Con más de 2 mil hectáreas inundadas, ejidatarios trabajan en recuperar los ríos y humedales que nutren el antiguo Lago de Texcoco.
Adán Espinoza todavía está encorajinado. No importa que hoy esté parado aquí, en el centro del diseño en forma de “equis” de la terminal principal del cancelado Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (NAICM), hoy inundada por completo, y en donde garzas y patos nadan sobre un espejo de agua que refleja el cielo. El agua que le rodea no le basta para consolar su enojo.
–Mira esto que estamos pisando –señala la grava roja de tezontle bajo sus pies–. Todo esto lo sacaron de allá arriba: de las montañas. Lo devastaron todo. Y todas esas minas siguen abiertas.
Adán Espinoza Rojas es uno de los campesinos y ejidatarios de San Salvador Atenco que hace 23 años formaron el Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra para resistir la expropiación de sus parcelas. Querían defender no sólo su forma de vida, sino el paisaje y el ecosistema lacustre que resistía la urbanización agresiva de la metrópoli.
Tiene el cabello ya encanecido, pero mantiene el gesto seco, la mirada dura de los días en que tuvo que enfrentar a los batallones de la Policía Federal Preventiva, la época en que tuvo que vivir a salto de mata para evitar ser encarcelado por las varias órdenes de aprehensión que pesaban en su contra.
Más de cuatro años estuvieron detenidos sus compañeros Felipe Medina, Héctor Galindo, Óscar Hernández, Narciso Arellano… en total 12 campesinos a quienes acusaron de todo por atreverse a defender sus ejidos.

La cancelación del Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México fue una de las primeras decisiones tomadas por Andrés Manuel López Obrador cuando llegó a la Presidencia en 2018. Cuatro años después, el Lago de Texcoco fue declarado Área Natural Protegida (ANP): más de 14 mil hectáreas de los municipios de Texcoco, Atenco, Chimalhuacán, Ecatepec y Nezahualcóyotl, en el Estado de México, obtuvieron así un blindaje legal contra los intereses inmobiliarios y aeropuertarios.
–Llegamos a contar más de 180 minas de tezontle y basalto en los alrededores –recuerda Espinoza–. En los últimos meses del sexenio de Enrique Peña Nieto noche y día bajaban góndolas con material pétreo de allá arriba: hasta cuatro mil vagones al día. Lo destruyeron todo.
Es cierto. Para la construcción del aeropuerto se utilizaron más de 41 millones de metros cúbicos de material pétreo. Buscaban nivelar el terreno del antiguo Lago de Texcoco: un piso fangoso susceptible a la deformación y al hundimiento constante.
«Hemos recuperado unos 14 kilómetros de ríos. Construimos cinco humedales. Recuperamos otros ocho jagüeyes y 10 presas en la zona de la montaña…»
Hoy es jueves 10 de julio, siete de la mañana. La equis del aeropuerto está inundada por completo y el Área Natural Protegida está llena de cuerpos de agua cada vez más amplios: la Laguna de Xalapango y la Ciénaga de San Juan están más llenas que nunca y en toda la zona se encuentran charcas, bordos, jagüeyes, represas y embalses que rebasan sus niveles gracias a la temporada de lluvias más intensa en muchos tiempo.
El Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra, en coordinación con la Comisión Nacional de Áreas Protegidas (Conamp) y la Comisión Nacional del Agua (Conagua), presume que hay entre mil 500 y 2 mil hectáreas inundadas, más o menos la misma extensión que la presa Miguel Alemán de Valle de Bravo o que la Laguna de Zumpango.
La población de aves se ha duplicado y ha alcanzado un registro de hasta 2 mil 300 ejemplares; especies como el pelícano han regresado al lago e incluso se registra la presencia de un par de flamingos que llegaron al lago Nabor Carrillo.
–Pero todavía nos falta mucho –advierte Espinoza y mira a las montañas a lo lejos–. Porque agua que llega aquí depende de lo que pasa allá arriba. Apenas estamos empezando.
Parte del ecosistema
–Ecológicamente, lo menos importante es la “equis” del aeropuerto. Lo más interesante de lo que está pasando en este momento con el Lago de Texcoco ocurre afuera del perímetro de lo que iba a ser el aeropuerto.
Habla Arturo González Cando, ingeniero forestal y residente de Tepetlaoxtoc, uno de los municipios más afectados por la minería ligada a la construcción del aeropuerto cancelado. En su momento fue uno de los portavoces más visibles de la campaña #YoPrefieroElLago, que se sumó, desde la academia y otros sectores, al Frente de Pueblos en Defensa de la TIerra y a los campesinos de San Salvador Atenco en su oposición a la construcción de un aeropuerto en esas tierras.

Cuando el aeropuerto fue cancelado y se preparaba la declaratoria de Área Natural Protegida, otros actores se sumaron a las labores de rescate. Así nació el colectivo Manos a la Cuenca: un colectivo de jóvenes que proponían la regeneración del lago a partir del conocimiento agrícola de los ejidatarios.
Su planteamiento era casi poético: el Lago de Texcoco era una tecnología diseñada por humanos y moldeada a lo largo de los siglos, al menos desde que por aquí reinaba Nezahualcóyotl, hasta la época moderna en que empieza su desecación total. Gracias a este ejercicio los ejidatarios fueron incluidos como actores clave en el programa de manejo del Área Natural Protegida: aquí el trabajo agrícola –que en esta zona se caracteriza por la construcción de terrazas, embalses, bordos para manipular los cauces de agua– se considera también una labor ambiental y de restauración.
–Hemos recuperado quizás unos 14 kilómetros de ríos –informa Arturo González Cando–. Hemos recuperado barrancas que ya sólo funcionaban como basureros y hoy volvieron a ser ríos. Construimos cinco humedales: uno de 1.7 hectáreas en Atenco, y otros cuatro más chicos en Tepetlaoxtoc. Recuperamos otros ocho jagüeyes y 10 presas en la zona de la montaña. Son presas no para almacenar sino para infiltrar: tienen capacidad para infiltrar 13 millones de litros de agua.
Los logros no son pocos. El Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra ha logrado ocupar posiciones de poder en distintas instituciones, incluida la Conanp, y ha logrado presionar para que funcionarios de Conagua los obedezcan o sean removidos –el caso más claro es el despido de Víctor Bourguett,quien tuvo que dejar el Organismo de Cuenca y Aguas del Valle de México en 2022–. Gracias a esto, de acuerdo a González Cando, a la fecha han logrado levantar 17 kilómetros de bordos, recuperar 19 pozos agrícolas y nueve pozos de agua potable, además de desviar y reconectar con el lago dos de los principales ríos –el Papalotla y el Teotihuacán– que antiguamente abastecían Texcoco.

Berenice López, integrante de las brigadas educativas de la Conanp en el Área Natural Protegida

María Antonia González, del San Francisco Acuexcomac, municipio de San Salvador Atenco

Jorge Flores, integrante del Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra
–Los resultados pues ya se están viendo: la Ciénega de San Juan pasó de 400 hectáreas a 600 hectáreas de agua, la Laguna de Xalapango pasó de 0 a 400 hectáreas. Y todavía nos falta mucho.
–¿Están haciendo algo respecto a las minas?
–Es uno de los grandes pendientes. Son cerca de 200 minas. De 27 permisos federales que había, se han cancelado 17: faltan 10. Pero todos los demás son estatales, no se ha cancelado ninguno. Hubo también muchas ilegales.
En el ejido de San Francisco Tlaltica, en el municipio de Otumba, por ejemplo, se ubica la mina de San Francisco. En esta comunidad los campesinos y ejidatarios se opusieron a la extracción masiva de basalto y tezontle, llegando a bloquear la carretera para impedir el paso de los cargamentos. Estaban cansados del sonido de la dinamita y del polvo que contaminaba sus plantíos, estaban hartos de los cientos, miles de góndolas cargadas de piedra que cimbraban el suelo a su paso.
Allí están todavía los enormes cráteres: socavones de aspecto lunar en donde no crece ya nada y que han comenzado a ser usados como basureros. Y aunque la mayoría de las minas han sido abandonadas tras la cancelación del aeropuerto y otras hayan sido canceladas por la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente, sus permisos no han sido revocados definitivamente y la gente teme que vuelvan a reactivarse cuando aparezca otro proyecto similar.
–El problema de las minas es que es un proceso jurídico que se puede extender por muchos años –dice González Cando–. Lo que buscamos ahora es buscar un fondo de inversión que sirva para restaurar esos socavones. Porque el daño está hecho y, si no se restauran, existe la tentación de convertirlos en rellenos sanitarios.
El legado del Frente de Pueblos
Son las 8 de la mañana. Mientras Arturo González Cando brinda una conferencia de prensa en la “equis” del aeropuerto cancelado, Adán Espinoza bromea con Ignacio del Valle y algunos periodistas que acuden a la visita en el Nuevo Lago de Texcoco:
–Al final de la visita de prensa vamos a sacrificar aquí el compañero –murmura Ignacio, el líder histórico del Frente de Pueblos, un hombre chaparrito y locuaz, que hoy acude al Lago con sus lentes oscuros y una sudadera deportiva–. Lo vamos a sacrificar al Lago para que ya se recupere.
–Siempre sacrifican al más feo.
–No es cierto. Antes sacrificaban a la doncella más bella.
–Pero los tiempos ya cambiaron.
Ríen bajito, para no interrumpir a los reporteros.

Han sido años complicados, décadas. Desde que decidieron alzarse contra el primer aeropuerto impulsado por Vicente Fox, la represión de 2006 en que policías municipales y estatales agredieron sexualmente a 11 mujeres de San Salvador Atenco y el encarcelamiento de 12 ejidatarios, incluyendo a su principal líder: Ignacio del Valle, quien, después de bromear, dice en voz alta los nombres de algunos de los ejidatarios que han muerto en los últimos 20 años y que no llegaron a ver el regreso del agua a su cauce.
–Miguel del Valle, mi padre; Gil Morales, Alicia Galicia, el compañero Heriberto Salas, Inesita… o el compañero Francisco Altamirano Núñez, un joven sordomudo. Recién inauguramos un hospital en su nombre. Todos ellos ejercitaron el amor a su pueblo. Yo siento que ellos están aquí: los sentimos en el agua, en el viento. Aquí está su rebeldía.
–Hace 15 años usted había ya recuperado su libertad, tras casi cinco años de prisión. Han cambiado las cosas desde entonces.
–El 30 de junio, por la mañana, la Suprema Corte de Justicia dio un dictamen en favor de la libertad de los presos de Atenco. Para el día primero, ya nos encontrábamos en nuestras comunidades. Hoy tenemos esta responsabilidad y pues debemos de asumirla de forma personal. Hay hombres y mujeres que dieron todo por esto. Gente que murió, gente que arriesgó todo. Por eso ahora tenemos que trabajar y luchar para que a nuestros hijos no se les olvide eso, que dejemos esa huella y que el interés sea siempre el bien común.

–Su hijo, César del Valle, hoy es presidente municipal de Atenco. ¿Qué le diría a él sobre esta responsabilidad?
–Que no se olvide de dónde viene y que él asumió un compromiso con nosotros. Porque él es parte de esta trayectoria de vida. La gente se equivoca cuando se olvida de sus principios. Esperemos que a él no le pase. Ese es nuestro gran deseo. Y si cayera en algo a lo cual nos oponemos, así sea mi hijo o así fuera mi gran amigo, el pueblo no lo permitiría. La responsabilidad es así: es algo recíproco, se trata de saber responderle a quienes te pusieron allí.
–Respecto a las minas que continúan abiertas en la zona, ¿hay una postura del Frente de Pueblos?
–Es uno de los temas más importantes. No se le ha puesto atención necesaria. Hay una gran cantidad de bancos de materiales. Nosotros hemos tenido mesas de diálogo con los gobiernos estatales y federales. Les reiteramos que, además de las sanciones contra estas empresas que han quedado pendientes, atender ese tema es urgente: se han estado registrando en estos últimos días el desecho de residuos tóxicos. Estos socavones que se quedaron son un peligro. Es de esos cerros donde cae el agua, se filtra de forma natural en el subsuelo, de ahí salen nuestros ríos. Esas minas abiertas ensucian nuestro trabajo. Muchas de estas minas, además, eran ilegales. No sólo afectaron al medio ambiente: se cometió un delito. Y debe ser castigado.
Lago de Texcoco: un trabajo aún inconcluso
El agua retoma su cauce y la naturaleza reclama lo suyo con velocidad. Donde antes se levantaban cimientos de concreto para pistas, terminales y maquinaria de transporte de maletas hoy se aprecian pozos inundados, con más de tres millones de metros cúbicos de agua y profundidades de hasta siete metros. Antropólogos como Itzam Pineda, que actualmente trabaja en el Programa de Reordenamiento Ecológico del Lago de Texcoco, afirma que incluso la cifra de 2 mil hectáreas inundadas es tímida.
–Esas 2 mil hectáreas corresponden sólo al agua que está fuera del polígono: la Laguna de Xalapango y la Ciénaga de San Juan. Si a eso agregamos lo que se ha inundado adentro, en donde se ha implementado una estructura de celdas de agua, construida por sugerencia del Frente de Pueblos, la extensión llega más o menos a las tres mil 800 hectáreas. Eso es más que los humedales de Xochimilco y de Chalco juntos. Es importante lo que se ha logrado.
Además de la minería, presente todavía en varios de los municipios a la redonda, la recuperación del Lago de Texcoco enfrenta todavía otros retos. En la zona de El Caracol, una megaestructura en espiral ubicada en el antiguo lecho del lago cerca de Ecatepec, construida originalmente para extraer la sal del agua mediante la evaporación, unas 40 hectáreas han sido invadidas por asentamientos irregulares. Y aunque las autoridades buscan recuperar este espacio como vaso regulador, con un proyecto que incluye humedales de tratamiento de aguas residuales, se sospecha que las personas que buscan urbanizar este territorio están respaldados por algunas guardias armadas.
La visita de prensa al polígono del extinto aeropuerto internacional, una zona en donde no se permite el acceso a visitantes, se da en un contexto en específico: hace unas semanas se estrenó el documental Texcoco, la decisión del presidente en la que aparecen empresarios y exfuncionarios públicos defendiendo el proyecto del NAICM por sobre la posiblidad de la restauración del lago. La aparición más destacada es la del mismo Enrique Peña Nieto,nquien declaró ante las cámaras: “Se ha dicho que era faraónico, que hubo malversación de recursos, pero a la postre no ha quedado acreditado, ni probado, ni evidenciado, que haya habido un manejo no acorde con las mejores prácticas de transparencia y combate a la corrupción”.
En Texcoco no creen lo mismo. El agua recupera su cauce y el lago crece paso a paso. Personas como Berenice López Ramírez, una joven licenciada en turismo, egresada del Instituto Politécnico Nacional y nacida en San Salvador Atenco y quien hoy trabaja en las brigadas educativas en la Conanp, prefiere un futuro en donde no sólo los ejidatarios tengan lugar sino en donde no se tenga que sacrificar el futuro a cambio de un trabajo.
–A nosotros nos querían vender el Aeropuerto con la idea de que iba a generar empleos. Pero, ¿qué clase de empleos iba a generar? Ahora mucha gente de los pueblos se ha integrado a las diferentes brigadas: a las de vigilancia y monitoreo, a las de educación, a las de trabajo en el Área Natural Protegida. Y lo bonito es que muchos entran atraídos por un salario pero se quedan cuando se dan cuenta de la importancia de este lugar, de su belleza, de todo lo que hay que aprender. Yo creo que ese trabajo lo podemos repetir con los visitantes y turistas que van a llegar aquí cuando esto crezca. Que entiendan la importancia histórica y ecológica de un lugar como este.

