“Esto no es un museo”: visita al rancho Izaguirre indigna a colectivos de búsqueda
La visita organizada al Rancho Izaguirre por la fiscalía de Jalisco y la Fiscalía General de la República terminó en un espectáculo que indignó a colectivos de búsqueda.
Abrir el Rancho Izaguirre para que familias buscadoras, medios de comunicación, youtubers e influencers pudieran hacer una visita. Esta fue una de las primeras acciones emprendidas por la Fiscalía General de la República –todavía en coordinación con la Fiscalía del Estado de Jalisco–, apenas tomó el Caso Teuchitlán. El lugar donde el colectivo Guerreros en Búsqueda de Jalisco encontró hace semanas fragmentos de restos humanos, además de miles de objetos personales, algunos de los cuales ya se ha demostrado que pertenecieron a personas desaparecidas se convirtió, durante el día de ayer, en un espectáculo.
Lo que debía ser un ejercicio de verdad y transparencia, pronto se reveló como un gesto mediático: una “burla”, definieron varias de las madres buscadoras.
No sólo porque el sitio fue limpiado, maquillado, todos los indicios retirados del lugar, sino porque ninguna autoridad estatal o federal –ni el fiscal general, Gertz Manero, ni el fiscal de Jalisco, Salvador González– se presentó para encarar a las familias de personas desaparecidas y explicar el trabajo que supuestamente se hace en el interior de lo que podría haber sido uno de los muchos campos de exterminio que estuvieron o están todavía activos en Jalisco y en varios puntos del país.

Foto: Fernando Carranza, Cuartoscuro
Colectivos de todo el país acudieron al rancho ante la convocatoria lanzada por el fiscal general, Alejandro Gertz Manero, en conjunto con la fiscalía de Jalisco. Integrantes de colectivos como Familias Unidas por Nayarit, Luz de Esperanza – Desaparecidos Jalisco, Madres Buscadoras de Jalisco, Red de Desaparecidos de Colima, Colectivo Hasta Encontrarte y varios más se dieron cita en el municipio de Teuchitlán la tarde de ayer.
Así, como si se tratara de una excursión escolar, las madres tuvieron que hacer filas bajo el sol esperando su turno para entrar al sitio que bien pudo haber sido el último lugar que vieron sus familiares.
“Esto parece un museo”, dijo indignada Patricia Sotelo, madre que lleva cuatro años buscando a su hija desaparecida, Fanny Areli. Señaló que incluso varias de las paredes del rancho fueron pintadas.
“Todo está arreglado y barrido”, dijo. “Queríamos entrar, ver dónde estuvieron los muchachos, el lugar donde supuestamente los tuvieron privados su libertad. Pero convirtieron esto en un circo”.
Otros familias coincidieron en esta percepción. A las familias se les permitió ingresar al lugar durante sólo 20 minutos, luego de pasar varias horas esperando, sin agua ni comida, después de viajar en autobuses desde otros estados. Se les permitió pasearse sólo por los caminos indicados, resguardado siempre por elementos ministeriales que no decían ni aclaraban nada, ni les explicaban a dónde se habían llevado las evidencias.
“Yo no sé cómo se atrevieron a traer a tantas familias a ver estas escenas”.

Foto: Fernando Carranza, Cuartoscuro
Un grupo de madres buscadoras decidió irrumpir en el predio, sin respetar los protocolos de espera. Están acostumbradas a ese tipo de acciones. Así, desobedeciendo al Ejército o a la Guardia Nacional, a la policía estatal o ministerial, es como han encontrado miles de fosas clandestinas en todo el país.
“Ingresamos a la fuerza al lugar: nos tenían media hora arriba de los camiones deshidratándonos, luego media hora parados afuera. Venimos a ver qué han trabajado, qué es lo que han avanzado”, declaró a Milenio Lily Meza, de Luz de Esperanza.
El temor de las madres, bien fundado debido a la costumbre de las autoridades mexicanas de alterar las escenas del crimen, es que las evidencias del rancho también hayan sido manipuladas. Y es lo que sospecharon de inmediato cuando notaron que hasta los baños habían sido limpiados y que los hornos crematorios y los lugares importantes habían sido acordonados y resguardados para que sólo pudieran ser estos de lejos.

Ni los zapatos, ni las maletas, ni las libretas, ni los artículos personales estaban a la vista. Pese a todo ello, los familiares todavía encontraron indicios: prendas de vestir que las autoridades habían olvidado, calcetines, una maleta. La visita al Rancho Izaguirre hubiera servido de algo si se contemplara a las familias buscadoras como partes activas de la investigación. Gracias a su trabajo en colectivos muchas de las personas buscadoras se han especializado en el ejercicio forense y en el resguardo de evidencias. Por ello es que los colectivos buscadores exigen estar presentes durante las diligencias: porque a ellas y a ellos sí les importa rastrillar bien el terreno, tratar las evidencias con cuidado, ser minuciosos. De ello depende, aseguran, el hallazgo y debida identificación de sus familiares.
“Que dejen entrar a los colectivos que sí trabajan, para que hagan el trabajo como se debe hacer. Estos recorridos no sirven para nada”.