¿Qué está pasando en la UNAM?
En el sexenio de la primera mujer presidenta, de una destacada universitaria y una activista formada en el CEU, es doblemente triste ver a la UNAM parada, siendo rehén de intereses oscuros.
Ha pasado más de un mes desde los lamentables hechos en el CCH Sur, cuando un joven decidió atacar a un compañero en pleno día de clases. La muerte de Jesús Israel provocó zozobra e inquietud en la comunidad universitaria, y dio inicio a una serie de movilizaciones que, a la fecha, mantienen en paro varios planteles de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
La tragedia del CCH Sur, ocurrida el lunes 22 de septiembre, detonó un movimiento de asambleas estudiantiles que comenzaron demandando seguridad en los planteles y terminaron por construir pliegos petitorios diversos, en los que se plantean viejas y nuevas demandas a las autoridades universitarias.
La tragedia y el paro ponen a prueba a la Rectoría de Leonardo Lomelí, que en noviembre cumplirá dos años al frente de la UNAM. Y han colocado contra las cuerdas a directores recién nombrados, como Mónica Cejudo, que desde febrero pasado dirige la Facultad de Arquitectura; Alejandro Chanona, que apenas cumplirá un año al frente de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, y Armando Tomé González, que llegó a la dirección de la Facultad de Contaduría y Administración en marzo de 2024.
Rebasadas —notoriamente en esas tres facultades—, las autoridades han sido incapaces de negociar condiciones para el regreso a clases, lo que impide que miles de estudiantes y profesores puedan retomar sus actividades con normalidad.
Quizás por ello, más de uno se pregunta: ¿Qué está pasando realmente en la UNAM?, ¿de quién es la mano que mece la cuna?
La UNAM, bajo asedio
Durante este mes, las asambleas estudiantiles han hecho públicos, y entregado a las direcciones de sus facultades, pliegos petitorios amplios y complejos, que incluyen algunas demandas justas y atendibles por la vía administrativa —como el reclamo de mayor seguridad—, pero también condiciones que rebasan la autoridad de los directores y las directoras, e incluso de la propia Rectoría.
Romper relaciones con cualquier centro de estudios o institución de origen israelí, o echar a académicos señalados en una lista elaborada a capricho de un grupo, son demandas que no sólo muestran un peligroso talante excluyente y autoritario, sino que caen en la discriminación que supuestamente es condenada por quienes promueven el paro indefinido.
Pugnar por la paz en Gaza mientras se destruyen y saquean los planteles universitarios tampoco es digno de un movimiento estudiantil que dice rechazar la violencia y que, con toda la razón, repudiaría cualquier intento de represión o de medida coercitiva por parte de las autoridades.
Exigir instalaciones sanitarias limpias e incluyentes, botones de pánico y toallas sanitarias para una menstruación digna son demandas justas que podrían y deberían atenderse sin problema; pero eso no cuadra con la acción de los grupos que, al menos en la Facultad de Ciencias Políticas, decidieron destruir los baños como parte de su protesta.
No sería justo para los muchachos paristas decir que están siendo manipulados por grupos políticos, o afirmar que sus acciones responden a intereses ajenos a la UNAM, pero lo cierto es que resulta muy difícil encontrar las causas de fondo que justifiquen un paro indefinido.
Y es imposible entender que se recurra a la violencia —las amenazas anónimas de bomba o a la acción de grupos encapuchados, por ejemplo— como estrategia de un movimiento que se dice pacífico.
Quizás por eso, diversas voces han señalado en las últimas semanas que la UNAM está bajo asedio.
“El amedrentamiento y asedio que vive hoy nuestra universidad recuerda otros episodios del pasado que intentaron con provocaciones y violencia cancelar las labores y la gran obra cultural que encarna la UNAM”, señalaron el 16 de octubre más de 100 universitarios en un pronunciamiento que, sin embargo, no impidió que se radicalizaran las acciones de algunos paristas.

Tres botones de muestra
La semana pasada, mientras la dirección de la FCPyS negociaba con la asamblea estudiantil, profesores y académicos de sus diversos centros de estudios se manifestaron en favor del diálogo y del regreso a clases.
En el caso del Centro de Estudios Sociológicos, las profesoras y profesores repudiaron el uso oportunista de la tragedia del CCH Sur para “instrumentalizar el miedo, perpetuar la incertidumbre y dar paso a respuestas meramente punitivas”.
Finalmente, el sábado pasado los paristas se retiraron de la FCPyS, dejando destrozos a su paso.
La dirección, a cargo de Alejandro Chanona, denunció destrucción y saqueos, mostró evidencia de ello y anunció que las actividades se retomarán hasta que se evalúen y reparen los principales daños.
En la Facultad de Arquitectura, la directora Mónica Cejudo tampoco ha podido lidiar con la situación, y el paro ha ensombrecido el inicio de su gestión, que se celebraba por ser la primera mujer en el cargo.
Es curioso que una facultad que normalmente no es partícipe de acciones radicales sea ahora una de las más activas en el paro.
Ahí las noticias no son buenas: la semana pasada la asamblea de estudiantes rechazó la respuesta al pliego petitorio que entregó el 15 de octubre y ha decidido mantenerse en paro una semana más.
El comunicado de respuesta de la dirección de la Facultad retrata explícitamente la triste situación: “la suspensión prolongada de actividades afecta gravemente la vida académica, el bienestar emocional y la cohesión de nuestra comunidad. No resuelve los problemas; los agrava y nos aleja de los espacios donde el entendimiento y la construcción colectiva son posibles”.
Cejudo ha convocado a la asamblea estudiantil a dialogar el próximo martes 28 de octubre, a las 11:00 horas, para atender las inquietudes y demandas. No queda más que desearles que lleguen ya a un buen acuerdo.
Situación semejante vive la Facultad de Contaduría y Administración, donde los paristas desconocieron el resultado de una encuesta digital en la que la mayoría de la comunidad votó por el regreso a clases, y decidieron mantener tomadas las instalaciones.
“Conscientes de que la seguridad e integridad de nuestra comunidad debe prevalecer sobre cualquier otro interés, y ante la imposibilidad de garantizar condiciones adecuadas para mantener el diálogo —derivado de la solicitud de desocupar las instalaciones—, se ha determinado suspender las actividades académicas por paro académico hasta nuevo aviso”, dice el comunicado de la FCA del pasado 23 de octubre.
En ese comunicado destaca la frase “imposibilidad de garantizar condiciones” como una muestra de la debilidad de la autoridad frente a quienes se arrogan la representación de la comunidad estudiantil.

¿Hay salida?
Sí. Casi todas las demandas de los pliegos petitorios resultan más fáciles de atender con las facultades abiertas y en funcionamiento, que con edificios tomados, salones cerrados y la comunidad universitaria aislada en sus casas.
El diálogo que se demanda, y que debe ser la única salida al conflicto, debe incluir realmente a toda la comunidad y no sólo a quienes están en favor del paro.
La Rectoría no debe pretender normalizar la situación de la UNAM con propaganda, o minimizar los hechos con comunicados ambiguos. Tampoco debería esconderse detrás de pronunciamientos e inserciones pagadas en las que se insinúa que hay alguien detrás del asedio.
No basta con filtrar sospechas. Si hay claridad sobre la injerencia de un grupo político, un partido, un funcionario del gobierno o cualquier otro poder fáctico, debería denunciarse claramente, señalar responsabilidades y exigir rendición de cuentas.
PD. En el sexenio de la primera mujer presidenta, de una destacada universitaria y una activista formada en el CEU, que luchó frontalmente por una causa justa —el rechazo a las cuotas—, es doblemente triste ver a la UNAM parada, siendo rehén de intereses oscuros. Ojalá Claudia Sheinbaum también se interese por resolver la situación de su alma máter, la máxima casa de estudios.




