Cuando se habla de desaparición forzada y de asesinatos extrajudiciales en México, el foco suele colocarse en las cifras, en los perpetradores y en la búsqueda de justicia. Rara vez se escucha a quienes crecieron en medio de esa ausencia. "Hormigas entre gigantes. Las infancias y sus experiencias ante la desaparición y el asesinato extrajudicial de sus madres y padres" parte de esa omisión: la de niñas, niños y adolescentes cuyas vidas quedaron marcadas por la desaparición o el asesinato de sus padres.
La violencia que ha cubierto al país desde hace décadas ha dejado un saldo de dolor difícil de asimilar. En México existen 122 mil personas desaparecidas y más de 250 mil personas asesinadas en los últimos 17 años.
Esta violencia tiene repercusiones graves en las infancias, que se han convertido en una población no escuchada e invisibilizada, cuyos derechos han sido vulnerados en extremo.
Apoyada por Artículo 19 y la Fundación Heinrich Böll, esta investigación, realizada por Alicia de los Ríos Merino, Jessica Chantal Alcázar Romero y Daniela Rea Gómez, busca contribuir a preservar la memoria de las víctimas y sus familiares frente a crímenes y violaciones a los derechos humanos.
“Las niñas y niños no solo son víctimas del entorno de violencia que se ha vivido en México, sino que también han sido un sector invisibilizado en la lucha de los movimientos sociales”.
Esta publicación, destacan las organizaciones, pretende abrir espacios para escucharles y conocer de forma directa cómo les han afectado las violencias, pero sobre todo, aprender las formas de resistencia que les han permitido continuar ante la desaparición y el asesinato extrajudicial de sus padres y madres.
Las voces recogidas por las autoras muestran cómo el silencio, la sobreprotección, las mentiras piadosas y la falta de información forman parte de una experiencia cotidiana marcada por la incertidumbre, pero también por estrategias de cuidado y resistencia.
Con autorización de ambas organizaciones, reproducimos un fragmento de Hormigas entre gigantes, presentado estos días en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara 2025.

Cristian y Gabriel
“Ella era como nuestro barco. Un barco en el que yo estaba
adentro, navegando sobre el mar, y si el barco ya no está,
tú te vas al fondo del océano y te ahogas y pues así estoy,
así me siento ahorita. Como ahogada porque ya no está
nuestra mamá y porque la necesitamos”.
— Gabriel Navarro Cortinas
“Yo no me he sentido cuidada en este tiempo. No al cien por
ciento. Nunca ha faltado alguien que cubra las necesidades
básicas. Pero hay cosas que no puedo hablar, que no puedo
preguntar y muchas cosas que no pude sacar, y que ahorita
yo siento que me afectan. Casi no hablamos de mi mamá”.
— Cristian Alexa Navarro Cortinas
Entrevistadoras: ¿Hay algo que quieran comentar de su mamá?
Cristian: Antes que nada, decirles que nuestra mamá se llama Rebeca Cortinas
Rueda y tiene 35 años. Que sepan que ella existe.
Gabriel: Era una mujer fuerte y era muy sonriente, muy alegre. Eso me gustaría
decir de ella
Cristian: Es, es. Mi mamá, nuestra mamá todavía es.
Gabriel: Quiero que sepan que la necesitamos mucho y que la extraño todos los
días, que no hay un día en la vida que no la necesite y que la quiera, que la extraño, que me hace falta. Anoten eso. Sepan eso.
Cristian: A veces quisiera escuchar su voz diciéndome que me quiere.
Gabriel: Yo quisiera sentir por lo menos un abrazo.
Cristian: A mí ya se me olvidó cómo se ríe, cómo habla.
Gabriel: Hay muchas cosas que ya no sabemos pero no se nos olvida que siempre
se reía, que sonreía mucho, mucho mucho. No hay una foto en donde no esté con
una sonrisa porque era muy alegre.
Cristian: Porque ES muy alegre.
Gabriel: Y porque independientemente de todo lo que pasó, yo creo que mi mamá
no nos hubiera dejado solas, no nos hubiera querido ver sufriendo.
Cristian: No, nunca fue una mala mamá, nunca nos pegó, nunca nos gritó, nunca
nos hablaba feo, no. O sea, siempre estaba ahí.
Gabriel: En la ficha de su búsqueda, mi mamá sale sonriendo. Ella siempre
sonreía.
Rebeca Cortinas Rueda, desaparecida el 30 de agosto de 2018 en Matamoros,
Coahuila.
Características:
Orejas: pequeñas
Complexión robusta
Cara redonda
Tez moreno
Ojos grandes, color café
Cabello largo, ondulado, negro
Nariz chica
Madre de 3 hijas, Cristian, Gabriel y Ariel. Tenían 13, 11 y un año 8 meses cuando
fue desaparecida. Ariel aún tomaba pecho.
Seña particular: una cicatriz de cesárea.
Mi nombre es Cristian Alexa Navarro Cortinas, tengo 17 años, nací el 12 de abril
de 2005 en Lerdo, Durango, pero fui criada en Torreón, Coahuila. No estudio y no
trabajo. A veces leo, a veces veo la TV. Tampoco tengo muchos pasatiempos, sólo
el de escribir, escribo lo que tengo en la mente y ya.
Yo me llamo Gabriel Elen Navarro Cortinas, nací el 15 junio del 2006 en Torreón,
Coahuila, tengo 15 años y estudio. Me gusta escribir y estar en el celular. Casi no
me gusta leer, el hábito por escribir me lo pegó Cristian, escribo lo que se me viene a la mente.
Estamos aquí para contarles la historia de nuestra mamá. De su desaparición. Es
muy difícil hablar de esto.
Cristian: Pasó por muchas cosas muy feas antes de que desapareciera, se veía
triste.
Gabriel: Y sus ojos estaban tristes, no brillaban, había cosas que no nos decía.
Cristian: Aún así ella siempre intentaba sonreír enfrente de nosotras, aunque estuviera muy triste. Y cuando lloraba, trataba de limpiarse las lágrimas para que
no la viéramos.
Gabriel: Y nos decía que teníamos que ser fuertes, que nos quería mucho y que
aunque hubiera muchas cosas malas en el mundo, teníamos que ser fuertes…
Como ella… Ella era muy fuerte y cuando dejó de serlo fue porque alguien le quitó su fuerza.
Cristian: Como que dejó de brillar.
Gabriel: Y yo creo que cuando te quitan tu luz o con lo que tú brillas, te quitan
todo… Me gustaría que no le hubieran quitado su fuerza.
Cristian: Su última pareja… Había muchos golpes, muchos gritos, a nosotras casi
no nos tocó un golpe de su pareja, no. Fue algo peor: ver a mi mamá, que la golpeaba muy seguido… Fue algo muy difícil.
Gabriel: Cuando pasó la primera ocasión de que le pegó, me acuerdo que yo estaba acostada, dormida y de repente escuché gritos, mi mamá estaba pidiendo
ayuda y nosotras fuimos al otro cuarto y su pareja de mi mamá estaba arriba de
ella, ahorcándola y nosotras nos abalanzamos contra él e intentamos quitárselo
y pues yo, con mi mente de niña, quería agarrar la llave y abrir la puerta e irme
corriendo a casa de mi abuelita. Era una distancia grande para una niña, pero yo
me sabía la distancia, cruzar carreteras, cruzar montes, yo sí sabía por dónde irme.
Cristian: Es que pasaron muchas cosas… hubo muchas ocasiones en las que teníamos que pedir más ayuda porque nosotras no podíamos. Una vez llamamos
a la policía y cuando llegaron me acuerdo mucho de que mi mamá les dijo que
no pasaba nada, porque él tenía a la bebé adentro, y la estaba amenazando y mi
mamá le dijo a la policía que todas estábamos bien y yo sentí mucho coraje.
Nosotras queríamos que se separara de él, si ella ya no podía o algo, que le ayudaran, que le ayudaran a ello, que nos ayudaran a nosotras, pero fue todo lo contrario. Nos mandaron a vivir a casa de mi abuelita, para protegernos.
Cristian: Y a mi mamá le pegaba más y más y más, y llegamos y la veíamos toda
morada… Yo no culpo a mi mamá, no la culpo. Ella era buena mamá… Quiso emprender un negocio con figuritas de yeso, su plan era llevarlas y que la gente las
pintara, después nos dimos cuenta que no resultaba y las pintábamos nosotros y
el plan era pintarlas y venderlas como decoraciones, pero al final no más fue que
un pasatiempo entre las tres. O sea, mi mamá no era una mala mamá.
Gabriel: Yo creo que aunque ella nos amara, yo nunca me sentí como niña, como
que alguien me cuidara. Como que sentía “tengo que cuidar a mi mamá”. Porque
aunque yo estaba más chiquita que mi hermana como que yo las veía más débiles
y a mi mamá también la veía más débil…
Cristian: …

Rebeca Cortinas Rueda. Madre de Cristian, Gabriel y Ariel.

Cristian y Gabriel siendo niñas.
Gabriel: Pero cuando ella desaparece fue más difícil aún porque me sentía sola,
sin nadie, al menos con mi mamá me sentía segura. Si yo no tenía dónde ir, pues
estaba mi mamá. Donde estuviera ella era nuestro lugar, pero ahora ¿dónde es
nuestro lugar, si no está mi mamá? Aunque esté tu tía y tu abuelita, ahí no es tu
lugar, porque ahí no está tu mamá.
Cristian: Ahora vivimos con mi tía, hermana de mi mamá.
Gabriel: Y con mi tía… Pues no termina de ser mi mamá, ella tiene a sus hijos y
a veces veo a mis primos con mi tía y yo quisiera abrazar a mi mamá otra vez, o
estar con ella. Se siente feo, pero intentas no pensar tanto para no estar todo el
tiempo así…
Cristian: Estar como triste.
Gabriel: En estos años que mi mamá no está, me he sentido muy desprotegida,
aunque esté mi tía o mi abuelita.
Cristian: Yo no me he sentido cuidada en este tiempo. No al cien por ciento. Nunca
ha faltado alguien que cubra las necesidades básicas. Pero hay cosas que no puedo
hablar, que no puedo preguntar y muchas cosas que no pude sacar, y que ahorita
yo siento que me afectan. Casi no hablamos de mi mamá.
Gabriel: Cuando estás niña, necesitas a alguien que te cuide, que te diga: “Ve a la
escuela”, “¿ya comiste?”, que te esté cuidando, que te esté diciendo: “No está bien
que hagas esto”, para que te enfoques en lo que realmente te necesitas enfocar.
Porque tienes a alguien que te está respaldando, que te está cuidando, que te
está aconsejando, que se está preocupando por las cosas que tú no te deberías de
preocupar.
Cristian: Sí, para que no te descarriles, para que no te pierdas. Para que tengas tus
prioridades. Para que sientas que importas. Para que te quieras.
Gabriel: Ese día mi mamá fue a la casa y nos llevó hot cakes, se veía emocionada,
nos platicó cómo los había hecho, qué les había puesto.
Cristian: Nos dijo que le había echado un ingrediente secreto porque habían quedado bien bonitos los hot cakes.
Gabriel: Y es que no le salían y ese día sí le salieron.
Cristian: Le salieron bien bonitos y nosotros no pensábamos que fuese a ser la
última comida que íbamos a comer de ella. Y nos los dejó en la casa de mi abuelita y salió y se fue.
Gabriel: Al día siguiente yo fui a la casa de mi mamá, nosotras vivíamos con mi
abuelita por toda la violencia, y fui a su casa y la casa estaba sola y yo empecé
a sentir algo muy raro y yo le dije a mi abuelita: “abuelita es que a mi mamá le
pasó algo porque mi mamá no ha vuelto”, no fue a dormir y no nos contestaba
la llamada.
Cristian: El teléfono dejó de dar tono, le marcábamos y no daba tono.
Gabriel: Y llevábamos dos días y no estaba mi mamá en la casa y así es como nos
dimos cuenta de que ya no estaba… y nos dijo que iba a volver…
Cristian: Mi abuelita no nos podía explicar nada, qué nos explicaba si ella tenía
la cabeza en la misma, como nosotras, llena de dudas: qué pasó con su hija, cómo
pasó, quién fue.
Gabriel: Pasaron como tres, cuatro días y pusimos la denuncia.
Hubo un tiempo en que no podíamos ir a la escuela porque mi abuelita tenía que
salir a la fiscalía o hacer trámites, marchas, protestas. Y nos quedábamos en la casa
a esperar, a ver qué pasaba, qué seguía o qué nos decían. Y pues nunca nos decían nada, nada. En todo lo que mi abuelita se movió, no hubo ninguna respuesta.
Cuando nos dieron el expediente de la búsqueda de mi mamá era como una hoja
en blanco, o sea sólo decía lo que nosotras habíamos dicho y no tenía nada de la
búsqueda de mi mamá. Nos hubiera gustado que nos escucharan, les decíamos, nos cansamos de decirles de la pareja de mi mamá, ahí hay algo, vayan por él. Pero
se limitaron a sacar fotos de la cama donde ella dormía.
Gabriel: Yo ya estaba harta de que su pareja la golpeara. Un día, antes de que
desapareciera, ella estaba volteada y llorando, me dijo que estaba harta y que ya
no podía más y me dijo que si algún día ella se iba o no estaba con nosotras, me
dijo, tienes cuidar a tu hermana y tienes que ser muy fuerte, muy, muy fuerte en
lo que yo vuelvo. Porque iba a volver. O sea cuando ella pudiera iba a volver porque no nos iba a dejar solas y eso, hasta ahorita, es lo que me ha hecho ser fuerte,
porque ella me dijo que fuera fuerte “porque no va a ser fácil, no va a ser fácil, si
yo no estoy con ustedes”. Como que nos preparaba a ser más fuertes, ella me dio
la fuerza que necesitaba, me dejó con ese “tienes que ser fuerte, tienes que ayudar
a tus hermanas” y yo creo que eso es lo que a mí me ayuda.
Cristian: Yo no sé si lo he sobrellevado. Muy seguido no sé quién soy, ni quién debo
ser. Han pasado varios años y aún no siento paz, siento como si me aplastaran, casi
nunca puedo sola. Tal vez si tuviera a mi mamá, la carga sería menos pesada. No
sé, quizá no me sentiría tan sola aquí.
Gabriel: No es fácil acompañarnos entre nosotras porque lo sobrellevamos de
diferente manera las dos. Yo intento enfocarme en el presente y no en el pasado.
A veces siento que estuviera en una cápsula y ahí estuviera nada más viviendo,
como un lugar desértico, y me pregunto qué hago aquí. A veces el día a día me
sirve. A veces. No siempre sirve.
Cristian: Yo me sentí como dejada a la deriva, como a mi suerte porque, la verdad, yo no sentí que mi mamá en algún punto de nuestra vida nos estuviera preparando para dejarnos.
Gabriel: Nos refugiábamos entre las cuatro, nuestra abuelita y nosotras sus tres
hijas, pero como que igual eso no terminaba de servirnos, porque mi abuelita nos
decía: “Ustedes son mis fuerzas” y pues no, abuelita es que yo no puedo, yo soy
una niña.

Cristian: Recuerdo en una situación haberme sentido sola, una vez que tenía mi
primer torneo de taekwondo, iba para otra cinta y cuando llegué estaban los papás de mis compañeros apoyándolos y la neta eso me bajoneó, me dije estoy aquí
yo sola y la verdad es que ni siquiera me esforcé, me sentí triste, ya no quiero, y
ya dejé de ir.
Gabriel: A veces te sientes como desorientada, como que a veces quieres hacer
algo y tú lo haces esperando que alguien esté ahí, orgulloso de que tú estás haciendo algo grande y no tienes a nadie que te reconozca, pero cuando tú haces cosas
malas es cuando la gente en verdad te pone como que la atención que según ellos
tú necesitabas, pero ya lo necesitabas desde antes… El daño ya lo tengo, o sea no
sé, no sabría cómo echarle pegamento a una herida o hacer la cicatriz, no siempre
se puede sola porque no sabes cómo.
Cristian: Era, es nuestra luz. Como una lucecita que nunca se apagará.
Gabriel: Ella era como nuestro barco. Un barco en el que yo estaba adentro, navegando sobre el mar, y si el barco ya no está, tú te vas al fondo del océano y te
ahogas y pues así estoy, así me siento ahorita. Como ahogada porque ya no está
nuestra mamá y porque la necesitamos.
Cristian: Me gustaría tener una vida tranquila, no sé, llegar a mi casa, a una casa
mía, llegar y recostarme, dormir, que nadie me levante, que nadie me diga qué
hacer. Llegar a mi casa, sentirme tranquila, tener paz. Deseo la paz, sentirme libre
adentro, no sentir como si tuviera algo negro dentro de mí que no me deja ser feliz, que no me deja vivir bien. Que me tapa los ojos y no me deja ver bien. No me
deja ver bien y no termino de saber quién soy yo. O que no me deja seguir porque
no me deja pensar, no sé cómo decirlo. Eso se va haciendo más grande y como
que me consume, y me siento mal. Muchas veces me siento muy sola, que no tengo a nadie, que todo el mundo es muy grande en comparación de mí, porque me
siento muy chiquita.
Hemos sentido que debemos sostener a los adultos. Los adultos piensan que por
ser adultos ellos han vivido más y tienen más conocimiento y no nos escuchan y
se equivocan. También los niños somos personas, o sea, también podemos opinar.
Los niños no somos débiles, pero creemos que los adultos no deberían descargar tanto en los niños, que sean más considerados y escucharlos. Y decirles a los niños
que no tienen a sus papás, que de todo lo malo que venga, va a haber algo bueno.
De todo eso malo van a sacar algo bueno y tienen que ser fuertes, más fuertes de
lo que ya son porque van a venir cosas peores, mucho peores que eso y tienen que
aprender a sobrellevarlo y tienen que ser fuertes. Y a veces alguien te va a decir
aquí está mi mano, ven agárrala. Pero a veces no habrá nadie.
Cristian: Muchas veces sientes que no tienes un lugar y tienes que buscar otro
como si fueras una mariposa buscando flores, pero no encuentras tu lugar y te
sientes muy fuera de todo. Entonces tienes que buscar la manera de estar bien.
Pero no siempre he estado bien. Yo creo que a mi mamá le daría mucha tristeza
vernos porque no lo hemos llevado nada bien y no la hemos pasado bien y creo
que no es algo de lo que ella se sentiría orgullosa. No hemos hecho cosas muy
buenas, cosas de las que ella debería estar orgullosa. Yo siento que se sentiría decepcionada, se sentiría triste. Se sentiría triste de vernos.
Gabriel: Yo, ahorita, ya no he querido estar dentro de la búsqueda de mi mamá,
no quiero enfocarme en mi mamá, en dónde quedó y qué pasó, porque enfocarme en ella me desenfoca de mí. No es que elija un camino de esos dos caminos,
ella o yo. Es más bien que lo que pasó me ha llevado a donde estoy ahorita y aunque a veces no sé dónde estoy, la verdad, es que quiero enfocarme en mí misma.
Que nadie venga a imponernos su ley, ni sobre nuestra mamá, ni sobre nosotras,
porque te quitan tu luz.
Gabriel: Hemos aprendido a ser fuertes y no rendirnos. Todo esto que estamos
sufriendo y que estamos llevando nos va a llevar a algo mejor y en un futuro tal
vez, con mi mamá o sin ella, yo me veo bien, me veo fuerte, me veo grande y me
veo bien porque todo esto es el amor. Y sé que donde esté ella, ella lo ve.
Cristian Alexa y Gabriel Navarro Cortinas:
Junto con Ariel, son hijas de Rebeca Cortinas Rueda, que fue desaparecida el 30 de octubre del 2018 en Matamoros, Coahuila. Rebeca tenía una pareja que ejercía violencia contra ella. La policía no lo ha detenido, pese a las denuncias de Feliciana, la madre de Rebeca. Cuando Rebeca estaba en casa, le gustaba cocinar para sus hijas y ver juntas Los Simpson mientras cenaban. Un periódico de Torreón solía pedir a sus lectores que compartieran en línea fotos de momentos felices: el 3 de febrero del 2010, Rebeca compartió una foto de Cristian y Gabriel de bebés, vestidas con un mameluco azul y uno rosa, en la foto Cristian mira a la cámara y sonríe tímidamente, Gabriel mira hacia el frente. Para Rebeca esa imagen de sus hijas fue un momento feliz.
Durante el cierre de este libro, el 19 de septiembre del 2024, las autoridades informaron a Feliciana Rueda que encontraron el cuerpo de su hija, casi seis años después de su desaparición. Rebeca fue enterrada en Torreón rodeada de su madre, sus hijas y hermanas.
