabes muy bien cómo afectan los latigazos, las presiones, los manotazos del poder, en los grupos editoriales, en los dueños, en los directores. Punto número dos, el lopezobradorismo fue un proceso brutal. De un aprendizaje inmediato, de una conmoción y de una dureza brutal en los medios de comunicación. No conocíamos algo como a él.

La respuesta a tu pregunta está en la dedicatoria de mi libro. Pude haber dedicado el libro a mis seres queridos, a mis hijos, a mis abogados, a los fiscales, a mis compañeros de trabajo, pero se lo dedico a mis concesionarios, a mis jefes, a Ernesto Rivera, gran amigo de Grupo Imagen; a Olegario Vázquez Aldir, de Imagen; y a Jaime Azcárraga de Radio Fórmula.

Y se los dedico porque, aunque fueron brutales los conflictos y las tensiones dentro de los medios, hubo de su parte siempre un respeto y una voluntad por seguir adelante.

Por ejemplo, cuando dejé de salir dos días en televisión, fue porque López Obrador había lanzado una campaña durísima. Fue cuando sacó lo de los ingresos de Carlos Loret de Mola. Yo dije “lo vamos a llevar en el noticiero de la noche” y mis concesionarios, mis jefes, no querían. Dijeron que se la habían jugado conmigo en muchas ocasiones, pero que en esa ocasión no.

Y vivimos un momento de enorme tensión editorial, dejé de estar un par de días en el programa, y después llegamos a un acuerdo para que yo regresara y siguiera conduciéndolo. Yo no sé si estaría bien o no, sin Olegario y Ernesto.

Lo de Epigmenio, es más sencillo. Surgió un personaje en nuestro programa de Radio Fórmula que estaba teniendo mucho éxito, el legislador Germán Martínez, y Jesús Ramírez Cuevas (coordinador de Comunicación Social de la Presidencia de la República) presionó para que tuviéramos un personaje parecido, pero de su lado.

Así que Jaime Azcárraga me dijo: “Lo hacemos, vamos a hacerlo, pero con alguien de buen nivel. Traigamos a un duro, alguien que sepa del poder’, y pensando en nombres, salió el de Epigmenio. Así de sencillo. Fue un momento de enormes presiones, preocupaciones, conflictos entre nosotros.

¿Saben cuántas veces discutí, me fui de malas de un lugar o del otro, después, en la mañana o en la noche? Muchas veces. Pero aquí estamos, aquí estamos.

Volver a México, sí, pero no tengo prisa


–¿Está en el horizonte próximo tu regreso a México?
–No lo sé. Como dije, ya lo hice parte del 2024, incluso del 2025, quizá lo haga el 2026. Yo no soy un exiliado, yo puedo ir a México, he ido a México, estuve en julio y agosto. Voy a estar en unos días, muy breve, tengo que hacer una serie de cosas por allá. No soy un exiliado, a mí nadie me niega la posibilidad de estar en México. Tendré que ir tomando las decisiones correspondientes.

No tengo prisa, tengo 68 años, y veo la vida ya como una persona de esa edad. Iré tomando las decisiones, pero diría que si las autoridades, en este caso en la Ciudad de México, consideran que el factor riesgo se ha reducido y puedo vivir con menos seguridad, o quizás sin la asistencia de personal de seguridad, pues quizás regrese pronto.

Sí, voy a mi país y me la paso muy bien. Ahora, ya que estamos fuera de México, también tratamos de pasarla bien, ¿no? Y pasarla bien es salir a caminar y respirar. Eso es pasarla bien.

–Cuando concediste el proceso abreviado a algunos de los criminales, les regalaste 20 o 30 años de libertad.
–Yo no digo que les regalamos. Yo dije que la decisión entre ir a un juicio largo y el procedimiento abreviado puede ser 20 o 30 años. Pero si fue así, qué bueno, está bien, qué bueno.

También ahí nos conocemos, nosotros no le deseamos el mal a nadie. Una cosa es que haya gente que no nos cae bien y no simpaticemos con ellos, y otra, estarle deseando el mal. Tomamos la decisión sobre los hechos y por eso también al Bart le digo: “Tú que crees en Dios, que Dios te bendiga”.

Y aprovecho y le digo a López Obrador: “Que Dios te bendiga, pero eres un abusivo; que Dios te bendiga, pero vete al diablo” y el vete al diablo es por no decirle… pero no estoy pensando en que López Obrador se pudra. Allá él, ya de por sí anda por allá escondido en su rancho y demás.

Finalmente, nosotros somos periodistas y también hacemos nuestro trabajo, incomodamos, molestamos. Eso lo entiendo. Otra cosa es que desde el poder te traten como nos trataron, pero aun así no me victimizo ni me quejo. Eso nos tocó. Nos tocó jugar con esas fichas. Con esas jugamos y aquí seguimos, en la mesa, todos lastimados, sin un ojo, sin un brazo, pero aquí seguimos, razonablemente felices.

–En las redacciones en las que coincidimos es que siempre nos preguntabas: ¿cuál es la frase? Es decir, la idea que podía concentrar toda la historia a contar. ¿Cuál es la frase con la que cerrarías esta conversación en este momento de tu vida?
–Híjole. A ver, al vuelo. Si estuviéramos en una redacción, te diría: “La vida sigue y puede ser mejor”. Y dos, “Me cambiaron la vida, pero no necesariamente para mal”. La vida sigue y puede ser mejor. Todo esto que pasó, me cambió la vida, pero no necesariamente tiene que ser para mal. Gracias y ánimo.

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Por Por Ignacio Rodríguez Reyna y Jacinto Rodríguez Munguía

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