Como en las épocas doradas del Partido Revolucionario Institucional (PRI), cuando bastaba con montar ciertos mecanismos de propaganda oficial para desprestigiar movimientos sociales. Como en esos tiempos, ahora se vuelven a presionar los botones para desacreditar a cualquier grupo social que represente el mínimo riesgo de disidencia.
En los años 70:
Que en los cuarteles militares se está preparando un golpe de Estado, que el saqueo y la violencia se han desatado, que hombres encapuchados de negro viajan en motocicletas y asaltan tiendas, que la hermana de una conocida vio cómo… Rumor y más rumor.
En la actualidad:
Que la marcha de la Generación Z de este 15 de noviembre está financiada por la ultraderecha, que la ultraderecha quiere incendiar el Palacio Nacional, que los “anarquistas” del Bloque Negro lanzarán bombas contra todos, que alguien escuchó sobre los planes de la derecha para…
Al igual que hace años, los rumores andan sueltos.
La transmisión de los hechos de boca en boca –el fenómeno del rumoreo—
es el mejor medio de difusión pública, porque es de todos los instrumentos de
propaganda el que mejor activa la imaginación individual y tiende a desorbitarla.
Además, la idea se siembra y nadie atina a precisar de dónde salió.
Manual de propaganda elaborado por la Secretaría de Gobernación
Miedo, paranoia, angustia, incertidumbre y más miedo: No salgan a la calle. No expongas a tu familia. Cuida tu hogar. Ya viene la Revolución… En pocas palabras, vandalizar-criminalizar-desarticular-apagar cualquier protesta social. Romper, a través del miedo, la reacción popular frente a la crisis económica, política y de inseguridad que se ha desbordado en los últimos años en México.
Los recientes rumores sobre la posibilidad de que en México se desate la violencia social promovida por la ultraderecha no constituye un hecho nuevo. Existen circunstancias semejantes en la historia cercana.
Con todo los matices necesarios, los contextos entre el viejo poder político y el actual son semejantes. Al igual que en la época del esplendor del enorme poder del PRI, cuando la Presidencia no era sólo un símbolo, sino un poder con un control casi absoluto sobre los otros poderes: legislativo y judicial, hoy el modelo se repite.
Los temores a perder ese gran poder acumulado les orilla a alimentar los rumores como estrategia para deslegitimar cualquier movimiento social que pudiera “quitarles”, así sea una pizca, ese poder.
Regresemos a 1976. Fines del sexenio de Echeverría Álvarez. Un rumor recorre las tiendas, las peluquerías, las tortillerías, se cuela en las oficinas, en las casas, en la mente de los ciudadanos: “Se está planeando un golpe de Estado contra el presidente Echeverría…”.
El gobierno de Echeverría sabe de qué se trata. Si alguien conoce el arte del rumor como arma de propaganda y ejercicio político es ese hombre que antes de llegar a Los Pinos ha ejercido un aplastante poder desde la Secretaría de Gobernación.
Ahí, en las oficinas a su mando, se ha elaborado un documento que establece dos condiciones básicas para que el rumor funcione y circule:
- El asunto en cuestión debe revestir importancia.
- El rumor debe contener diversos grados de ambigüedad.
El rumor, define el Manual de Propaganda elaborado en la Secretaría de Gobernación, es una voz que corre entre el público, es una versión vaga, sorda y continuada. Naturalmente, explica el documento, la ambigüedad es inducida por la ausencia o parquedad de la información, por su naturaleza contradictoria o por la desconfianza hacia los hechos.
De esta forma, el rumor se lanza y continúa su trayectoria preferentemente en un medio social homogéneo, en virtud de los intereses que intervienen en su transmisión. La influencia de estos intereses exige que el rumor sirva como elemento de racionalización; es decir, que explique, justifique y le atribuya significado, aunque carezca de veracidad. En México la falta de información propicia la ambigüedad, la confusión y el rumor.
Cada rumor tiene su público. Los de índole financiera corren principalmente entre quienes, por ejemplo, pueden ver afectadas sus fortunas por los altibajos del mercado monetario. Los de naturaleza política circulan sobre todo entre la clase política actuante y la que está en espera de actuar. El rumor más efectivo, obviamente, es el que llega de manera casi simultánea a todos los estratos de la sociedad.
El rumor se emplea de modo coyuntural y, en el caso de México, se encuentra muy ligado a los índices de credibilidad del gobierno entre la sociedad. El rumor representa un desgaste para el sistema y está ligado a los niveles de politización e información de la ciudadanía.
Dado que una buena parte de la sociedad mexicana está desinformada o mal informada, dispone de pocos elementos fundamentados de juicio a partir de los cuales pueda calificar las noticias o los rumores. De, ahí que la anécdota, el chisme y el rumor constituyan fuentes importantes de la información –en particular de la información política– de que dispone el mexicano. La consecuencia es natural: existe una predisposición de la sociedad a aceptar y transmitir el rumor.
Por lo tanto, y debido a que en México los canales de información política son fundamentalmente informales, los rumores no son sólo frecuentes, sino normales.
La predisposición para aceptar y transmitir el rumor es aún mayor en un ambiente de intranquilidad social, de información contradictoria o cuando la credibilidad de los agentes informativos se ha deteriorado de modo notable.
En el pasado inmediato, este fenómeno se presentó a fines de 1976, durante los últimos meses del gobierno de Luis Echeverría, y empieza a surgir en el presente.

La propagación acelerada de las más variadas versiones respecto de las medidas económicas del gobierno de Luis Echeverría y del futuro del país comenzó con la devaluación del peso de agosto de 1976.
El enfrentamiento con los empresarios y las acusaciones y veladas amenazas que cruzaron ambos bandos, además de las dificultades económicas y la incapacidad del gobierno para controlarlas, provocaron que en los últimos meses de ese sexenio se generara una atmósfera en la que “todo puede suceder”.
Ese momento fue, por tanto, especialmente propicio para los rumores. Entre otras cosas, se dijeron las siguientes:
–Que muchos funcionarios se enriquecieron con la devaluación.
–Que Echeverría era uno de los hombres más ricos del mundo.
–Que la esposa del Presidente había sufrido un atentado.
–Que se iban a congelar las cuentas bancarias.
–Que se nacionalizaría la banca.
–Que se iban a racionar la gasolina y el consumo de alimentos básicos.
Estos rumores corrieron con insistencia debido a las repercusiones directas que podían tener sobre la vida de los ciudadanos. Fueron efectivos: originaron compras de pánico y la cancelación masiva de cuentas bancarias.
El rumor más grave fue el que sostenía que se preparaba un golpe de Estado. Se especificó incluso el día en que se produciría. Al principio se dijo que ocurriría el 16 de septiembre y, después, se cambió la fecha para el 20 de noviembre. También corrió la especie de que el general Hermenegildo Cuenca Díaz, entonces secretario de la Defensa Nacional, había sido asesinado o que estaba preso en el Campo Militar Número 1.
Después del 20 de noviembre, se empezó a decir que, para perpetuarse en el poder, Echeverría encabezaría un autogolpe de Estado (en su momento, se habló de enmiendas constitucionales y de reelección).
En una entrevista publicada en abril de 1981 (casi al final del gobierno de López Portillo) en El Universal, el expresidente Echeverría hizo una serie de revelaciones que parecen estar arrancadas textualmente del manual sobre el rumor. Firmada por los periodistas Fernando Moraga y Jorge Coca, la entrevista indagaba sobre el tema:
–¿Y usted recuerda la técnica para desatar los rumores que, según ha venido afirmando, provocaron la devaluación?
–Técnicamente, el esquema es en verdad bastante sencillo. Se inventa algo que en realidad puede ocurrir, aunque esto sea poco probable. Se procede en círculos concéntricos, que en sus intersecciones transforman los rumores en verdades aparentes. Así, por ejemplo, si una misma versión, aunque sea descabellada, sale la misma mañana de Monterrey, a medio día ya está tomándose como verdad indiscutible en los salones de belleza femenina de alta alcurnia, en las Lomas de Chapultepec, y a medio día llegarán también a quienes almuerzan en el club de banqueros o en restaurantes de la Zona Rosa, y de ahí pasarán, por el conducto de meseros y luego peluqueros y otros núcleos sociales, para finalmente provocar una situación de temor y hacerla coincidir con una gran fuga de capitales.… Se trata de un verdadero terrorismo, que produce una situación de angustia a pequeños ahorradores y amas de casa… Ésta es, en síntesis, la historia de la devaluación de 1976 y de ella puede usted deducir quiénes fueron sus autores y beneficiarios…
No fue la única ocasión en que el expresidente hizo mención del caso. Al final del libro Echeverría rompe el silencio, el periodista Luis Suárez pregunta a Echeverría:
–¿Te afectaron anímicamente esos rumores?
–¿Te refieres a las versiones de atentados, etcétera? No, de ninguna manera. En mi familia hay una formación política de muchos años, para que nos afecten anímica o sentimentalmente. Me parecieron negativos para México, para toda una conciencia colectiva mexicana, por el hecho de exigir un ambiente favorable al rumor. Es decir, que habiendo tan grande abundancia de periódicos y medios televisivos, en realidad exista una situación de desinformación.
* Una versión de este texto se publicó en la revista emeequis en enero de 2017


