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Mujeres contra los rieles del Tren Maya
San Francisco, Campeche. Aspectos del primer tramo que recorrió el tren maya de Campeche a Cancún. Foto: Presidencia
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Mujeres contra los rieles del Tren Maya

Tres perfiles de defensoras del territorio en la península de Yucatán

Publicado el 21 de diciembre 2025
  • Medio Ambiente
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Wilma Esquivel, Sara López y Valiana Aguilar son activistas de la península de Yucatán que defienden el territorio afectado por el Tren Maya. #ContraLosRieles


Wilma Esquivel platica sobre la resistencia desde la identidad y la espiritualidad, pero también sobre el alimento del narcotráfico a raíz de la llegada del Tren Maya en Felipe Carrillo Puerto, Quintana Roo; lo hace en una palapa rodeada de árboles, en el centro comunitario del que ella es partícipe. Junto al río, Sara López, en Candelaria, Campeche, cuenta su experiencia en la lucha y la persecución en una ciudad atravesada por la memoria del Ferrocarril del Sureste. Valiana Aguilar camina entre la milpa para hablar sobre la erosión de la tierra, desde las haciendas henequeneras del siglo pasado hasta la venta de terrenos ejidales que atrajo el tren y cómo, a pesar de su degradación, la naturaleza tiene la posibilidad de sanar.

Estos perfiles hablan desde las raíces femeninas de la península de Yucatán. Atraviesan selvas, rieles y milpas para contar a tres mujeres que protegen su entorno, frente al Tren Maya.


El ferrocarril se prepara para salir rumbo al sur de Quintana Roo. Se encuentra en la estación de Carrillo Puerto, tras llegar desde Tulum. En unos segundos, se dirigirá a Chetumal. Es mediodía en lo que fuera una ciudad creada por la resistencia maya rebelde en el ecuador del siglo XIX. Cruzará por una vía que, para ser construida, requirió la destrucción de miles de árboles. Avanza lento, antes de acelerar a más de 100 kilómetros por hora. Lo observamos desde un puente por el que pasa.

La intención del gobierno mexicano al imponer el Tren Maya era desarrollar la región. La realidad es que se ha profundizado la pérdida de la identidad maya y vecinal con el territorio y, en casos como Carrillo Puerto, el incremento de la violencia asociada al crimen organizado. En las calles hay elementos de la Guardia Nacional (GN), quienes, con armas largas, vigilan las ciudades y pueblos. Su presencia no ha impedido que aumente el narcomenudeo y la violencia de género.

Según advirtió el gobierno federal, el tren también serviría para resolver las necesidades de movilidad. Pero muchas de las estaciones están a varios kilómetros de los centros urbanos, los boletos de transporte público –camiones, combis– son más baratos y hay más corridas que con el tren. Para ir desde Mérida a Felipe Carrillo Puerto se requirió un camión nocturno que se detenía cada hora en algún municipio para bajar y recoger pasaje, e ir al baño; y desde Carrillo Puerto a Chetumal, para tomar el único tren que parte hacia el sur de Campeche, se tomó una combi compartida a las cinco de la mañana,  entre el traqueteo de la carretera y los trabajadores del turismo caribeño; para volver a Mérida, se tomó otro autobús en el que el Instituto Nacional de Migración (INM) subió tres veces para verificar que los rostros de los usuarios coincidieran con el pasaporte mexicano. Al INM lo acompañaba la Guardia Nacional, como se notó en las paradas.

¿En el tren? En el trayecto entre Chetumal y Candelaria había más presencia de la Guardia Nacional, con elementos que recorrían los pasillos para asegurarse que todo estuviera en orden. Los rostros que predominaban eran extranjeros. Para las personas de la península de Yucatán es costoso acceder a este transporte, cuando el ferrocarril de antes se detenía en pueblos para subir y bajar a los vecinos. Para quienes lo usaban, el Tren Maya se llevó la memoria del antiguo tren peninsular.

Mujeres como Wilma, Sara y Valiana resisten frente al tren y, a través de los lazos comunitarios, se organizan para que sus raíces se aferren a la península de Yucatán.


Wilma Esquivel Pat, Felipe Carrillo Puerto , Quintana Roo

La resistencia siempre ha sido creativa

Wilma Esquivel Pat. Felipe Carrillo Puerto, Quintana Roo

El motor de una motocicleta se escucha en medio de la selva maya, el vehículo se acerca cruzando una calle empedrada. De ahí baja Wilma Esquivel Pat para entrar al Centro Comunitario U Kúuchil K Ch’i’ibalo’on. “La paz, que ha sido lo más importante de nuestras vidas, la hemos perdido”, nos dice, pues en Felipe Carrillo Puerto, municipio de Quintana Roo, la violencia en las comunidades se incrementó con la construcción del Tren Maya.

Wilma es una mujer maya –su abuela era rezadora y yerbatera– que se cuestiona lo que aprendió en la escuela, que arrancó a los mayas de su raíz, y es con ellos que mira su historia y su vida, que le dan la fuerza para amar su territorio. En el Centro Comunitario, ella organiza círculos de lectura para mujeres, actividades para infancias y proyecciones de cine comunitario, una manera de resistir frente a las consecuencias de la llegada del Tren Maya, que arrastra consigo la violencia del territorio y la pérdida de la identidad.

El tren pasa por Carrillo Puerto, o Chan Santa Cruz (su nombre original), un lugar mayoritariamente maya que provee la mano de obra a la industria del turismo en el Caribe. La estación se encuentra a cinco minutos en taxi, afuera de la ciudad. Un puente pasa encima de la vía –pues todos los tramos están cercados– y desde ahí se observan los ferrocarriles que conectan el sur del estado –Bacalar y Chetumal– con el norte –la zona turística, Tulum, Playa del Carmen y Cancún– en lo que es el tramo del Caribe, acaso el más polémico por la destrucción de cenotes ocurrida durante los años en que se construyó el tren.

El Tren Maya fue acompañado por un incremento en los delitos en el municipio de Felipe Carrillo Puerto, una situación advertida por académicos, activistas y organizaciones como el Centro Comunitario y el Consejo Nacional Indígena (CNI). Según las cifras del Sistema Nacional de Seguridad Pública, entre 2018 y 2024, el “narcomenudeo” pasó de un caso a 97, con un promedio de 23.75 casos entre 2020 y 2023, los principales años en los que se llevó a cabo la construcción.

Por las calles del municipio pasan las camionetas de la GN con sus integrantes armados. El tren conlleva la llegada de integrantes de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) y la GN, encargados de su construcción y administración. “Sin embargo, a su llegada no mejoró nada; al contrario, hemos visto cómo ha aumentado la violencia, las desapariciones, más fosas clandestinas. Lastimosamente, el discurso que permea en la comunidad es que las personas que aparecen asesinadas están involucradas en el crimen organizado, pero nosotros ponemos al centro cuestionar eso, porque nadie busca morir”, dice Wilma, quien por momentos interrumpe la entrevista para llorar al referirse a la paz perdida en Carrillo Puerto.

Guardia Nacional en Felipe Carrillo Puerto, Quintana Roo

Acciones que eran tan simples como si enseñar o no a las infancias a manejar las bicicletas, ir a casas vecinas o los mandados se han visto afectadas por el miedo al secuestro de menores. Ya sobre cada acción reflexionan antes de tomar una decisión.

“Se va rompiendo el tejido, se va rompiendo el vínculo en la comunidad y de pronto parecemos extraños encerrados por el miedo, pues el miedo es político”, señala.

En Carrillo Puerto se incrementaron las desapariciones forzadas, el hecho de que la gente muera en medio del dolor, en medio de la tortura, que no se pueda vivir en comunidad o la desconfianza en la misma comunidad.

Es complicado verificar estas situaciones, pues en un país como México, donde la impunidad es del 93%, según México Evalúa, solo se denuncia el 6% de los casos y su resolución es menor al 1%, de acuerdo con Impunidad Cero, independientemente de los estados. Sumado a la desconfianza ciudadana hacia las autoridades de Quintana Roo, esta es señalada de ser cómplice del crimen organizado y hay temor a denunciar e investigar los hechos delictivos relacionados al narcotráfico. Es más que probable que haya un subregistro de los casos, como señala Impunidad Cero. En cuanto a las personas desaparecidas, un reportaje publicado por El Suspicaz y Connectas en 2024 señala que para principios de ese año había “al menos 6,133 desaparecidos que no están incluidos” en el Registro Nacional de Personas Desaparecidas y No Localizadas del Gobierno de México.

Las personas en el municipio confirman (taxistas, meseros) que la inseguridad creció en los últimos tiempos, pero añaden que solo afecta a quienes “están metidos en algo”, según se recabó por las declaraciones durante la visita para realizar este reportaje.

Wilma Esquivel declara que ese discurso debe ser cuestionado, porque “nadie se busca morir de esa forma”.

Entrada del Centro Cultural U kúuchil k Ch’i’ibalo’on, Felipe Carrillo Puerto, Quintana Roo

El Centro Comunitario U Kúuchil K Ch’i’ibalo’on, parte de la Red de Futuros Indígenas, es un espacio arbolado que contrasta con el concreto en casas y comercios de Carrillo Puerto. Sus baños son ecológicos, no usan agua, en la palapa principal hay varios pósters del CNI, con ese estilo colorido y revolucionario del indigenismo mexicano desde los pueblos indígenas. Hay también un altar dedicado a los abuelos. Al llegar, Wilma se toma unos minutos para encender una vela y rezarles.

Carrillo Puerto se fundó en 1850 a partir de la espiritualidad maya con la aparición de la Cruz Parlante, la Santa Cruz, en el centro de la ciudad. Según la sabiduría oral, dicha cruz se comunicaba con los mayas rebeldes, en guerra contra los hacendados blancos, la élite gobernante de la península, y los inspiraba a resistir en la lucha. El Estado mexicano triunfó en la Guerra Social Maya y en 1902 cayó Carrillo Puerto.

Desde entonces, gobiernos mexicanos se encargaron de crear Quintana Roo como estado con vocación exclusivamente turística y educaron a las generaciones de jóvenes mayas para trabajar en los distintos servicios del Caribe. El artículo Migración interna y dinámicas laborales en la industria turística de la Riviera Maya, Quintana Roo, México, indica que la migración interna “representó experiencias colectivas e individuales a través del ‘sueño de progreso’ donde ‘los emigrantes mayas se familiarizan con la idea de que la cultura maya puede ser vendida, negociada, promovida y empaquetada’”.

Explica que las personas migrantes del monte a la ciudad “conciben que su cultura puede ser comercializada y procesada como un producto turístico a granel, e incluso pueden ser empleados como imagen turística en la venta de artesanías, como una representación de un emblema cultural. Dichas acciones suelen crear conflictos, pues además contrastan las desigualdades de recursos al servicio del turista, con las condiciones precarias de sueldo, empleo y vivienda del inmigrante.”

La industria del turismo es más compleja que blanco y negro, dice Wilma. El trabajo en el turismo, en el norte de Quintana Roo, permite a su gente obtener el dinero para construir o terminar sus casas y resolver problemas de salud. Pero también ocurre que para “salir adelante” el discurso académico señala que deben emplearse en la industria turística, por lo que la educación forma a las juventudes para dedicarse al sector mayoritariamente hispanoparlante o anglosajón, lo que propicia la pérdida de identidad y la lengua maya, expresa.

En Quintana Roo, durante el periodo en que se construyó y comenzó a operar el Tren Maya (2021-2024) los casos de violencia de género se incrementaron a más de 400 por cada 100 mil habitantes, en comparación con el período previo entre 2015 y 2018, se registraron 300, según el Sistema Nacional de Seguridad Pública. Los delitos sexuales pasaron de 40 a 70 en los mismos períodos, mientras que el feminicidio en Quintana Roo se duplicó (1.5 a 3 casos por cada 100 mil habitantes).

“La violencia siempre ha estado presente. Y también ha sido una lucha constante de las colectivas el poder cuestionar las formas en las que nos relacionamos y cómo las mujeres estamos siendo violentadas en los espacios, familiares, incluso colectivos”, dice Wilma.

mujeres contra Tren Maya
Wilma Esquivel Pat. Felipe Carrillo Puerto, Quintana Roo

Sin embargo, no solo enfrenta las violencias de género que ocurren por megaproyectos. También a lo que no se nombra abiertamente: que en muchas ocasiones las mujeres dejan de cuidarse en pos de la organización comunitaria.

“Entonces al encontrarnos así ha sido doloroso porque las mujeres ocultamos las violencias que vivimos en las colectividades. Cómo nos han excluido de los espacios, pero también cómo han utilizado a otras mujeres para suplantar nuestras voces o para violentarnos. Siempre priorizamos la lucha, siempre priorizamos la comunidad, siempre priorizamos los procesos, pero nunca nos priorizamos a nosotras”, expresa.

A lo largo de su trayectoria, Wilma ha visto a mujeres activistas enfermas y lastimadas, que se quedan solas en la organización colectiva. Por eso, para ella la resistencia es también interna, para poder proyectarla hacia otras luchas, como el Tren Maya, porque las mujeres deben priorizar su vida.


Sara López, Candelaria, Campeche

El tren sin memoria, pero con polos de desarrollo

mujeres contra Tren Maya
Sara López, Candelaria, Campeche

Junto al río Candelaria, Sara López elige una mesa de madera. Estamos en un balneario ubicado en un pueblo a 20 minutos del municipio que toma su nombre del río. Es un lugar tranquilo. Es 16 de septiembre. Un par de hombres toman las cervezas tras la resaca del Grito de la Independencia mexicana. Hasta su música de banda es tenue, el mayor sonido que llega es el del viento y el leve choque de las olas en la orilla; de vez en cuando suena también el caminar de unos patos.

En la cárcel, Sara aprendió a nunca volver a confiar en el Estado, en los gobiernos o en los políticos. Por eso, cuando el Tren Maya llegó a Candelaria, municipio ubicado en el sur de Campeche, pensó que era “una cosa espantosa” por la devastación de los árboles, el incremento de los costos y la presencia de la delincuencia organizada.

Río Candelaria, Candelaria, Campeche

Candelaria es la bisagra que enlaza la península de Yucatán con el resto del territorio de México; la frontera con Guatemala está a 50 kilómetros de la cabecera. Aquí el tren está presente en la memoria de sus habitantes. Antes del megaproyecto construido por el gobierno federal, por las vías, ahora remodeladas y transformadas, circulaba el Ferrocarril del Sureste que conectó la península de Yucatán con el resto del país, ante la distancia geográfica y natural. 

A mediados del siglo XX, cuando aún no existía Candelaria, el presidente Lázaro Cárdenas ordenó construir un tren para acercar el sureste al país. El tren que llegó era de carga y de pasajeros, tal como se proyecta sea el Tren Maya antes del fin del sexenio de la presidenta Claudia Sheinbaum. Está planificado a conectarse con el Tren Interocéanico, que circula de Palenque (Chiapas) a Coatzacoalcos (Veracruz) y cruza el Istmo de Tehuantepec hasta Ixtepec (Oaxaca). El gobierno mexicano estima que la conexión ferroviaria entre Progreso (Yucatán) e Ixtepec permitirá que la carga asiática desde Shanghai, China, llegue a Atlanta, Estados Unidos, en 26.5 días, seis días menos que por el Canal de Panamá.

Sara teme que con la excusa de los “polos de desarrollo” se propicie la industrialización de la península de Yucatán y, en el caso de Candelaria, ser una vía más para la explotación del suelo con la caña de azúcar y la ganadería masiva en ranchos.

Malecón, Candelaria, Campeche

El Programa de Ordenamiento Ecológico de Candelaria señala que entre 2003 y 2022 el municipio perdió 80 mil hectáreas y que, de seguir la tendencia, los ecosistemas selváticos desaparecerán en la década de 2080. Esto ocurre debido al aumento de la demanda de tierras para uso agropecuario. Según el documento, la cabecera municipal “tiende a aumentar su tamaño, pues se consolida como centro concentrador de bienes y servicios” con el Tren Maya.

A lo largo de su vida, Sara ha liderado movimientos sociales en el sur de Campeche, específicamente en Xpujil y Candelaria, para impulsar las luchas por el agua y las tarifas energéticas justas, por lo cual fue perseguida judicialmente en dos ocasiones, la última en 2009, cuando fue encarcelada bajo el delito de privación ilegal de la libertad, aunque más tarde obtuvo su liberación tras la presión de organismos de derechos humanos y una huelga de hambre.

Tras tantos problemas, decidió abordar el activismo desde la construcción comunitaria. Se alejó de la protesta, por miedo a venganzas y ataques que pusieran en peligro a su familia y a ella misma, pues creyó que sus hijos ya habían sufrido bastante. Durante las persecuciones, escapó embarazada a Guatemala, lo hizo a pie por la montaña y pensó que perdería al bebé; al ser detenida en 2009, la extinta Agencia Federal de Investigación (AFI) ingresó en la madrugada a su hogar, a pesar de los gritos de su familia.

La llegada del Tren Maya modificó la fisonomía y la nostalgia de Candelaria, un municipio desarrollado por el ferrocarril del siglo pasado. Sobre el antiguo puente que cruzaba el río, se construyó uno nuevo para que circule el tren. Al mismo tiempo, se transformó el malecón. Esa obra incluyó el relleno de los humedales, lo cual los hace más proclive a las inundaciones, advierte Sara.

La memoria fue impactada, pues el Tren Maya no se detiene por los pueblos más chicos en su trazo por la península de Yucatán, como ocurría con el Ferrocarril del Sureste, que promovía la economía local. “No es el tren que teníamos. Antes te llevaba un día, dos días para llegar a Campeche o a Tenosique o adonde fueras. Iba parando de pueblo en pueblo. Y donde iba parando la gente vendía que su arroz con leche, que su cafecito, que sus tacos de huevo”.

Para Sara, la llegada del megaproyecto provocó cambios negativos en la economía de la gente en Candelaria, ya que los costos aumentaron. “El dinero se vino para abajo, se devaluó demasiado”, dice. Y atrae a las cadenas comerciales que monopolizan el mercado, en detrimento de los pequeños productores.

Candelaria es un municipio que sigue el afluente del río del mismo nombre. La promesa del turismo, una de las insignias que se presume con la llegada del Tren Maya, se basa en la ecología del municipio, a través de las lagunas y el río. La ciudad tiene pocos atractivos, pero a media hora hay varios cuerpos de agua y una zona arqueológica, impulsada por el gobierno federal en la promoción del megaproyecto.

Como en otros lugares de la península, incrementaron los crímenes a raíz de los trabajos del tren. “La Guardia Nacional tiene presencia, pero no hacen nada, ¿para qué los queremos?”, declara.

En Campeche la violencia familiar pasó de poco más de 250 casos entre 2015 y 2017 a cerca de 325 entre 2021 y 2024; los delitos sexuales crecieron de 20 a 32 en el mismo periodo en la entidad, según lo reportado por el Sistema Nacional de Seguridad Pública.

A pesar de los esfuerzos de organización comunitaria en la región, algo que notó Sara con la Presidencia de Andrés Manuel López Obrador es que las resistencias se fueron a pique. “Llevamos una lucha de resistencia ante esta megaobra por todos los impactos que iba a ocasionar y que ya lo estamos viviendo”, expresa.

Durante su juventud en Xpujil, Sara apoyó en los servicios médicos de las comunidades mayas y, cuando dejó de huir entre los años 1990 y los 2000, estableció la primera farmacia de medicamentos similares en Candelaria. Ahora se dedica a la elaboración de productos de higiene, como jabones ecológicos, en compañía de otras mujeres del municipio.

Sara López, Candelaria, Campeche

Decidió bajar la guardia. Por salud y “ay, Dios mío, yo no quisiera meterle un susto a mi familia, porque a los defensores, con este gobierno, ustedes lo saben, ¿cuántos secuestros y asesinatos a defensores? Entonces te criminalizan, tu vida está en riesgo, te meten dentro de una lista negra. Pero sí estamos tratando de hacer trabajo comunitario en las comunidades porque es sumamente importante”.


Valiana Aguilar, Sinanché, Yucatán

Sanar la tierra, regenerar la tierra contra el colonialismo e imposición

mujeres contra Tren Maya
Valiana Aguilar, Sinanché, Yucatán

Entre la milpa de su parcela, Valiana Aguilar habla sobre cómo la tierra, dañada por los monocultivos de henequén del siglo XX, recupera su fertilidad cuando las personas colaboran con la naturaleza. Camina entre calabazas, maíz, frijol, lentejas, chiles habaneros, plátanos y más especies. Explica cómo temía que las plagas animales que destruyeran el entorno en el que trabaja desde 2019, pero no. La tierra sana.

El Tren Maya pasa lejos de Sinanché, un municipio en el norcentro de Yucatán, donde tenemos este encuentro. Las vías están 30 kilómetros hacia el sur en la ruta que conecta Mérida, la capital yucateca, con Izamal. Atrajo inversionistas que posan sus ambiciones sobre las tierras de Sinanché y San Crisanto, en la costa, para construir. Valiana, del colectivo Suumil, creció entre ambos, tuvo una vida distinta a la de la ciudad: en su infancia corría por las playas junto a sus primos, sus amigas, sin requerir tanta supervisión de los adultos. Ella advierte que la llegada del tren creó una burbuja inmobiliaria a través del despojo de tierras comunitarias –ejidales– y compraventa de los terrenos.

mujeres contra Tren Maya
Valiana Aguilar en parcela, Sinanché, Yucatán

Entre 2019 y 2023, la península de Yucatán perdió 196 hectáreas diarias de vegetación, según el Consejo Civil Mexicano para la Silvicultura Sostenible (CCMSS); es decir, 71,395.

“A partir del anuncio del tren, esta cuestión de la burbuja inmobiliaria ha crecido. Los precios de los terrenos se han encarecido, ahora es buscar hacer un negocio vendiendo tus tierras. Toda la parte de la costa ya la devastaron por completo, ya se vendió. Todo se está construyendo. Gente que quiere comprar sus terrenos en el puerto. En los ejidos hay diferentes núcleos que no sé de qué manera se han hecho para venderlas como lotes de venta, de inversión. Se está vendiendo la tierra. Compran los terrenos a bajos precios a los ejidatarios y las empresas hacen una preventa de los lotes y con eso recuperan muchísimo dinero; probablemente nunca vean su lote de inversión porque ni siquiera está registrado legalmente, mientras tanto ya se deforestó para abrir caminos. Después hay otra empresa que quiere al lado o del otro lado o que quiere atrás y eso está generando condiciones en las que la gente se ve forzada a vender o a entrar en esa lógica”, expresó Valiana en su solar de Sinanché.

Ella lucha por la conservación de la tierra. Sea en su parcela, a unos kilómetros de Sinanché, o en el solar de su casa. En la parcela de una hectárea, acompañada de su pareja y de un compañero, trabajan la siembra con más de 300 variedades de plantas. En el solar, preparan bebidas fermentadas como cervezas y kefir –con los frutos que obtienen–, tienen gallinas, tres perros grandes y peludos, y la hortaliza de la que se alimentan.

mujeres contra Tren Maya
Milpa, Sinanché, Yucatá

La de Yucatán es una tierra impactada por siglos de la explotación de los monocultivos. El henequén, que durante años dio grandes réditos a la clase gobernante y abusó de los trabajadores mayas, en condiciones de esclavitud, dejó un suelo desgastado, casi inerte.

Tras haber migrado a la ciudad –Cancún y Mérida, con su familia–, Valiana Aguilar aprendió que lo arrasado por la mano del hombre puede reconstituirse de la mano con la naturaleza. A partir de sus experiencias académicas en Oaxaca, decidió regresar a su hogar, Sinanché, para crear el colectivo Suumil, en el que, a través de los saberes de sus abuelas y abuelos, recupera la tierra gastada por el henequén, en un solar en su casa y la milpa en el ejido.

El temor ahora, con el Tren Maya y la compraventa para desarrollos inmobiliarios, es que la misma tierra quede devastada por la construcción de obras de concreto, como sucedió en la costa de San Crisanto, donde se establecen hospedajes turísticos a expensas de las plantas que previenen la erosión de las playas.

La pérdida del territorio no es lo único que el tren y el desarrollo peninsular se llevan. También a los jóvenes. Valiana afirma que otra cosa que incrementó en Sinanché y que “empezó con el Tren Maya y la llegada de los militares” es la droga, en específico el cristal. Es difícil corroborar la afirmación con datos estadísticos oficiales, pues la última Encuesta Nacional de Consumo de Drogas, Tabaco y Alcohol se llevó a cabo en 2017, antes del sexenio de López Obrador. Apenas en 2025 se volverá a realizar, durante todo el mandato del expresidente no se realizó.

Valiana dice que por un lado se percibe a Yucatán como el estado más seguro, pero la realidad es de que hay un problema grave de drogadicción en los pueblos que ni la población ni el gobierno quieren ver, pero existe y eso genera un “nivel de violencia en las familias super alto y específicamente con las niñeces y las mujeres”.

Cuando ella trabajó la milpa en el terreno ejidal por primera vez, se dio cuenta de la mucha piedra que había; el suelo estaba erosionado por el henequén y los agroquímicos. Temió que no pudiera recuperarse, pero ha aprendido que con el ciclo natural, las parcelas producen comida y regeneran la tierra. Valiana camina entre las especies, explica ese ciclo: hace tres semanas iniciaron en un espacio con la milpa regenerativa, donde siembran a la par maíz, zacates, cocos, achiote, para tener las semillas y que recuperen los suelos.

“La agricultura convencional mina el suelo, siembra y saca todos los nutrientes y minerales, y no se retribuye nada a cambio al suelo”, explica. “Esa historia que le hicieron al suelo es la misma que le hicieron a la comunidad: es el saqueo, el despojo”.

Pone su fe en las mujeres y en la milpa. “El consumo de alimentos es sagrado porque “tuviste que criar a ese animalito, tuviste que pasar por muchas cosas para que después eso se dé en un momento de celebración. No como ahora que todo lo compramos del súper y ni sabemos de dónde viene ni quién lo cosechó, ni quién lo crió, ni quién hizo nada”.

Es por eso que, frente a la industrialización de los alimentos, las mujeres son quienes encabezan la esperanza; el 70% de la comida que se produce en el mundo es trabajada por pequeños núcleos campesinos conformados en su mayoría por mujeres, dice; la misma cifra que aparece en el informe Ellas alimentan al mundo, publicado por Latfem.

mujeres contra Tren Maya
Valiana Aguilar en parcela, Sinanché, Yucatán

Valiana lucha contra las ideas que afirman que el trabajo en la milpa es horrible. Porque, cuando se replican, las únicas opciones que quedan para los jóvenes mayas de la península de Yucatán son el trabajar de albañiles, de camareras en la costa o, si acaso, estudiar una carrera “para después no tener trabajo”.

La resistencia, dice Valiana, es quedarnos.

Este reportaje fue realizado con el apoyo de la International Women’s Media Foundation (IWMF) como parte de su iniciativa de ¡Exprésate! en América Latina.


Tren Maya, Año Uno: “devastación social y ambiental”

Hotel Tren Maya Calakmul

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Texto: Paul Antoine Matos y Sandra Gayou | Foto: Sandra Gayou

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